El sofista, recargado

Que Dionisos nos proteja del sofista: ha vuelto a la carga. No importa el tema, para todo tiene argumentos. Y, por demás, una lógica muy sólida y convincente. Como dice un amigo: “El tipo es fino, fino”.

Que Dionisos nos proteja del sofista: ha vuelto a la carga. No importa el tema, para todo tiene argumentos. Y, por demás, una lógica muy sólida y convincente. Como dice un amigo: “El tipo es fino, fino”.Particularmente le sigo desde hace años. Incluso colecciono muchos de sus artículos. Los considero tremendos, mezclan algo muy difícil: facilidad de lectura con profundidad de datos y aporte doctrinario. El sofista lee mucho y bien, y no desde ahora. En publicaciones que procuraban el imposible de marcar el rumbo escribía igual. Excelente cuando aborda temas jurídicos, pésimo al tocar asuntos políticos.

El sofista, de forma merecida, es un referente en algunas materias. Sus libros, ha escrito varios, muestran al amante del estudio que es, sin duda alguna, evidenciando una cultura universal, y motivando a simples mortales que le seguimos cada semana. A veces me pregunto: cómo puede escribir semanalmente tan bien documentado y con citas tan diversas y atinadas.

El sofista, además, es un gran expositor. No podía ser de otra forma, es un académico de larga data. Además, una condición básica de todo buen sofista que se precie de tal cosa, es defender en el podio, en la calle, o en el ágora sus tesis, por más estrafalarias, increíbles o contrarias al interés nacional que estas sean.

El solfista, de más está decir, es un apasionado, cree en lo que dice. O parece. Y es capaz, repito, de trocar lo blanco, solo con argumentos, en negro.

Y da para todo. Por ejemplo, puede presentarnos a un general y convencernos de que estamos frente al mismo Alejandro, aunque en realidad no llegue a comerciante de esquina o vendedor de frituras ni haya comandado una legión nunca.

Ahora, el éxtasis llega al verlo defender, con fortaleza espartana, ideas en las que no cree o recela (presumiendo, claro está, que el sofista crea en algo). Y verlo vender un producto que le niega después o una idea sobre la cual él ha escrito mucho en contra, Pero los sofistas dan para eso y más.

También, y sigo con hipotéticos ejemplos, podría justificar sin inmutarse la venta o explotación de una loma, de un puerto o de toda Grecia. Y hacerlo con una sonrisita de medio lado, irónica, fina, mordaz. Como si nada fuera nada y con su cara limpia, como dicen en el Ática. Aclaro que la ironía es una condición del hombre de genio, y el sofista lo es, de eso no me cabe dudas.

El sofista, en resumen, es capaz de defender todo, incluso lo indefendible. Justifica, por ejemplo, la muerte de Sócrates, pero dice con fundamentos muy convincentes que debieron matarlo a palos, para enviar un ejemplo a la juventud que este procuraba convencer y corromper. Que la cicuta es una sutil forma de mantener al filósofo ateniense vivo y palpitante.

¡El sofista ha vuelto a la carga! ¡Qué pena!

¡Cuánto me gustaría verlo defender otras cosas!

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