La autora ganó el Premio Casa de América de Poesía 2022 en España.

Soledad Álvarez ganó el Premio Nacional de Literatura en 2022, y en 1980 obtuvo el Premio Siboney de Ensayo con el libro “La magna patria de Pedro Henríquez Ureña”. Como poeta ha publicado “Vuelo Posible” (1994), “Las estaciones íntimas”, Premio Nacional de Poesía 2006, “Autobiografía en el agua”, Premio Nacional de Poesía 2016. y “Después de tanto arder”, que le ganó en España el Premio Casa de América 2022, cuyo ejemplar de ediciones Visor, le acompañó en la entrevista.

¿Qué inspiró su libro premiado?

Bueno, no sé si exactamente es inspiración, se podría hablar de inspiración, pero sí de alguna manera lo que uno, la idea o lo que uno persigue. Lo que yo persigo casi siempre en todo lo que escribo, por lo menos en el género poético, es un poco la reflexión, el pensamiento llevado a la poesía, de vivencias de lo que es, de experiencias, de situaciones, no necesariamente mías, pero sí mías como mujer hacia las otras mujeres. Compartir esas vivencias, esos pensamientos, muchas veces son sencillamente sensaciones, pero definitivamente es una persecución de lo que es y de lo que yo imagino y de lo que pienso.

¿Cuál fue el propósito o la motivación detrás de sumergirse en la intimidad de la mujer en este libro?

Pienso que todo poeta busca sumergirse, ya sea en una misma, en tu subjetividad o en lo de afuera, en el mundo que te rodea. Yo atiendo a las dos cosas, es decir, muchas veces voy dentro de mí, pero también existo fuera de mí. Y para mí es muy importante también el contexto, es decir, esa visión cívica también de las cosas. Una visión interna, íntima, subjetiva; pero también al mismo tiempo en la búsqueda del otro, de lo que está afuera, del momento que yo vivo. Y esas dos cosas, esos dos caminos están en el libro definitivamente.

¿Usted tiene alguna anécdota relacionada con la creación del libro que nos pueda compartir?


Hay un poema en el libro que comienza algo así como “regresan sin aviso, estás en el bar”, y es un poema sobre esos amores que uno ha tenido antes, sobre hombres que de repente, bueno, que a lo largo de tu vida te gustaron, amaste, tuviste una relación y de repente se presentan en el bar o en una fiesta o en una cena y tú los ves y tú dices, pero bueno, ¿y ese hombre? ¿Cómo pude yo haberme enamorado de él? Y entonces, no sé si es divertido, pero lo escribí justamente después que me pasó una experiencia similar. Yo estaba muerta de risa, muerta de risa por lo que es un poco una travesura a veces. La poesía también a veces es algo divertido, travieso. No solamente son experiencias dolorosas, también hay experiencias divertidas.

¿Qué papel jugó en su formación como poeta sus años de universitaria en La Habana, y nombres como Raúl Rivero, Guillermo Rodríguez Rivera, Luis Noreña, entre otros?

Los años felices, porque fueron felices, de La Habana, nada menos y nada más que cinco años, por supuesto que me marcaron, me marcaron muchísimo porque fue el tiempo de los sueños, pero al mismo tiempo de los sueños de la superación intelectual. Es decir, yo llegué a estudiar a la Universidad de La Habana y todo el tiempo, es decir, mi estilo de vida giró alrededor de la academia, de lo académico. Conocí personas inolvidables, grandes figuras de la poesía cubana y también de la literatura latinoamericana. Y tuve profesores impresionantes, profesores que me marcaron para siempre, profesores que habían sido incluso alumnos de Camila Henríquez Ureña, profesores divertidos, poetas espectaculares. Y la verdad que fueron años de un gran alimento del espíritu, alimento de la experiencia, experiencias que me marcaron para siempre.

Yo siempre digo que estuve cerca de cumplir eso que Don Pedro Henríquez Ureña le pedía a los escritores, y es leerse un libro diario. Yo comenzaba mi vida intelectual a las siete de la mañana y la terminaba muy pasada las diez u once de la noche. Fueron cinco años girando solamente alrededor de la literatura.

¿Qué influencia tuvo Camila Henríquez Ureña en lo que usted es hoy como escritora y en sus libros?

Bueno, Camila, ya te decía que tuve a profesores que fueron sus alumnos. Y el método de enseñanza de Camila, ellos lo mantenían, nos lo trasladaron. Y en ese sentido es el del amor a la lectura, es decir, yo pienso que sí, que me marcó. Porque cuando yo llegué a Cuba, por supuesto yo era una gran lectora, he sido una gran lectora desde pequeña. Pero yo llegué y a partir de ese método de Camila, que era el de mis profesores, yo pude descubrir la lectura en sus diferentes manifestaciones, en sus diferentes gradaciones, en su colatura.

Y en ese sentido yo aprendí a leer no solamente con pasión, sino al mismo tiempo una pasión acompañada de la dilucidación, del análisis, del aprecio al texto, tanto en su contenido como en sus aspectos formales. Yo creo que sí que me marcó Camila interpósita persona. Y por supuesto me ha marcado para siempre su hermano Pedro Henríquez Ureña, que es, yo diría, una de mis figuras tutelares.

¿La poesía es un estilo de vida?

Bueno, tú lo dijiste muy bien y yo siempre lo he pensado así, la poesía es un estilo de vida. La poesía no solamente es el género por excelencia del lenguaje. Es decir, tú tienes que amar tu lengua, tú tienes que amar la palabra para poder hacer poesía Pero además si amas la palabra y solamente buscas lo formal, no significa que estás viviendo la poesía. La poesía se vive desde que te despiertas. ¿En qué sentido para mí? En que yo busco, soy muy observadora, vivo mucho las cosas, vivo mucho lo que me rodea, vivo mucho la gente. Estoy no solamente atenta a lo que veo, sino a esa frontera, yo muchas veces digo que es estar atenta a lo sagrado que existe en la vida diaria. A eso que nos va a llegar y que yo voy a tratar de transmitir. Como yo te decía, no solamente transmitirlo a partir de mi experiencia, sino de la experiencia para buscar a ese otro. Y al buscarle, estoy de alguna manera abriéndome a lo inefable, a lo que está más allá de lo que se ve.

¿Qué nombre sugeriría de jóvenes poetas dominicanas a las cuales ve un futuro promisorio?

Esa es una pregunta muy complicada, porque voy a decirte unas y voy a dejar otras. Yo preferiría decirte que hay un grupo de mujeres jóvenes, excelentes todas, de verdad. Rosa Silverio hizo una antología de mujeres poetas dominicanas y a mí me sorprendió, la cantidad de mujeres que están escribiendo poesía, pero además muy buena poesía. En nuestra época, en mi época, Janet Miller, yo, después de nosotros Marta Rivera, éramos muy pocas. Ahora hay tantas muchachas muy buenas que yo prefiero decirte que lo que tenemos que hacer es leer sus libros, por sobre todo esa antología de Rosa, te da muy buena visión, una visión muy amplia. Y además lo interesante de las poetas jóvenes es que son muy diversas. No solamente hacen poesía, digamos, surrealista o poesía social o poesía muy formal, sino que tienen una visión muy rica de las cosas y de ellas mismas.

¿Encuentra usted un eje común entre las escritoras dominicanas de hoy en día y Salomé Ureña?

Bueno, el eje común es que somos mujeres todas, ¿no? Es decir, yo pienso que Salomé escribió una poesía cívica con una visión del país, pero al mismo tiempo escribió poemas íntimos, muy, muy intensos. Yo creo que las mujeres, las del siglo XIX, la del siglo XX y ya, y la del siglo XXI, todas nos coincidimos en que tenemos una sensibilidad, una sensibilidad muy particular, que nos hace buscar el sentimiento fuerte de nuestra vida al mismo tiempo que nuestra visión de las cosas.

¿Cree usted que en su discurso poético haya herencias del feminismo que podemos llamar clásico de República Dominicana?

Mira, yo no sé si podríamos hablar de feminismo en poesía. Yo sí creo que, como te decía cuando hablamos ahora de Salomé, que la poesía escrita por mujeres tiene un sello, hay algo. Es decir, hay algo que tú sabes cuando está escribiendo una mujer. Y no porque existe el género cuando tú escribas, porque finalmente hay hombres igual que tienen un sello.

Si yo escribo -por ejemplo, ahora yo escribo un libro sobre Ucrania-, estoy segura que un hombre va a escribir sobre Ucrania también como yo. Pero quizás hay un ir más allá en la sensibilidad, ese ir más allá a la que la mujer no le tiene miedo o que en el que nosotros nos realizamos.

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