Afirma que la Iglesia católica ha mantenido ese ministerio y lo seguirá haciendo porque tiene un fondo simbólico

“La vida religiosa femenina tiene que ir más allá de donde ha estado y ocupar un lugar relevante en las instituciones que dirigen y mueven la Iglesia universal porque hay campos que le han estado prohibidos a las monjas”.

De la orden de los Misioneros del Sagrado Corazón, quien así se expresa es el padre Darío Taveras, uno de esos sacerdotes que no anda con rodeos a la hora de llamar al pan, pan y al vino, vino.
Sin embargo, aclara que no cree que la Iglesia haya ponderado a nivel corporativo la posibilidad de que la mujer pueda ejercer el sacerdocio.

“En la historia de la Iglesia católica el sacerdocio sigue estando reservado a los varones”, asegura el padre Taveras, para luego enfatizar que hasta el día y el momento en que se instituyó ese ministerio tiene un significado que está asociado a los hombres.

“Fue un Jueves Santo, en una cena presidida por el maestro, por Jesús, quien se despedía de sus discípulos, la última noche de su vida, para cumplir la voluntad del Padre”, recordó.

Le parece natural que algunos quieran dar esa autoridad a la mujer como forma de subsanar la injusticia que puede sugerir el hecho de que la Iglesia esté dirigida por hombres. No obstante, advirtió que no cree que se deba apuntar por ahí.

“A la mujer, lo que la Iglesia tiene que reparar es esa marginación y hasta esa desigualdad, en la manera de utilizar y contar con la mujer, en pocas cosas en comparación con todo lo que ella puede hacer”, consideró. Desde su punto de vista, la mujer no necesita ejercer el sacerdocio para tener todo el valor que Jesús le otorgó porque él no sólo tuvo una madre, sino que comunicó su resurrección a través de María Magdalena.

Para Taveras, que el número de religiosas esté disminuyendo no significa que la vida consagrada a Dios haya entrado en declive o languidezca. “Son señales de una Iglesia que tiene crisis, problemas, pero que también descubre, avanza, propone y ejecuta”, asegura.

El botón que le sirve de muestra es el reciente nombramiento de Francesca Di Giovanni como subsecretaria de la Sección para las Relaciones con los Estados, el mayor cargo ocupado por una mujer en el Vaticano.

El sacerdote explica que solo por desempeñar esa posición, Di Giovanni entra en un círculo de obispos y cardenales de la Iglesia católica “a la que una mujer no se podía ni asomar”.

“Ese hecho solamente es muy significativo”, comentó el padre Taveras, durante una entrevista concedida a elCaribe en su casa de Santiago de los Caballeros, adonde se ha trasladado para recobrar la salud, luego de años de trayectoria eclesial y misionera como Provincial de los Misioneros del Sagrado Corazón y presidente de la Conferencia Dominicana de Religiosos (CONDOR).

Declaró que el Papa Francisco “se ha dado cuenta de que la mujer y no solamente la religiosa, sino la casada y la que no se ha casado, pero que tiene una profesión, puede poner al servicio del Evangelio una capacidad intelectual y reflexiva que no ha sido aprovechada”.

Además, destaca el hecho de que: “uno vive en una Iglesia que ha disminuido en los números, pero que curiosamente ha avanzado en los compromisos y en su visión”. Identifica al Concilio Vaticano II y a Medellín, donde se celebró la Segunda Conferencia General del Episcopado de América Latina, como impulsores de un avance nunca visto en la Iglesia católica.

Hay compromiso

“En la vida religiosa, especialmente en la femenina, no falta gente comprometida”, plantea de manera categórica. Sostiene que tanto la labor que desarrollan las monjas a través de los centros educativos, los hospitales o asilos, como la que llevan a cabo las religiosas que viven en claustro, silencio y oración tienen un valor inconmensurable para la humanidad.

Al hacer el planteamiento, el sacerdote va más lejos en la defensa de las monjas de clausura que viven en un convento. “Aunque falte personal activo, las religiosas contemplativas siguen siendo necesarias porque la oración más comprometida, aquellos que rezan por los que no rezamos o rezamos menos, es una necesidad”, sostuvo.

A juicio del padre Taveras, aunque a muchos les de miedo la palabra crisis, en verdad “es solo un momento en la vida de un ser momento o de una corporación”, que se produce porque las circunstancias han cambiado. “En el aspecto de la fe, de lo religioso, la familia ha cambiado por completo. La consagración a Dios, a la Iglesia, eso es mínimo”, explica.

La congregación religiosa a la que pertenece llegó a tener más de 3 mil sacerdotes en 55 países. Hoy tienen poco más de 2 mil miembros. “La situación presente no es solo dominicana, es mundial”, indica para luego precisar que si antes una casa de formación integrada por 50 personas, ahora sólo hay 10 ó 15.

“Somos una Iglesia compuesta por humanos que fallamos en muchas cosas, incluyendo el ardor, el fervor, el entusiasmo, en nuestra manera de conducirnos, pero que a la vez seguimos adelante, convencidos de que hay valores a los que no se puede renunciar porque falte personal”, añade el padre Taveras.

Concilio Vaticano II fue un punto de inflexión

Los cambios que trajo el Concilio Vaticano II fueron de gran relevancia para la Iglesia católica.

Convocadas por el papa Juan XXIII, las reuniones del concilio posibilitaron la consolidación de tres movimientos de renovación. Uno litúrgico que propició que la misa no se diera en latín, sino en la lengua nativa y que el sacerdote celebrara de frente a los creyentes. El bíblico que difundió la lectura de la Biblia entre los fieles y el ecuménico, que abrió el diálogo con otras iglesias y religiones.

El movimiento de reforma dejó claro, además, que la Iglesia no es solo de los sacerdotes y religiosas, sino de los laicos, que dejaron de ser expectadores para convertirse en líderes pastorales.

El papa Juan Pablo II pidió perdón por los errores cometidos y se promovió la unidad.

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