Catherine Vidal explica que plasticidad cerebral es la capacidad que tiene el cerebro de adaptarse

Catherine Vidal ha sido directora de investigación del Instituto Pasteur, en Francia. Se especializa en neurociencias, plasticidad cerebral, y género y salud.

Este mes sostuvo una serie de encuentros en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) para dialogar con la comunidad científica y otros grupos sobre plasticidad cerebral y género, como parte de un acuerdo entre la academia y la Embajada de Francia.

Habló con elCaribe de los nuevos conocimientos sobre plasticidad cerebral y su importancia para la educación de niñas y niños.

¿En qué están centrados sus estudios en este momento y por qué le interesaron las diferencias o las posibles diferencias entre los cerebros de los hombres y las mujeres?

Intervengo en la cuestión de las diferencias entre mujeres y hombres, y mi especialidad es neurobiología. Es importante comprender los avances en el conocimiento de cómo funciona nuestro cerebro.

¿Qué podemos decir, con la mayor certeza científica posible, sobre la diferencia en los cerebros de hombres y mujeres?

Hay que tomar en cuenta que realmente hay diferencias entre el cerebro de un hombre y el de una mujer. Ahora la cuestión fundamental es entender de dónde vienen.

¿Y de dónde vienen?

Hace 50 años se pensaba que estas diferencias se notaban desde el nacimiento, por así decirlo, como si el cerebro de las niñas estuviese programado de una forma diferente al de los niños. Se entendía que su cerebro las hacia más propensas a expresarse, a trabajar con ciencias o disciplinas vinculadas al lenguaje, mientras que los niños eran supuestamente más propensos a ser matemáticos. Se les daba una orientación distinta, tanto a nivel escolar, como más adelante, a nivel profesional, lo que crea estas diferencias notables en la sociedad, y se trataba de explicar eso como algo natural.

El hallazgo más importante es la plasticidad cerebral, que es la capacidad que tiene el cerebro de adaptarse, construirse en base al aprendizaje, la educación, la experiencia vivida y la interacción que tiene con el entorno a nivel cultural y social.

¿Si en una sociedad a niñas y niños se les educara de forma más o menos igualitaria, los resultados por sexo fueran, en términos estadísticos, similares? Le pregunto porque en el país, aunque la matrícula femenina es mayor que la masculina, en carreras vinculadas a la tecnología todavía hay más hombres.

Sí, es posible lograr ese resultado, pero la educación tiene que empezar desde la primaria, lo más temprano posible. Se trata de tener una educación bien variada, mezclar los “juegos de las niñas” con los “juegos de los niños”, y más adelante, también animar a las niñas a explorar las ciencias, las carreras más técnicas, pero también animar a los niños a explorar la literatura, las artes, etc. Esto es importante, porque gracias a los hallazgos que hemos hecho hasta ahora, nos damos cuenta de que los niños y las niñas tienen las mismas capacidades cognitivas, de imaginar, crear…

¿Entonces, de dónde sale la idea, tan repetida, de que, estadísticamente, las mujeres suelen tener una inteligencia promedio, mientras que entre los hombres hay más genios y también más individuos con bajas capacidades intelectuales?

Son estudios que se han hecho con estadísticas. Pero, con las estadísticas actuales, que son más rigurosas y han incluido más análisis de niños, niñas, hombres y mujeres vemos que básicamente no es así. Hay una gran diversidad, algunos más, algunos menos, pero no se puede notar una gran diferencia estadística entre los sexos. Hay una gran diversidad de personalidades entre los hombres y una gran diversidad de personalidades entre las mujeres.

¿Es decir que la idea de representar los grandes logros masculinos como fruto de la genialidad y asociar los grandes logros de las mujeres solo al esfuerzo, al orden y al trabajo duro no es correcto?

Eso sucede porque en principio pensábamos que, puesto que las mujeres suelen dedicarse más a tareas de cuidado y al lenguaje, los hombres estaban más dispuestos para la ciencia, la técnica, la matemática y que el cerebro de la mujer no estaba bien adaptado para esas ramas. Pero actualmente, con estos nuevos hallazgos, nos hemos dado cuenta de que influye mucho el contexto: una mujer que escucha que es mejor en lenguas que en matemáticas, al final se lo cree. Igual si los varones escuchan constantemente que son mejores en matemáticas, pues se lo creen.

Y la maternidad, ¿no influye en el cerebro de las mujeres, no las hace más inclinadas al cuidado?

Esa teoría tiene 50 años y explica que las hormonas sexuales tienen un impacto en cómo se va organizando el cerebro desde el nacimiento. Por ejemplo, sabemos que desde la vida embrionaria hay más testosterona en un feto masculino que en un feto femenino. Pensábamos que la acción de esa hormona causaba un efecto en la composición imborrable en su cerebro. Esa teoría trataba de explicar por qué quizás los hombres tendrían una posición diferente al de las mujeres en la sociedad, puesto que las hormonas tendrían un papel o un rol muy importante en el desarrollo de la vida embrionaria de un hombre. Con esa misma narrativa se trataba de explicar por qué los hombres eran más agresivos y tenían más deseo sexual. Se trataba sencillamente de una explicación naturalista, se asumía que todo se debe a la naturaleza.

Hoy en día, con el hallazgo de la plasticidad cerebral, nos damos cuenta de que el cerebro se va construyendo en la medida en la que va interactuando con su entorno. La idea de que las hormonas tienen un impacto desde la vida embrionaria que pudiera hacer que el cerebro de los niños sea diferente, no concuerda con la realidad que vemos en estos hallazgos. Ahora entendemos que si el comportamiento de los hombres es más agresivo, no se debe a la acción de las hormonas, sino a la influencia del entorno social y cultural que les asigna un rol de dominación.

¿Cómo este conocimiento puede contribuir con la aplicación de políticas públicas que ayuden a erradicar estereotipos basados en el énfasis excesivo en las diferencias, sobre todo aquellos que influyen en ideas que conducen a la violencia contra las mujeres o a su sumisión?

Por eso es tan importante que los biólogos se pongan al frente, para tratar de explicar realmente qué está sucediendo y hacer entender a la sociedad que no se trata de cuestiones naturales. Si decimos que es natural, estamos prácticamente eliminando cualquier posibilidad de hacer una mejoría, porque si es natural no podemos luchar contra nuestra naturaleza.

Quizás es una percepción sesgada, pero parece que en el país hay una cultura de cuidar a las niñas de todos los hombres, como si ellos fuesen potenciales violadores (porque también hay cifras importantes de violación sexual). A veces incluso se les cuida de sus padres, es como si fuesen depredadores, de forma que se confía más en una vecina que en el hermano o en el padre de la niña. ¿Estas ideas vienen de esta creencia en una “naturaleza incontrolable” de los hombres?

Lo más importante es trabajar en la educación, lo más temprano posible. Por ejemplo, la idea que inconscientemente se les da a las niñas con esta realidad cultural, es que los hombres son depredadores sexuales, pero eso tiene un efecto no solo en las niñas que van a reproducir el patrón con las hijas, sino también en el comportamiento de algunos niños.

Volviendo a nuestros cerebros, ¿las diferencias sexuales no influyen de alguna forma en nuestro comportamiento? Parece difícil de creer que no influyan en nada…

Si bien es cierto que físicamente somos diferentes, nuestros órganos sexuales son diferentes, básicamente no hay cerebros diferentes. El cerebro se va formando, construyendo poco a poco en la medida en que vamos interactuando con el entorno, con nuestra sociedad y nuestra cultura. Y es más el impacto de nuestra cultura, es lo que va a moldear nuestro comportamiento.

¿La maternidad biológica cambia de alguna manera el cerebro el cerebro de las mujeres?

Si bien es cierto que puede haber efectos sicológicos producto de la maternidad, porque una mujer ve su cuerpo cambiando, la barriga creciendo; no se puede usar esto para dar por sentado que las mujeres tienen algo así como un “instinto maternal”, es mejor hablar del amor maternal o del amor paternal.

¿Es decir que el amor a los hijos es un acto racional, una opción, una decisión y nos viene dado por la cultura?

Entre los seres humanos, cuando el bebé nace, si lo dejas solo se muere. Pero un bebé caballo, cuando nace, se va corriendo, no hay esa necesidad de proteger tanto a la cría como en el caso de los seres humanos. Es necesario que el bebé (humano) tenga ese cuidado, lo puede hacer tanto la madre como el padre, la misma gente del pueblo, sus hermanos, familiares…pero es necesario que reciba esos cuidados para que su cerebro se desarrolle y llegue al punto de ser autónomo.

Pero está la lactancia, que crea un vínculo, ¿no?

La lactancia es sencillamente una función que tenemos como mamíferos, pero hay muchas madres que deciden, o no, lactar. También está el caso de mujeres que deciden adoptar niños y son capaces de darles todo el amor. No es amamantar lo que te produce el amor en el cerebro, es un vínculo que se crea, una construcción.

¿Estos debates han llegado a las universidades y a las políticas públicas?

En conjunto con otras disciplinas, no solamente la neurobiología, también profesionales de la antropología y los estudios de género, se ha creado una red, NeuroGenderings, cuyo principal objetivo es promover estas nuevas investigaciones. Lo más importante es que haya colaboración entre disciplinas diferentes y también entre países.

¿Todas estas ideas se han tomado en cuenta en políticas publicas sobre violencia, maternidad y paternidad en Francia?

Sí, yo misma y otros colegas trabajamos de cerca, en muchas ocasiones, con el Ministerio de Educación. A veces son organismos públicos que abordan a expertos sobre este tipo de cuestiones. En Francia también existen asociaciones civiles con mucho poder que hacen acciones en las escuelas para luchar contra los estereotipos.

Comunidad científica, racismo y debate político

Vidal destaca que, con la fuerza que ha tomado el conservadurismo en muchos países, especialmente en Estados Unidos, han vuelto a resurgir ideas ya superadas por las ciencias, que promueven el racismo y el sexismo. Incluso, se ha vuelto a la enseñanza del creacionismo en algunos centros educativos.

Señala la importancia de separar los resultados de las investigaciones y los debates científicos de las opiniones individuales, incluso de las de algunos profesionales de las ciencias.

“Los científicos son humanos y hay científicos afectados por el racismo, el sexismo. A veces es difícil separar la opinión del científico del dato concreto”, explica.

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