Las nuevas autoridades lideradas por el presidente Luis Abinader trazan el rumbo de su política internacional, y con su sentido de la lógica resaltan la asociación con Estados Unidos bajo el liderazgo de Donald Trump.
Parece práctico en un país donde la dominación norteamericana es tradicional, y cuando ha intentado trazar su propio camino, ha recibido acciones “aleccionadoras”, como dos intervenciones militares.

Es Estados Unidos nuestro principal socio comercial y hogar de dos millones de dominicanos migrantes o nacidos en ese territorio. Además, es la nación más poderosa y rica de la tierra, principal mercado y mayor emisor de turistas hacia el país.

En consecuencia, ningún gobernante sensato puede ignorar la importancia de llevarse bien con los jefes de una nación de ese calibre, ahora gobernada por un grupo de halcones que creen que pueden mantener la primacía global mediante la fuerza y retornando al aislacionismo, con la negación del libre comercio y los paradigmas de la globalización.

Pero los nativos dominicanos, y especialmente sus gobernantes, deben establecer líneas, o siquiera tímidas franjas que impliquen algún grado de respeto frente a las demás naciones, aún sea ese poderoso imperio.

El secretario de Estado Mike Pompeo, sabedor de la influencia de su país en este territorio, y especialmente en la mentalidad de los grupos gobernantes desde siempre, sigue muy de cerca el destino criollo en materia internacional, y ha reclamado sumisión cuando se ha intentado establecer una política propia.

El establecimiento de relaciones con China Popular fue un atrevimiento inaceptable y la administración de Danilo Medina sufrió las consecuencias. Desde entonces, debió andar fino, y además recogerse en materia internacional, aceptar mandatos como desconocer al gobierno de Nicolás Maduro y reconocer a Juan Guaidó, más sumarse al bloque económico contra Venezuela congelando sus dineros en la Refidomsa.

Las nuevas autoridades electas por la voluntad popular dominicana, deben entender que su pragmatismo frente a Estados Unidos, y la aquiescencia alcanzada a su favor en el proceso electoral, no conducen necesariamente a una sumisión inaceptable frente al poder extranjero.

Deben recordar que la autodeterminación sigue siendo un principio de las naciones y que Pompeo no puede trazar el rumbo de nuestra política exterior. Él y Trump también son transitorios.
El decoro nativo sugiere prudencia.

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