Su accionar de Jugador Más Valioso en la final cerró lo que tenía pendiente

Por ciertos rincones del mejor baloncesto del mundo, Wardell Stephen Curry II tenía una deuda pendiente. En muchos mentideros, ya sea por la rivalidad que naturalmente se genera con otros estelares de la época u otra razón, faltaba algo en el prontuario del armador que cambió el juego de adentro hacia afuera por su capacidad de anotar desde tres.

Ya no debe. Esa cuenta fue saldada.

Su ejecución en la final de la NBA que concluyó el pasado jueves con la tercera victoria seguida de Golden State sobre los Boston Celtics, fue la cereza en el pastel para una celebración por todo lo alto con el cuarto título de su carrera y el primer premio al Jugador Más Valioso de esta última etapa de la contienda, que era el cacareado trofeo que hacía falta en su vitrina.

El jueves terminó con 34 puntos, al tirar de 21-12 de campo, incluido de 11-6 de tres, tomó siete rebotes y repartió igual cantidad de asistencias, además de robarse dos balones. En la final, promedió 31 puntos por partido con seis rebotes y cinco asistencias. Tiró para un 48 por ciento de campo, un 43 de tres y un 85 desde la línea de lances libres.

Ahora es uno de seis en los registros de la NBA con cuatro anillos, varios premios al Jugador Más Valioso en serie regular y al menos uno en la final de la liga junto a Michael Jordan, Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar, Tim Duncan y LeBron James.

Por igual es uno de tres que además de los logros ya mencionados cuenta con varios títulos de anotación. En ese grupo se unió a Jordan y a Abdul-Jabbar.

Al terminar con 30 tantos, al menos cinco rebotes y cinco asistencias por encuentro, el producto de la Universidad de Dayton se sumó a Jordan, LeBron y Jerry West como los únicos con esos promedios en varias ocasiones de la instancia que define la corona en el circuito.

En los segundos finales del choque del jueves en el TD Garden de Boston, se pudo apreciar cómo la emoción se apoderaba del ya veterano de 34 años.

El jugador con el número 30 en su espalda, la elección número siete de la primera ronda del sorteo universitario de 2009, no pudo esconder las lágrimas que a su vez eran una especie de descarga por tantos cuestionamientos a su juego y a los propios Warriors, sumidos en un abismo de resultados negativos desde aquella final de 2019 ante Toronto.

Sus 43 puntos en el cuarto partido cambiaron la final a favor de Golden State y dieron otro giro a su figura, que ya no tiene deudas en la NBA.

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