El amor no se diseñó solamente como acompañante para la vida, también para la muerte, de hecho, es la fortaleza para triunfar sobre ella y la seguridad para atravesar sus fronteras.

¡Amor es eternidad! Amar sin reservas es vivir para amar, pero también es ser capaz de morir por amor. Es asegurarnos de que el ser amado experimentará certeza y paz en esa desconcertante transición, que un día también recorreremos con la esperanza del reencuentro. Para esta breve existencia terrenal solo podemos adquirir seguros de vida, pero la única garantía para quienes abordan el tranvía de la muerte es Cristo. Sólo Él es la resurrección y la vida eterna. El cuerpo muere, el alma jamás, pero si Dios es tu padre, a “casa” con Cristo irás.

Posted in Rosas para el alma

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