Con la puesta en circulación de los corredores de autobuses en las avenidas Núñez de Cáceres y Winston Churchill, más las declaraciones del ministro de la Presidencia sobre la funcionalidad de las unidades de la Oficina Metropolitana de Servicios de Autobuses (OMSA), ¿se puede decir que está llegando a su fin ese servicio de transporte?

 

Extrapolando lo dicho por el presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, al referirse a la dictadura de Trujillo como un “animal prehistórico incompatible con el siglo XX”, ¿será que esa misma frase le cae como dedo en el anillo al que fuera el servicio de transporte público más importante después del Metro de Santo Domingo?

 

Macarrulla ha dicho que la OMSA es un sistema de transporte que no funciona por el alto costo en subsidio que implica para cada pasajero y también ha advertido que la entidad deberá competir en calidad y precio con los nuevos corredores.

 

Más que una amenaza o advertencia, parece el preludio de lo que sería el final de una institución que ha estado plagada de denuncias de corrupción y escándalos estruendosos que han mermado la confianza de la ciudadanía.

 

Y es que a casi una semana de que se inaugurara el corredor de autobuses de la avenida Winston Churchill, el tránsito se encuentra mínimamente despejado.

De acuerdo a la periodista Eliana Ledesma, con la recién ejecución de esta modalidad, se han acortado los atascos que caracterizan esa neurálgica vía de la capital, con la identificación e instalación de paradas específicas.

 

Durante un recorrido por la referida ruta se observaron algunos tramos vacíos sin la presencia de vehículos. Además, de que algunos conductores particulares se acostumbran a permitir el paso de esas guaguas en la cercanía de las paradas que fueron establecidas.

 

Ruidos en la OMSA

Con casi 25 años de funcionamiento, la OMSA se ha visto envuelta en infinitos escándalos que no han ayudado en nada a la institucionalidad.

El más conocido es el escándalo de corrupción de alta envergadura que salpicó a su director Manuel Rivas y que desencadenó en el asesinato del abogado y catedrático Yuniol Ramírez.

Pero Rivas no fue el único director en haber caído preso ya que Diógenes Castillo (ya fallecido) fue acusado por los sindicalistas de transporte de este gastar en clientelismo, duplicar la nómina y otorgar préstamos de unidades a particulares. En ese momento la institución contaba con casi 5,000 empleados y 729 autobuses, la mayoría fuera de servicio.

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