En nuestro contexto local, solo basta con unas lluvias torrenciales para que las desigualdades salgan a flote
La justicia, especialmente la social, hace referencia a la igualdad de oportunidades, derechos humanos, a la equidad, donde cada persona tenga las mismas condiciones imprescindibles para su desarrollo integral y sostenible. Sin embargo, poco se habla de la justicia climática, especialmente, la que se les arrebata a los niños, las niñas y los adolescentes más vulnerables, la que a través de políticas públicas los protejan, pero su carencia y debilidades, los invisibiliza y los victimiza constantemente.
En ese sentido, es preciso señalar que la justicia climática es un problema ético y político, que los Estados y líderes mundiales deben asumir su responsabilidad en desarrollar la protección y la justicia restaurativa, como principio del interés superior por la niñez más vulnerable.
En la República Dominicana, un país con un alto índice de riesgo de desastres, así como altamente vulnerable ante la variabilidad climática, a los infantes provenientes de estratos sociales empobrecidos, las políticas públicas no llegan, pero sí las consecuencias del cambio climático, quienes son muy susceptibles a la contaminación del aire y acuífera, enfermedades catastróficas, y climas extremos. Del mismo modo, en la cadena de recuperación de los medios de vida y subsistencia, son los últimos en lograrlo.
Por tal razón, desde World Vision República Dominicana creemos que responder con acciones de mitigación y adaptación al cambio climático es una cuestión de justicia. La justicia climática representa la interdependencia de los derechos humanos, el desarrollo y la acción por el clima. Entendemos la justicia climática como un enfoque que sitúa a la niñez en el centro de la crisis climática y aporta soluciones buenas para las personas y el planeta al defender sus derechos. Creemos que la acción climática debe dirigirse a las comunidades más vulnerables, incluso en contextos urbanos y frágiles. Centrarse en los niños, ser inclusiva y apoyar el empoderamiento económico y social de las mujeres, y debe proteger y restaurar los activos medioambientales que apoyan los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria de las comunidades frágiles.
Perfil y riesgos que enfrenta RD
De acuerdo a los análisis de datos realizados por Isabel Hernández, coordinadora nacional de Asuntos Humanitarios y Emergencias de World Vision, en la República
Dominicana los desastres más preocupantes continúan siendo los huracanes, sequías, terremotos y tsunamis. El país posee factores críticos de vulnerabilidad al cambio climático que inciden, como: elevado grado de exposición al cambio climático, baja capacidad de adaptación y los hábitats potencialmente sensibles. De acuerdo al análisis de los puntos críticos de vulnerabilidades al cambio climático, unas 13 provincias, lo que representa el 40 %, tienen niveles de vulnerabilidad muy altos, como: Pedernales, Bahoruco, Barahona, Elías Piña, El Seibo, Santo Domingo, La Altagracia, San Pedro de Macorís, Monte Plata, Peravia, Monte Cristi y Valverde. De acuerdo al World Resources Institute, la República Dominicana solo representa el 0.06 % de las emisiones globales de toneladas métricas de dióxido carbono, sin embargo, es uno de los países con mayor afectación y vulnerabilidad frente a los eventos atmosféricos fortalecidos por el cambio climático. En este aspecto, se ocupa la posición 110 de 182 de países emisores, por consiguiente, las ejecuciones de adaptación y mitigación deben ser intencionadas, ya que las variables del cambio climático no están del todo en control de República Dominicana.
En nuestro contexto local, solo basta con unas torrenciales lluvias de cuatro horas, para que las inequidades salgan a flote. Para muestra un botón, el 68 % del territorio nacional es propenso a inundaciones, así como prolongados períodos de sequía. En ese sentido, el Índice de Vulnerabilidad ante Choques Climáticos (IVACC), (que calcula la probabilidad de que un hogar sea vulnerable ante la ocurrencia de un fenómeno climático como huracanes, tormentas e inundaciones, dadas ciertas características socioeconómicas y geográficas del hogar), estima que el 30 % de la población dominicana es altamente vulnerable a eventos extremos. “El 16,8 % de los hogares en pobreza multidimensional se ubican cerca de una fuente de peligro (río, arroyo o barranca) a nivel nacional. Sin embargo, este porcentaje desciende hasta el 12,3 % en el área metropolitana y se eleva hasta el 21,7 % en el resto urbano. En las zonas rurales, el porcentaje de hogares que viven en la pobreza cerca de una fuente de peligro es del 13,7 %”, apunta la data.
Luego de Haití, la República Dominicana es el segundo país más vulnerable del Caribe a los eventos de origen sísmico y meteorológico, con mayúscula vulnerabilidad ambiental, con la característica particular que un evento puede producir daños distintos a cada persona de acuerdo a su nivel económico y localización de residencia a mayores riesgos, por ejemplo, ríos o cañadas. Por tanto, es fundamental la gestión de riesgos para compilar los datos de las comunidades, lo que resultará en planes de contingencia más acertados y aterrizados con cada una de las realidades locales. De acuerdo al mapeo de vulnerabilidad nacional es preciso destacar las siguientes características a las que la población está expuesta en emergencias y desastres: singularidades geofísicas del territorio nacional, sumándose a la baja percepción del riesgo en las personas y la pobre cultura de prevención, poca cohesión y ordenamiento territorial, marcada incidencia de asentamientos humanos informales con alta vulnerabilidad, próximos a ríos, cañadas y vertederos. Además, de la injusta distribución de la riqueza que exacerba las inequidades, generando altos niveles de pobreza, exclusión social y económica, creando una barrera que les limita el acceso a viviendas dignas y vivir en zonas seguras, así como la recuperación de sus medios de vida.
¿Es suficiente?
No. Se requiere de la implementación de políticas públicas sostenibles con programas y estrategias que estén direccionadas hacia la reducción al riesgo de desastres, que generen las capacidades para los aprestos de prevención, mitigación y respuesta, enfocada en los grupos más vulnerables. En relación con eso, World Vision y USAID/BHA, a través del proyecto “Muncipalidades Resilientes”, promueven el fortalecimiento de las capacidades nacionales y locales para la reducción del riesgo de desastres en el país, especialmente en las comunidades de El Seibo, Dajabón, Monte Cristi, Miches y Haina, en alianza con los organismos de rescate y asistencia en emergencias locales y el Gobierno.
¿Cómo podemos ser parte de la transformación y de la gobernanza climática?
Actualmente, existen importantes instrumentos políticos que, como trabajadores humanitarios, líderes comunitarios, profesionales y ciudadanos de este hogar en común, llamado Tierra, tenemos el compromiso de fortalecer, desarrollar y asegurar que en cada uno de estos escenarios se escuchen las voces de los niños y de las niñas, así como evitar que estén rezagados en su ejecución:
•Convención de las Naciones Unidas sobre los derechos del niño. Un compromiso que comenzó en 1989. Empero, continúan los desafíos, a los cuales debemos hacer frente como: abandono escolar, trabajo infantil, matrimonio infantil, y los conflictos bélicos.
•Acuerdo de París: relativo a la mitigación del cambio climático, la adaptación y la financiación, cuyo objetivo es reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático manteniendo el aumento de la temperatura global este siglo muy por debajo de los 2˚C y lo más cerca posible de los 1,5˚C por encima de los niveles preindustriales.
•Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible: la lucha contra el cambio climático es una prioridad específica en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS, incluido el ODS13 – Acción por el Clima) y está intrínsecamente vinculada a la consecución de los otros 16 objetivos.
•Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres (2015-2030): Una hoja de ruta para hacer comunidades más seguras y resilientes ante los desastres con el objetivo de reducir el riesgo de desastres y la pérdida de vidas, medios de subsistencia y salud.
•Decenio de la ONU para la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030): una estrategia para acelerar los objetivos mundiales de restauración existentes, como el Programa de Bonn para la Restauración de los Ecosistemas, que pretende restaurar 350 millones de hectáreas de ecosistemas degradados para 2030.
Actualmente, de acuerdo con la ONU, solo se invierte sólo el 2.4 % de la financiación para el clima procedente de los principales que tienen el involucramiento de los niños y las niñas.
Finalmente, es imperativo que utilicemos nuestra posición para influir, alcanzar e impactar en una mayor acción por el clima, aprovechando nuestra experiencia para responder eficazmente a la crisis climática, para crear un futuro más sostenible para los niños, sus familias y las comunidades. Por tanto, debemos de enfocar nuestros esfuerzos en defender y promover la justicia climática, especialmente por los más vulnerables.