Teoría del “desguañangue” bajo la lupa de la economía

Uno de los argumentos más socorridos en la opinión pública nacional es que en tiempos de campaña electoral, los gobiernos incrementan sus gastos y elevan el déficit público en procura de mejorar la posición

Uno de los argumentos más socorridos en la opinión pública nacional es que en tiempos de campaña electoral, los gobiernos incrementan sus gastos y elevan el déficit público en procura de mejorar la posición de los candidatos y las candidatas del partido de gobierno. Para referirse a esto, Bernardo Vega ha utilizado la jocosa expresión “desguañangar la economía”. Pero, ¿qué dicen los datos? ¿Hay un patrón recurrente de aumento del gasto y/o del déficit en años electorales o en meses pre-electorales? ¿Acaso las estadísticas apoyan esta teoría?.

Para evaluar esto, analicé datos de las finanzas públicas de los años correspondientes a las últimas ocho elecciones a partir de 1998 e incluyendo las proyecciones para 2012. De esas ocho elecciones, cuatro han sido congresuales y municipales, cuatro han sido presidenciales, y en dos de ellas el Presidente estuvo buscando la reelección (2004 y 2008).

Los resultados son sorprendentes. De las ocho elecciones en cuestión, en cuatro de ellas el déficit público durante el año electoral se incrementó, en dos de ellas ya era relativamente alto (2% del PIB o más) desde el año previo al año electoral y se mantuvo así, y en los otros dos el déficit bajó.

Esto parecería apoyar la teoría del desguañangue pues en seis de ocho elecciones el déficit aumentó o siendo alto no se redujo. Sin embargo, al auscultar con más detenimiento las cifras, se revela que en los cuatro años en los que el déficit aumentó, en dos de ellos (1998 y 2002, ambos años de elecciones congresuales y municipales) el incremento fue pequeño (menos de 0.4% del PIB).

Esto nos deja con que sólo en dos años electorales el déficit público se incrementó de forma significativa y en otros dos el déficit ya era alto y se mantuvo durante el año electoral. Estos fueron 2004 y 2008, años de campaña reeleccionista, mientras que aquellos en los que el déficit era alto y se mantuvo o promete mantenerse fueron 2010 (elecciones congresuales y municipales) y 2012.

¿Significa esto que la teoría se prueba a medias y que adquiere fuerza cuando hay intentos de reelección? No tan rápido. En los cuatro años electorales en los que el déficit creció o se mantuvo alto, la economía sufrió impactos negativos internos y externos, los cuales parecen explicar mejor el aumento del déficit que las elecciones mismas. En 2004 se estaba viviendo plenamente las consecuencias de la quiebra fraudulenta de varios bancos y a las políticas de salvamento que le siguieron. El costo de la deuda externa se disparó por la devaluación del peso, y con ello el déficit público.

En 2008, los precios del petróleo aumentaron, disparando el costo del subsidio eléctrico y elevando el gasto y déficit público. Esto se repitió en 2010, y 2012 parece trillar el mismo camino. En síntesis, solo en una parte de los años electorales han ocurrido aumentos en el déficit público, y en ellos, los shocks internos y externos antes que un aumento discrecional del gasto público han tenido una responsabilidad fundamental.

Otro ejercicio que realicé fue verificar si el gasto durante los meses previos a las elecciones había aumentado respecto al año anterior y si hubo, durante los meses siguientes, un ajuste para compensar el “desguañangue”.

El resultado fue que sólo en dos años electorales, 2004 y 2008, el gasto público se disparó entre enero y mayo. Sin embargo, durante los meses siguientes a cada elección, el gasto total se comportó de forma similar, lo que indica que no fueron las elecciones sino otros factores los que determinaron que el gasto aumentara.

Lo anterior no significa que las elecciones no hayan tenido un efecto en el gasto público. Por ejemplo, éstas pudieron haber impedido que una parte del gasto se redujera, moderando el aumento del déficit. A pesar de eso, los déficits parecen asociarse más que nada a las debilidades institucionales y externas propias de esta economía, y menos a las miserias de la política vernácula.

Mal haríamos en no seguir insistiendo en la necesidad de blindar al gasto público de prácticas clientelistas y discrecionales pero, similarmente, hay que evitar subestimar nuestras profundas vulnerabilidades.

Resultados

Sólo en los años 2004 y 2008, el gasto público se disparó entre enero y mayo. Sin embargo, durante los meses siguientes a cada elección, el gasto total se comportó de forma similar, lo que indica que no fue por las elecciones”.

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