El quehacer ministerial no se ha centrado en cambiar la trascendencia del trabajo cultural hacia lo económico

La cultura -eso que nos caracteriza y diferencia de los animales- es en las dictaduras motivo de desarrollo para que sirva de buena imagen de esos regímenes. En cambio en la mayoría de las democracias es relegada entre los ministerios que son “una carga para la economía y el Estado”.

En República Dominicana pasó por la primera experiencia y se mantiene en la segunda. Nuestros funcionarios no acaban de ver al sector cultural como un ministerio que aporta a la economía.

Si el 2022 se perdió todo el tiempo posible en cuestiones realmente esenciales para el desarrollo cultural del país, no creo -ojalá mi boca mienta- que en el 2023 vaya a ser mejor.

Los pocos recursos que le sean asignados probablemente tendrán un claro acento reeleccionista. Por ejemplo: echar a andar a la muy tropezada Ley de Mecenazgo, si es que se logra, aunque no se lo propongan tendrá ese efecto reeleccionista. Han tenido el año completo para afinar y echar adelante una ley que fue promulgada el 17 de julio del 2019. Su reglamento fue emitido a través del Decreto No. 558-2, el 10 de septiembre del 2021. El proyecto de ley fue introducido por el hoy alcalde de Santo Domingo Este, Manuel Jiménez en el 2011. En poco tiempo cumplirá 13 años de brega.

Parecería que el Ministerio de Cultura se empecinó en que la persona que ha llevado la ley desde que comenzó hasta ahora, no fuese -como debería ser- el director nacional de Mecenazgo: el crítico de arte Abil Peralta Agüero, quien al decir del senador Franklin Romero, persona que llevó la ley adelante desde que se inició como legislador, Abil es “quien para mí es el corazón de esta ley, a quien le debemos casi la totalidad de sus conocimientos puestos a disposición de ella, cómo la ha defendido, todos los talleres y conferencias que ha hecho de esta ley. Estuvo con nosotros en Palacio, trabajando con el Reglamento.

Fue la persona que incluso asesoró para hacer el Reglamento. Él es quien conoce la Ley de la A hasta la Z”.

Con semejante pedigree era difícil no incluirlo en la terna de propuestas al presidente, a quien según parece el senador había solicitado que fuese Abil. Pues hicieron las cosas de tal manera que indignaron al bueno de Abil de tal modo que se negó. La terna enviada al presidente incluye solo a una persona conocida del ámbito cultural. De cualquier manera en la Comisión de Mecenazgo tiene en mayoría una conocida empresa del país, que según se comenta en los corillos culturales, se alzará finalmente con la influencia en la política de mecenazgo.

Maquillaje y descentralización

El trabajo del Ministerio de Cultura ha estado centrado en una labor de maquillaje y descentralización.

La descentralización o demembramiento de áreas medulares del Ministerio, lo van convirtiendo en un cascarón que lo único que hace es gastar. Esto puede traer como resultado el volver a convertir Cultura en una dirección dentro del Ministerio de Educación.

Ha faltado influir de manera decisiva y rotunda en los poderes del país, para darle el vuelco que pudo haberle dado a este sector. Pero que ya, parece, no ocurrirá. Falta enfrentarse a los poderes máximos del país con coraje y con números.

Hay demasiado por hacer en el cambio de perspectiva de la cultura desde el punto de vista económico.

Hasta tanto no se asuma eso como política de Estado, seguiremos padeciendo de los prejuicios contra el sector que aporta al Producto Interno Bruto en cantidades actuales que podrían multiplicarse fácilmente.

Echar a andar una nueva política hacia la música, como principal producto de las industrias culturales, puede aportar más que lo aporta ahora mismo el cine. Para ello hay que cambiar el paradigma de los software y otros productos digitales como centro de las industrias culturales.

Dejar que otros países celebren, festejen, y se beneficien del merengue y la bachata, da vergüenza. Acaba de ocurrir en el Día del Merengue en Colombia y meses antes en Venezuela.

Hay que ampliar ese concepto de industrias culturales con la exportación por ejemplo del teatro musical hacia Centroamérica y América Latina. Así mismo hay que trabajar en lograr productos artesanales de alta factura estética que permitan situarlo en mercados importantes.

Se ha seguido aplazando la reactivación de los proyectos culturales, lo cual significó una revolución -como concepto- en tiempos de José Antonio Rodríguez. Retomarlo y perfeccionarlo, hubiese sido una gran solución.

Entre las cosas negativas del año no puede quedar fuera la infausta experiencia de la Feria Internacional del Libro en la Ciudad Colonial (tal y como predijimos desde este medio) y el Carnaval Nacional. La política de recursos humanos, con maltratos a personalidades de la cultura y funcionarios que fueron despiadadamente cancelados (entre ellos Basilio Belliard, secretario del Consejo Nacional de Cultura); la falta de funcionamiento de este consejo; la ausencia de una política cultural claramente diseñada con objetivos claros que permitan una evaluación más concreta. Y, entre otros, la ausencia de respuesta sobre el robo (¿o autorrobo?, como dicen por ahí) del boceto de Tovar.

Estos datos son tomados de su página web

Entre las acciones positivas del Ministerio de Cultura este año ha estado la organización del Festival Internacional del Teatro; la buena idea de organizar el Festival del Libro y la Cultura de Puerto Plata; la puesta en funcionamiento del aire acondicionado del Gran Teatro del Cibao para la Cumbre del SICA (aunque falta que cambien la política de programación); la entrega de premios como el de artes plásticas y los de literatura y música; la composición de la Comisión de la Bienal de Artes Visuales; la organización de las Noches de los Museos y de las Noches de Navidad.

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