Reflexión de comienzos de semana

La prensa ha jugado un papel muy importante en el relativo pero firme avance democrático experimentado en las últimas décadas, pero aún sufre de grandes defectos.

Reflexión de comienzos de semana

La lección que deben aprender los jóvenes que se encauzan en este oficio es la obligación moral de mantenerse alejado de aquello sobre lo que informan e investigan. El peor error es entregarse a un líder, sea por afecto, afinidad o…

La prensa ha jugado un papel muy importante en el relativo pero firme avance democrático experimentado en las últimas décadas, pero aún sufre de grandes defectos. Son muchos sus vicios heredados de un ya lejano pasado de autoritarismo que contaminó de miedo el porvenir. Y ese miedo en cierta medida explica las crónicas debilidades institucionales que padecemos, el temor a expresarnos con absoluta libertad y los temblores que en la mayoría de los ciudadanos, ricos y pobres, cultos e ignorantes, produce disentir de la autoridad y ejercer los derechos fundamentales propios de una democracia, garantizados además por todas nuestras constituciones.

Los medios han caído en la tentación de tutear a los dirigentes políticos y han hecho de esa práctica una norma de su diario quehacer, lo que genera un clima de confianza y acercamiento letal para la crítica y su independencia. Cuando un medio llama a un político por su nombre de pila, que es la forma en que casi siempre se promueven, le está sin quererlo tal vez haciéndole propaganda. Pero la peor de todas sus faltas es la de no identificar plenamente, con la calidad real por y con la que escriben, sea periódica o diariamente, muchas veces por mera complacencia, a sus colaboradores y columnistas provenientes del activismo político.

Algunos diarios, por ejemplo, identifican a colaboradores asiduos con cargos en instituciones del Estado, en el gobierno central como en instituciones descentralizadas, así como a dirigentes de partidos políticos, en el gobierno como en la oposición, sólo por su profesión o simplemente sin mención de sus cualidades, acerca de las cuales muchas veces no han escrito una sola línea. Resaltar la militancia política de esos colaboradores, no constituiría ofensa alguna y permitiría a los lectores saber qué están leyendo, sin negarles al autor sus derechos y preferencias. 

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La lección que deben aprender los jóvenes que se encauzan en este oficio es la obligación moral de mantenerse alejado de aquello sobre lo que informan e investigan.

El peor error es entregarse a un líder, sea por afecto, afinidad o encanto. En el periodismo, la entrega del corazón va irremediablemente seguida de la pérdida del cerebro. El sentido de la proporción se pierde y con ello la objetividad y la independencia.

En pocos momentos de nuestra historia reciente, se ha visto tanta vocación en ciertos medios nacionales para inclinarse ante un liderazgo y a un gobierno tan decidido a hacer de la prensa un instrumento de sus objetivos políticos.

Muchos programas, en la radio como en la televisión, son más escenarios de confrontaciones y sumisiones políticas que canales reales de orientación y comunicación con el público. La obscenidad que esto significa sólo tiene su par en la vulgaridad que se escucha y observa en muchos de ellos.

Los periodistas se preocupaban  antes por ocultar sus preferencias y compromisos. Hoy algunos los exhiben con desparpajo y descaro. El éxito está asociado no tanto al talento como a la agresividad. Y el  debido respeto al público se está convirtiendo en la excepción por parte de aquellos a los que  no les sonríe ni el éxito ni la fama. La tragedia detrás de este fenómeno mediático radica en el hecho de que los jóvenes no parecen muy dispuestos a esperar su turno y observan este camino como el  más corto y provechoso, asumiéndolo así como un paradigma.

La lealtad que se observa en algunos profesionales del oficio a una causa partidista es una vergüenza para el periodismo nacional. Con propiedad reivindicable en estos días, hace más de un siglo Oscar Wilde escribió: “Antaño, los hombres temían el tormento, hoy tienen la prensa”. Cierta prensa aclararía yo para ser justo con aquella, bien conocida, que se honra a sí misma. l

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