No importa el género o el idioma, la fuerza y delicadeza de la voz del tenor italiano Andrea Bocelli es una especie de traductor de emociones capaz de generar los más cálidos afectos de un público que tiene en muchos rincones del mundo.
En la República Dominicana no es la excepción. En su regreso, luego de dos años de ausencia, una fiel fanaticada volvió a disfrutar su canto lleno de amor, de esperanza, de compasión, alegría y paz que el famoso toscano transmite a través de un apasionante repertorio de óperas, canciones clásicas y música romántica popular.
Su concierto en el salón Fillmore de Hard Rock Hotel & Casino Punta Cana (producido por el empresario artístico Saymon Diaz) atrajo a un público variopinto que lo ovacionó y le brindó intensos aplausos desde la primera hasta la última pieza de un programa que dividió en dos: una primera parte dedicada a la ópera, y la segunda a clásicos de la historia de la música y del cine.
Con una intensa técnica de canto, que permite a un artista poder enfrentar exitosamente, sea la ópera o la balada-pop, el cantante, de 59 años, inició al compás de una de las piezas más conocidas de la lírica universal, “La donna è mobile”, aria de la ópera Rigoletto de Giuseppe Verdi. De este compositor romántico italiano de la ópera del siglo XIX, también aderezó con la aria tenor corta “Di quella pira”, de la ópera Il Trovatore.
Al igual que en el concierto de 2015 en el anfiteatro de Altos de Chavón, Bocelli compartió el escenario con voces femeninas de lujo, además del respaldo de la Orquesta Filarmónica de Santo Domingo, dirigida por Eugene Kohn. Esta vez las sopranos Nathalie Peña-Comas (dominicana) y Larisa Martínez (puertorriqueña), y Cristal Marie como artista invitada, sumaron momentos brillantes al recital de la gira mundial 2018.
A Martínez la dejó introducirse sola con una deslumbrante interpretación de “Stridono Iassu”, de la ópera Pagliacci, del italiano Ruggero Leoncavallo, que mostró la calidad de su voz.
Luego Bocelli regresó al escenario con una aria de Massenet, “O, souveraln”, de la ópera La Cid, y más tarde hicieron el primer dueto de la noche con “Romeo y Julieta” del compositor francés Charles Gounod.
La artista puertorriqueña también mostró el encanto de “Quando m´ en vió” y el tenor italiano arrancó fuertes aplausos al final de “Che´lla mi creada libero”, ambas piezas extraídas de La Boheme y La Fanciulla del West de Puccini, respectivamente. No menos encantadora fue la soprano Nathalie Peña-Comas, quien desde su primera interpretación junto a Bocelli, “O soave fanciulla” de La Bohéme de Puccini, sedujo a los espectadores hasta la última nota con una combinación perfecta de estilos.
Para cerrar la primera parte, Bocelli completó la trilogía romántica popular de Verdi con el brindis de La Traviata, “Libiamo, libiamo”.
Tras 20 minutos de receso, la segunda parte elevó el encanto del recital con la seductora voz Nathalie Peña al ritmo de la pieza del compositor Pablo Luna, “De España vengo”, que se desprende de la zarzuela “El niño judío”.
El tenor se lució con elegancia con trabajos de Moreno Torroba (Maravilla) y Joaquín Rodrigo (Sentimiento). El entusiasmo del público se sintió más en “Granada” de Agustín Lara, y en el viaje romántico del cine con la imperecedera “María”, que estampó Leonardo Bernstein en West Side Story, y “Be my love”, de Nicholas Brodsky para la película de Mario Lanza, El brindis de Nueva Orleans.
Con la estampa dominicana “Derroche”, de Manuel Jiménez, le dio la oportunidad de lucírsela a la cantante Cristal Marie, y para cerrar el segundo tramo unieron sus voces con “Vivo por ella” y “Canto della terra”, que finalizó unas 4,000 personas aplaudiendo de pie.
No se quedaron los bises, para que Bocelli brindara por el amor con “Bésame mucho”, regresó con la soprano Larisa Martínez en la versión inglesa de su composición “Con te partirò”, y dijo adiós en solitario poniendo su voz en “Nessun dorma”.
