Cada día se aprecia una mayor cantidad de vehículos y de gente en las calles de Santo Domingo, pese a que aún no se han levando las restricciones dispuestas por el Gobierno para detener el coronavirus.

Pequeños comercios, como barberías y tiendas de ropas, continúan abriendo sus puertas en distintos sectores de la ciudad Capital.

Al recorrer barrios, avenidas y sectores de la ciudad se observa que gran parte de la población retoma la cotidianidad sin aparente temor a infectarse por el coronavirus.

Las aglomeraciones ya no son exclusivas de los supermercados, mercados, mercados, bancos y farmacias, pues muchos ciudadanos ya se desplazan con toda libertad, ignorando el confinamiento.

Así lo reconoce un vendedor de frutas que transitaba por las calles de Cristo Rey, quien aseguró que allí, en los últimos días, se ha pasado del poco movimiento de personas a la normalidad.
Todo esto combinado con el uso de mascarillas. “Aquí la gente está en las calles. Lo único que ha cambiado es que ahora salimos con mascarillas, pero no nos queda de otra: yo tengo que salir a vender porque la supuesta ayuda del Gobierno a mí no me llega”, dijo el vendedor.

Ignorando el estado de emergencia, cientos de personas salen cada día de sus casas para realizar actividades recreativas y ocupar los espacios públicos, lo que va en contradicción con las medidas de distanciamiento social que buscan disminuir los contagios por la COVID-19.

“Por mí pueden abrir todos los negocios y que se active la economía otra vez. Total, como quiera la gente no ha dejado de salir, y cuando no es el supermercado, es el banco y siempre habrá una excusa y el Gobierno no puede controlarlo, porque saben que no han cumplido con la mayoría de los necesitados”, indicó la propietaria de una tienda de ropa.

Varias de las personas contactada aseguraron sentir temor de contagiarse, pero muchos dijeron que tienen la necesidad de salir de sus domicilios, ya que no tienen un sustento fijo con el cual mantenerse.

Es el caso de Sonia Vicente, quien se dedicaba a trabajos domésticos, pero a raíz de la crisis sanitaria, sus empleadores prescindieron de sus servicios por temor a ser contagiados. “Yo trabajaba en una casa de familia y me pararon, ahora salgo a vender dulces, a ver si consigo lo de la comida, mientras tanto”, expresó.

Sin embargo, otros ciudadanos, simplemente salen con el único propósito de estar en las calles. Muchos se sientan al frente de los colmados, y algunos solo aprovechan los parques para socializar con los demás.

Ese dinamismo que se observa en los comercios informales preocupa en gran manera a varios ciudadanos, que se ven en la necesidad de dejar su residencia en busca de servicios y abastecimientos básicos.

Vanessa Canario, una empleada suspendida asegura que cuando se asoma a las calles es por obligación.

“No sé qué es lo que hace la gente fuera de sus casas; yo salgo a comprar lo que necesitaré en una semana. Es que las personas no entienden que mientras menos respeten el confinamiento más tiempo tardaremos en esta situación”, expresó la mujer mientras pagaba unos víveres en un mercado improvisado en Cristo Rey.

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