Abrazar es mucho más de lo que el diccionario define como “Acto de rodear con los brazos a alguien o de hacerlo dos personas entre sí, como muestra de afecto, cariño, felicitación, etc.” Es contacto que provoca comunicación de almas; es entrega de ambas partes y aunque suene extraño, no todos saben abrazar.

Lejos del abrazo carnal, de la comunión de cuerpos en el sexo, de las relaciones románticas, al margen de la atracción sexual y del acercamiento con fines distintos, el abrazo de dos personas que se identifican en su afinidad sensorial, provoca reacciones que a la ciencia se le hace difícil explicar. El “vainavirus”, causante de la pandemia del bautizado como Covid 19, que ha puesto patas arriba a la humanidad toda, arrastra infinidad de consecuencias que afectan el equilibrio emocional de todos, ordena el distanciamiento físico y prácticamente reduce los abrazos a una añoranza emocional.

Esa ausencia de abrazos hace aún más difícil la superación de las angustias propias del encierro, de los miedos patentes y de la actuación colectiva. Teorías, opiniones, criterios múltiples y antagónicos definen el ambiente de pandemia sin futuro cierto y con aprehensiones diversas y apremiantes. La vida se nos ha dañado y su calidad se encoge limitando acciones, reduciendo la interacción y provocando la separación, pero más que nada que el abrazo ahora es casi una agresión, una “ofensa” creando una gran disyuntiva: el corazón impulsa, los brazos quieren, el cuerpo reclama y la razón lo perturba todo.

Debo abrazos, muchos y las “finanzas” emocionales expresan un déficit de entregas y recibos de esas expresiones simples de cariños, que alegran el alma, regocijan el corazón y producen efectos terapéuticos no medibles por ciencia alguna. Tengo pendiente recibir miles de abrazos y mientras me debato entre el impulso espontáneo casi incontrolable, de abrazar y ser abrazado en el obligado distanciamiento. Debe llegar el día de equilibrar esas debidas de abrazos pendientes: con las criaturas que precisan de ellos como alimento para que sus almas se desarrollen sin déficits emocionales; a los hijos, padres y hermanos a los que hemos restringido esa entrega emocional que en cada abrazo se da.

A los amigos especiales que aprecian los abrazos y cultivan el culto a la amistad sincera, matizada por esas expresiones corporales en la que sentimos al otro adherido a nuestro cuerpo mientras flueye el cariño verdadero. El Covid nos ha alejado momentáneamente en lo físico, pero conservamos la adicción a los abrazos y experimentamos las vías para mantener vivos los afectos, los aprecios, el amor en todos sus grados y manifestaciones.

Revisa tu cuenta “abrazos” para saber por donde andan tus balances y estoy seguro de que afrontas un profundo déficit. En el mío, hay aún muchos pendientes por dar y recibir en este daño emocional colateral y no evaluado. Estos tiempos de alteración emocional me han convencido de que dependo de esos abrazos extraviados.

Posted in Edición Impresa, Opiniones

Más de edicion-impresa

Más leídas de edicion-impresa

Las Más leídas