Peticiones sospechosas del concurso Miss República Dominicana

Recientemente la organización del certamen Miss República Dominicana estuvo de gira por los medios de comunicación reclamando que el Ministerio de Turismo no apoya a sus concursantes con los recursos necesarios para competir en el concurso Miss…

Recientemente la organización del certamen Miss República Dominicana estuvo de gira por los medios de comunicación reclamando que el Ministerio de Turismo no apoya a sus concursantes con los recursos necesarios para competir en el concurso Miss Universo, como si el Estado dominicano estuviese obligado a poner su sello institucional en la cosificación de la mujer.

Nadie quiere ver a ninguna dominicana carente de recursos económicos ante una competencia internacional, pero es que hay que hacer demasiada gimnasia intelectual para justificar la existencia de un certamen donde a las mujeres se las juzga con una puntuación numérica dependiendo de cómo se ven en un bikini, dentro de una sociedad en la que las mujeres son cada vez más iguales en derechos. Los certámenes de belleza son una celebración muy pomposa, donde criticar y debatir sobre la belleza (o la supuesta falta de ella) en las mujeres, se ve no como un síntoma del sexismo de una sociedad machista, sino como una fiesta al pseudoempoderamiento de la mujer.

No es ninguna sorpresa que las muchachas quieran concursar. En una sociedad como la nuestra, en donde desde chiquitas a las niñas se les enseña que la estética es mucho más importante que lo que tienen dentro de la cabeza, a las mujeres que más asimilan los preceptos del patriarcado les dan un premio, en algunos casos, una corona.

Pero en lo que respecta a la organización, a mí me parece que esta colecta (muy pública) de dinero fue un ardid del certamen para presionar al Gobierno, vía Ministerio de Turismo, y conseguir una asignación permanente de fondos por parte del Estado y así solidificar su supuesta importancia para la sociedad dominicana.

Fue una idea ingeniosa, porque no solo posicionaba a la participante como desvalida y rechazada (“¡por su propio Gobierno!”) ante la opinión pública internacional, en un certamen donde esos titulares te pueden dar ventaja, sino que también se ganó las simpatías e indignación de una parte de la población local, lo que le garantiza apoyo a la organización y crucialmente sintonía. Esa sintonía es importante porque sin ella ningún canal televisaría el certamen.

Mientras más desciende la sintonía y más rechazo generan los concursos de belleza en el Norte Global, más exponencial se vuelve la industria en el Sur Global. Para poner las cosas en perspectiva, solo 85 países (de los 194 países existentes) estarán “representados” en el certamen del 2017, en parte, porque muchos países reconocen que es un concurso absurdo. Mientras tanto, en la República Dominicana ya no es sólo el Miss Universo y el Miss Mundo: ahora podemos socializar a las niñas y mujeres a que compitan para ser juzgadas en el Miss Tierra, Miss Internacional y aparentemente algo que se llama el Miss Supranacional. También están: Miss Tourism Queen Internacional, Reina Hispanoamericana, Miss Continentes Unidos, Miss América Latina, Miss Caribe, Miss Ciudades Mundiales, Miss Globe International, Miss Global Teen, Miss Bikini Internacional, Miss Asia Pacífico, Interamérica Miss Leisure, Miss Turismo Mundial, y Miss Worldvision. Hablando claro, la cosificación de la mujer es un negocio extremadamente lucrativo en países como el nuestro.

La directora del concurso local lo justifica con dos argumentos. El primero, que la ganadora del certamen es la representante de la mujer dominicana, tanto a nivel local como internacional; y el segundo, que el concurso ayuda a atraer inversiones extranjeras. Como dijo una vez un líder soviético apellidado Stalin: “Ambas opciones son peores”.

En el primer caso, las mujeres dominicanas estamos muy feas para la foto porque tenemos representantes que jamás se pronuncian sobre los temas que más atañen a nuestras vidas. La Miss República Dominicana del momento nunca visita programas de televisión para exigir que se incorpore en el sistema educativo una enseñanza integral de derechos sexuales y reproductivos para así acabar con los embarazos en las adolescentes. Tampoco pide cita en el Ministerio del Trabajo para abogar por el cierre de la discriminación salarial que sufren las mujeres cuando realizan el mismo trabajo de los hombres. No emite declaraciones sobre la verdadera injusticia de que, como demuestran los resultados de la Encuesta Enhogar 2016, el 60.9% de quienes egresan de universidades son mujeres y, aun así, representan un 67.7% de las desempleadas.
Lamentablemente, la Miss República Dominicana tampoco utiliza nunca la atención mediática que le garantiza su corona para protestar por el hecho de que en la República Dominicana las mujeres sigan muriendo realizándose abortos clandestinos cuando son violadas.

En el segundo caso, que argumenta que el certamen “atrae inversión extranjera”, tenemos una organización privada reclamando que el Estado subvencione oficialmente que se utilice a mujeres jóvenes dominicanas (seleccionadas en base a su belleza y a cómo se ven en traje de baño) como anzuelo para que hombres empresarios vengan a invertir en el país. De ser así, la analogía con dinámicas de poder e industrias indecorosas resulta más que evidente.

Cuando ninguno de los argumentos convence, la representante de la organización intenta manipular emocionalmente cuando expresa: “con la participación de la chica nosotros ayudamos a crear (la) identidad del país”.

Puede que ella tenga razón en decir que cosificar mujeres es parte de la identidad dominicana. La pregunta es ¿hasta cuándo? 

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