El medallista de oro, plata y bronce en el Mundial de Tenis, lleva una vida sana pese a las limitaciones físicas que lo rodean

Desde pequeño, Abel de Jesús Pereyra González luchó contra las vicisitudes y las enfermedades. Hizo muchas crisis emocionales y de salud producto de ser un niño autista. Ante todo esos obstáculos, De Jesús Pereyra supo levantarse con la ayuda de sus padres y sus dos hermanas, hasta convertirse en todo un guerrero.

“Mi hijo es un niño súper especial”, narra su padre Lucrecio Pereyra. “Abel es un niño autista atípico que ha sabido luchar contra todas las adversidades, en especial los ataque del bullying. En el camino pudimos superar todo esas cosas negativas con la ayuda del Señor”, agregó.

Hoy en día, Abel, de 22 años (18 de enero de 1996) es un atleta especial de las raquetas, cuya actuación ha rendido sus frutos en el Invitacional Mundial de Tenis de Olimpiadas Especiales que se celebra en el país y que hoy baja el telón. Tres medallas son el resultado de ese trabajo tesonero, que junto a su padre Lucrecio, ha forjado a través del tiempo.

“Me gusta mucho el tenis, me gusta practicarlo”, relata De Jesús de manera firme pese a su condición especial, mientras esperaba que la lluvia cesara para entrar en acción. “No importa ganar, tampoco no perder. Me gusta ganar medalla, respetar a mi compañeros. Tampoco no me gusta discutir”.

Pereyra conquistó, junto a José Julián Pérez, la presea dorada la tarde del pasado miércoles durante las competencias de dobles unificados M03 sobre el dueto mexicano integrado por Irving Alemán y Joshua Pañaloza.

“Él jugó béisbol y no le prestaba atención. Jugó baloncesto y tampoco le prestaba atención. Jugó voleibol y también vio que no era su vocación. Practicó natación y nada, aunque le fascinaba porque era un baño y a él le encanta el agua”, expresa su padre y entrenador en el tenis.

Abel de Jesús participó en uno de los comerciales que promocionaba el Mundial de Tenis, donde le prometía a la Primera Dama de la República, Cándida Montilla de Medina, que le daría a la República Dominicana una medalla de oro. Y en efecto así sucedió, pero más allá de lo que se esperaba porque a ese resultado le agregó una plata y un bronce.

“Me siento contento, contento, contento”, repetía el joven que dio sus primeros pasos en este deporte durante su estancia en el sector de Invivienda en Santo Domingo Este. “Quiero más medallas, si Dios lo permite”.

Lucrecio Pereyra junto a su hijo Abel de Jesús Pereyra.

Sus otras facetas

El tenis no es solamente lo que apasiona a Abel. Estar cerca de Dios lo llena de emoción. En la actualidad es monaguillo de la iglesia Santa Mónica, del sector Alma Rosa.
El joven llegó a cursar el tercero del bachillerato. También ha realizado cursos técnicos en ventas y mercadeo, de servicio al cliente, de peluquería. “Ahora el tiene otros sueños, por lo que esperamos que Dios nos siga iluminando”, puntualizó su padre.

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