Señor director. Dependiendo de qué tan a gusto o amargados nos sintamos, sabremos descubrir qué tan conscientes estamos. Si desconocemos nuestro estado de conciencia y deseamos saber más o menos por dónde vaga nuestra mente, porqué suceden o dejan de suceder cosas, la solución es: ¡Ocúpate!, investiga y descubre razones, pero si deseamos saber por dónde vaga nuestro espíritu, la solución es hacer todo lo contrario:
¡Desocúpate!, suelta y acepta, no tienes necesidad de saber los porqué de que sucedan o dejan de suceder cosas, solo saber que suceden y que eso te baste, ya sea porque estas claro en la vida, o porque reconoces que en este plano de la existencia, no todo tiene una explicación lógica y satisfactoria al ego. Si estamos a gusto y conformes con quienes somos, entonces es porque estamos bien conscientes del propósito de nuestra existencia, somos personas despiertas y centradas, dispuestas a esforzarnos y a utilizar todos nuestros dones para llegar a cumplir nuestra misión. Por el contrario, si no nos encontramos cómodos ni a gusto con la vida que llevamos, no nos resignemos a seguir viviendo así, tratemos de encontrarle sentido a cada momento de nuestra vida, donde pongamos el ojo, pongamos la intención, (como dice el dicho). De esa forma seremos capaces de encontrar el rumbo de nuestro espíritu, su verdadera esencia y su propósito final.

Si hay alguna duda acerca qué tan conscientes estamos, sería bueno que nos hiciéramos las siguientes preguntas:

¿Qué tipo de sensaciones experimento a diario?
¿Qué cosas me hacen sentir mejor conmigo mismo?
¿Qué clase de emociones despierto en los demás?
¿Tengo el porcentaje de alegría necesario para equilibrar mi día?
¿Siento que realizo una misión especial o que vivo sin sentido?
¿Percibo las cosas a mi alrededor o vivo dentro de una burbuja?
¿Estoy saboreando mi vida o lamentándola y sufriendo mi muerte?

Las respuestas sinceras a estas interrogantes dejarán ver cómo andamos a nivel de conciencia.

No permitamos que nuestro cuerpo y nuestra mente vayan por un sendero distinto al de nuestro espíritu, cuando esto sucede el espíritu se siente solo y el cuerpo y la mente se sienten desamparados, por lo tanto, no estamos en sintonía ni a gusto si somos víctimas de desequilibrio emocional y desórdenes físicos.
Cuando la mente, el cuerpo y el espíritu andan juntos, poseemos un alto grado de conciencia, y entonces…, son cómplices de nuestra felicidad.
Idalia Harolina Payano Tolentino
Ciudadana

Posted in Correo de lectores

Las Más leídas