Brunita Payano narra el infierno que vivió en su matrimonio por constantes maltratos físicos y psicológicos que recibía por parte de su expareja

Hace unos días tuve la oportunidad de conversar con una persona a quien le capté fortaleza en sus palabras, pese a una suma de experiencias terribles que la llevaron a separarse de quien fuera su pareja por varios años.

Un divorcio no es algo sencillo de asimilar, pero cuando existen razones para dar el paso, lo conveniente es cortar. Esta historia tiene dos partes: la experiencia que ha vivido Brunita Payano, de 40 años; la otra se trata de aspectos que la afectan actualmente como madre de una niña de 6 años.

En la primera parte, Brunita narra aquel episodio en el cual ella decide poner punto final a una historia de convivencia matrimonial que llevaba un tiempo, la cual inició con maltratos continuos que recibía de su expareja.

“Al inicio no lo notas o simplemente decides ignorarlo, porque estás enamorada, quieres y amas a tu familia, piensas en que las cosas pueden cambiar y arreglarse; así va creciendo poco a poco el maltrato, iniciando con insultos de palabras, hasta que poco a poco se fue convirtiendo en mi Hitler, en mi verdugo, en el amo y señor; y yo le dejaba pasar muchas cosas por no discutir o no dar un mal ejemplo a mi hija”, expresa Brunita.

Ella narra que siempre se ha considerado una mujer fuerte, luchadora, un ejemplo a seguir, emprendedora e indomable; hasta que se volvió madre, que se sintió vulnerable en sus manos y temerosa de que lo peor le fuera a pasar a su hija. Por miedo calló, aguantó y fingió que estaba bien. Para el público era una pareja de jóvenes perfecta, dos emprendedores juntos que sacan adelante su familia y lo dan todo por su hija.

Se encontraba en medio del esfuerzo que hiciera por intentar ayudarlo, terapias psicológicas, sentarse a hablar con él o al menos intentarlo y no encontrar una solución, aparte de que la niña estaba presenciando momentos irracionales.

Después de años de maltratos emocionales, psicológicos y físicos, una situación la llevó al extremo. Rechazó una “reconciliación íntima” y eso detonó en él un lado oscuro que era peligroso para su integridad física.

“No se imaginan como sacas fuerzas de donde no tienes para pretender que todo está bien e intentar calmar la situación, por el bien de tu hija. Visto que no podía luchar con su fuerza de hombre tuve que quedarme, jurarle que no me iría a ningún lado e intentar dormir junto a él, aterrorizada del miedo, miedo de quien se supone te amaba y de quien deberías estar confiada y segura, pero temes por el bienestar de tu hija y el tuyo”, dijo Brunita.

Al día siguiente de aquel episodio violento, el roble finalmente había caído. En un momento de compartir entre su hermano y su cuñada, en presencia de él y su hija, ella se desvanece, sinceriza su situación frente a sus familiares y es allí donde finalmente se le cayó la máscara delante de todos.

“Reconozco que fui débil y, en mi empeño por no hacerle daño al papá de mi hija, no dejé que ellos llamaran a la policía (grave error); aun no sé cómo pude, a pesar de todo aquel daño y traumas, pensar en su bienestar. Pasamos una noche de infierno, en vela, hablándole de todas las formas posibles, tratando de que entendiera que las cosas no son a la fuerza y que uno no hace daño a quien ama”.

Luego de todos los acontecimientos sucedidos, ella ha dado algunos pasos como: denunciar la situación en el Ministerio Público de Puerto Plata; se ha dejado guiar por abogados; está recibiendo atención psicológica y, sobre todo, su familia le ayuda a pasar la situación. Luego de la denuncia, la persecución y el acoso continuaron; pasó el tiempo y finalmente obtiene el divorcio.

En la segunda parte de la historia, estando Brunita “libre” enfrenta ahora una situación. Tenía planificadas unas vacaciones para ir a ver a la abuela de la niña a otro país, pero se encontró con que luego de tener la carta de permiso, él decide bloquear la salida del país de su hija. Ahora él interpuso demandas, entre ellas, la de guarda y custodia de la pequeña.

Sobre esta situación, me dice que le pide al padre de su hija madurar y respetar. “Los hijos tienen sentimientos, tienen un corazoncito y no entienden por qué mamá y papá pelean o no están más juntos, no debemos utilizarlos para hacernos daño entre sí. Nuestro deber principal es proteger y no dañarles durante el proceso, mantenerlos al margen de las discusiones de adultos, pero, sobre todo, hacerles saber que los amamos incondicionalmente y que, no importa si no están juntos, lo van a seguir amando, pero no menos importante, también explicarles que ellos no son responsables de lo que pasa entre los adultos y que no son culpables de la situación que está ocurriendo”.

Cerramos la conversación con unas palabras de Brunita: “No toleremos la falta de respeto, ni maltrato de ninguna índole, ni físico, ni psicológico por pequeño que te parezca”.

Brunita Payano.

Experiencia
Para Brunita Payano lo fundamental es dejar atrás la ola de sombras, tristezas y ansiedad que le ha dejado la separación de su expareja y cuidar a su hija.

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