El amor: algo de todos los días

Mañana se celebra el Día de San Valentín, consignado como el día del amor y la amistad. Una fecha que muchos aprovechan para proclamar sus sentimientos hacia otros.

Mañana se celebra el Día de San Valentín, consignado como el día del amor y la amistad. Una fecha que muchos aprovechan para proclamar sus sentimientos hacia otros. Mayormente es la fecha reservada para que los enamorados intercambien obsequios, compartan una velada romántica o se reconcilien tras una separación.

En lo personal, no soy dada a la celebración de las fechas. Entiendo que no tengo que esperar un día u hora específica para decir “Te amo”, “Eres importante en mi vida”. “Te necesito a mi lado”. “Me haces feliz”. “Gracias por ser y estar”.

Por eso, para mí, no hay Día del Padre o Día de la Madre, ni del amor o de la amistad.
Me niego a sujetarme a una fecha para demostrar lo que siento o lo que no por una persona. Todo aquel que celebra al santo del arco y la flecha está en su derecho de hacerlo. No me opongo, pero para mí el amor es cosa de todos los días.

Con sus altas y bajas, con sus errores y aciertos, vestido de humildad y desnudo de orgullo, aunque a veces la soberbia haga asomo y lo eche todo a perder.

El amor, mientras nos dura, es cosa de siempre, de cada mañana, de cada tarde en compañía y hasta de cada noche en soledad.

Él está presente aunque esté en silencio. Es parte de la piel de quien lo siente. Habita en el alma, pero también en el aire, forma parte de cada uno de nuestros planes diarios. Es el responsable de las mayores locuras, aun ciego como es, sabe exactamente adónde va. Sabe a quién darse y reconoce cuándo su tiempo ha acabado.

Tiene autonomía, no se va cuando le dicen, pero tampoco vuelve cuando lo llaman. Sabe cuándo llegar y cuándo es hora de marchar.

Entre su equipaje no falta la alegría, la complicidad y esa euforia que solo regala a quienes lo reciben y le corresponden.

En realidad, su presencia y su fuerza son tan poderosas que es imposible contenerlas 364 días, para dejarlas estallar solo uno. Además, no sería justo, pues más que todo es el amor el sentimiento más sublime que puede sentir un ser humano. Su pureza todo lo transforma, por eso es muy fácil saber cuándo una persona ha caído bajo sus encantadores efectos.

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