El duelo es una emoción compleja que se puede entender como un profundo sentimiento de tristeza y dolor emocional, ocasionado por una pérdida, un cambio significativo o una crisis

Una muerte, una mudanza, un divorcio, una catástrofe natural, un proyecto que no concretice, una enfermedad, la vejez, la amputación de una extremidad, la pérdida de un equipo o partido político favorito, pueden ocasionar el sentimiento de duelo, asegura la psicóloga clínica Karem González, del Centro Vida y Familia.

De acuerdo a la especialista, el fenómeno de duelo ocurre a partir de cómo la persona responde a lo que entiende que ha perdido.
Este siempre será una experiencia única, individual, dinámica, activa y oscilante. Esto último, para González significa que las emociones van a ir desde un dolor intenso, vacío desesperante, anhelo por la persona que no está (en el caso de muerte), hasta un sentimiento de tranquilidad cargado de buenos recuerdos. “Cada persona vivirá su proceso de duelo tal como es, de acuerdo a su personalidad, principios e historia, enmarcados en sus sistemas de creencias y cultura”, señaló González, quien respondió a las siguientes interrogantes al ser abodardada por elCaribe.

¿Cuáles son las manifestaciones propias de un duelo?

No es una enfermedad y, por tanto, no se debe patologizar. Permitir que las personas expresen sus emociones, en lugar de suprimirlas o evitarlas; va a conducir a un proceso de duelo normal. Las manifestaciones propias de un duelo variarán según la personalidad del doliente o de quien experimenta la crisis. Estas señales son variadas y pueden ir desde el llanto, hasta la intranquilidad e hiperactividad.

Las expresiones más comunes son el llanto desmedido, alteraciones en el apetito y en el sueño; pérdida de interés en actividades placenteras, falta de motivación y voluntad; sentirse irritable y/o sensible frente algunos temas, incredulidad, miedo a estar solo, y más. Cabe destacar que estos síntomas son adaptativos, y pasado un tiempo prudente desaparecen por si solos. No son signos propios del duelo tener pensamientos suicidas, intención suicida ni homicidas.

¿Cuánto tiempo puede durar este proceso?

Tanto como se necesite. No podemos poner una métrica, ni exigir un tiempo determinado para sanar. El dolor no es una sensación de amplitud, sino de profundidad, es por eso que el procesar el dolor no se lleva tiempo, conlleva esfuerzos. Hay duelos que pueden tomar años, y otros que al cabo de meses quedan resueltos. Lo que hace más o menos drástica la respuesta al duelo, es el tipo de pérdida y el tipo de vínculo que existía con el objeto perdido. Mientras más profunda haya sido la conexión entre el doliente y lo perdido, más profunda será la dimensión del dolor y por ende, mayor tiempo se tomará su duelo.

Cuando no sana, ¿qué puede pasar?

Se vive del recuerdo, se sobrevive un día a la vez, se afecta la capacidad de disfrute en la persona, se enrosca en el lamento y la agonía. La persona se resiste a gozar y se siente culpable de ser feliz, no logra avanzar emocionalmente a estados más especializados y maduros. La respuesta física al dolor suele venir acompañada de síntomas somatoformes como dolores reumáticos, de cabeza crónicos, enfermedades y alteraciones gástricas. Socialmente se torna apático, aislado y reservado, les da vergüenza y fastidio compartir y relacionarse, esto puede afectar a su vez todas sus relaciones paralelas, desde familiares hasta comerciales y/o laborales. El padecer crónicamente estas condiciones de vida, eventualmente desembocan en el desarrollo de trastornos de estado de ánimo, y demás patologías psicológicas.

¿Cómo se puede ayudar a una persona que esté pasando por este proceso?

Al doliente déjelo llorar, pues lo que no duele no sana. Se ayuda más no obstaculizando que proponiendo soluciones. A veces en nuestro afán por evitar que el otro sufra, impedimos que el duelo madure y paradójicamente, prolongamos el sufrimiento.

En un duelo podemos ayudar desde la escucha activa, haciendo preguntas sobre su estado de ánimo, documentándonos sobre duelo, y normalizando la situación del doliente, en caso que aplique, si por alguna razón se determina que la vida de la persona corre peligro, en casos de descuido extremo, hacer los referimientos de lugar y buscar los canales de ayuda correspondientes.

Para poder acompañar en un duelo, omita los juicios de valor sobre el tipo de pérdida, evite las ‘famosas’ palabras de aliento, pues pocas veces cumplen realmente ese propósito, y esto más que aliviar, lo que brinda es mayor índice de frustración. Escuche activamente sin dar recomendaciones. Brinde contacto y cercanía física, no culpabilice al doliente ni explore las cosas que “debió haber hecho”. Esta persona necesita contención, no soluciones, ya que las toma él.

Ser empáticos no necesariamente significa llorar ni reír con el afectado, sino entender y aceptar que cada quien procesa diferente en tiempo y ritmo su dolor y circunstancias.

Puntualmente, se aconseja abordar temas paralelos a la pérdida, brindarle seguimiento a su estado de ánimo y necesidades, validar su dolor o su llanto permitiéndole ese espacio de drenaje emocional, dar confianza sobre los temas que se permita hablar, y sobre todo, saber escuchar. Escuchar acompaña.

Karem González, psicóloga clínica.

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