Introducción

La resurrección de los muertos es creencia firme propia de los cristianos. Quienes dicen que los muertos no resucitan, no pueden darse el título de cristianos. Quien cree en Cristo cree en la resurrección.

La negación de la resurrección no es nueva. Ya en aquellas primeras comunidades cristianas surgían quienes negaban la resurrección. Así aconteció con la de Corinto, en Grecia. San Pablo debió corregir esta desviación. Repitamos lo que él les enseñó: “Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos ¿cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de los muertos?

Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe. Y somos convictos de falsos testigos de Dios porque hemos atestiguado contra Dios que resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si es que los muertos no resucitan.

Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana: estáis todavía en vuestros pecados” (1 Cor 15, 12-17). También sacaba esta conclusión lógica: “Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos que mañana moriremos” (1 Cor 15, 32).

Repasando las ricas enseñanzas sobre los variados temas cristianos de San Agustín, que vivió del 354 al 430, me encuentro con una serie de interesantes reflexiones sobre nuestra resurrección. Es lo que quisiera compartir con ustedes ahora.

Para situarlas en su justa perspectiva de profundidad, recuérdese que Agustín nació de padre pagano y madre cristiana. Tenía una inteligencia privilegiada y recibió una magnífica preparación, de acuerdo a los estudios humanos y retóricos de la época. Fue un intelectual y catedrático en su medio, vivió una vida disoluta y perteneció al maniqueísmo, una de las sectas de su tiempo, en la que había una mezcla de doctrinas judeocristianas e indias. Escuchó la predicación de San Ambrosio en Milán y leyó las Cartas de San Pablo, que “le despejaron las tinieblas de la duda”, según su propio decir. Fue bautizado a los treinta y tres años, en el 387, por el mismo San Ambrosio. Desde entonces se dedicó al estudio y a la reflexión del cristianismo. Pasa a la historia como gran filósofo, apologeta, polemista, teólogo sistemático, exégeta, moralista, poeta y, particularmente, predicador de excelentes dotes oratorias. Su influjo continúa hasta nuestros días de manera notable.

He aquí, pues, algunas de sus luminosas reflexiones sobre nuestra resurrección:

1-Dos resurrecciones
“Son dos las resurrecciones: una según la fe, que se obra ahora por el bautismo, y otra según la carne, que se obra en el juicio final, cuando la carne se torne incorruptible e inmortal, así son dos las resurrecciones. La primera, que se actúa ahora, es la de las almas, y no permite incurrir en la muerte segunda. Y la segunda, que vendrá al final del mundo, no es de las almas, sino de los cuerpos” (La Ciudad de Dios, XX, 7, I).

2-Resurrección de cristo, fundamento de la fe cristiana
“Cristo el Señor, en el hecho de nacer y de morir, tenía la mirada puesta en la resurrección; en ella estableció los límites de nuestra fe. Nuestra raza, es decir, la raza humana, conocía dos cosas: el nacer y el morir. Para enseñarnos lo que no conocíamos, tomó lo que conocíamos. En la región de la tierra, en nuestra condición mortal, era habitual, absolutamente habitual, el nacer y el morir; tan habitual que, así como en el cielo no puede darse, así en la tierra no cesa de existir. En cambio, ¿quién conocía el resucitar y el vivir perpetuamente? Esta es la gran novedad que trajo a nuestra región quien vino de Dios” (Sermón 229).

3-Cómo serán los cuerpos resucitados
“Que nadie pregunte con perversa sutileza qué forma tendrán los cuerpos en la resurrección de los muertos, cuál ha de ser su estatura, cómo se moverán y cuál será su forma de andar. Ha de bastarte el saber que tu carne resucitará con la misma forma en que se manifestó el Señor, es decir, en la forma humana” (Sermón 362).

4-Resucitaremos con verdadero cuerpo, pero espiritual
“Algunos creen que el cuerpo se hará espiritual cuando también él sea convertido en espíritu, como si el hombre, que constaba de cuerpo y espíritu, ha de ser después enteramente un espíritu, o como si el Apóstol dijera: «Se siembra un cuerpo y resucitara un espíritu». Pero dijo: Se siembra un cuerpo animal y resucitará un cuerpo espiritual (1 Cor 6, 17). Así como el cuerpo animal no es un alma, sino un cuerpo, así hemos de pensar que el cuerpo espiritual es también un cuerpo y no un espíritu” (Carta a Consencio).

5-La resurrección, esperanza de los cristianos
“Como se promete la bienaventuranza al alma, así se promete la resurrección a la carne. Ved qué resurrección se nos promete. Oíd, aprended y retened cuál sea la esperanza de los cristianos y por qué somos cristianos. No somos cristianos para impetrar felicidad terrena, la cual muchas veces la poseen los ladrones y los criminales. Somos cristianos para poseer otra felicidad, la que recibiremos cuando haya desaparecido toda esta vida del mundo. Luego también nos promete la resurrección de la carne, y tal resurrección, que esta carne que ahora tenemos resucitará al fin del mundo. No os parezca increíble. Si Dios nos hizo sin haber existido, ¿le será difícil volvernos a dar lo que éramos?” (Comentario a los Salmos: oración de David fugitivo en el desierto, 62, 6)”.

6-La fe en Jesucristo comprende la resurrección
“No es alabanza de fe la de los cristianos que creen en Cristo muerto, sino la de los que creen en Cristo resucitado. Porque en Cristo muerto creen los paganos. ¿Cuál es, pues, tu alabanza? Creer que Jesucristo resucitó y esperar que tú has de resucitar por Cristo. Esta es la alabanza de fe. Pues, si creyeres en tu corazón que el Señor es Jesús y confesares con tu boca que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. No dice: ‘Si confesases que Dios lo entregó para ser matado”, sino: Si confesases que Dios lo resucitó de entre los muertos, entonces te salvarás (Rm 10, 9-10)” (Comentario a los Salmos: plegaria de un afligido, 101, II, 7).

7- Resucitaremos para no morir
“Antes de la venida del Señor resucitaron muertos, pues Elías resucitó a un muerto, y lo mismo hizo Eliseo; pero los resucitaron para morir de nuevo. El mismo Señor a los que resucitó los resucitó para morir, ya fuese aquel joven hijo de la viuda, o aquella niña de doce años hija del jefe de la sinagoga, o Lázaro; de un modo distinto resucitaron todos los que han de morir; nacieron una vez, pero murieron dos. Nadie fue resucitado para no morir jamás, fuera del Señor. Espera tu también del Señor que has de resucitar; no como resucitó Lázaro, no como resucitaron el hijo de la viuda y la hija del jefe de la sinagoga, no como los que resucitaron los antiguos profetas, sino espera que has de resucitar como el Señor; de suerte que, después de la resurrección por la que resucitarás, ya no temerás que has de morir” (Comentario a los Salmos: imploración de la misericordia divina, 129,9).

Conclusión

CERTIFICO que los siete puntos de mi trabajo “NUESTRA RESURRECCIÓN” están tomados de los escritos de San Agustín.

DOY FE en Santiago de los Caballeros a los diecinueve (19) días del mes de abril del año del Señor dos mil veinticuatro (2024).

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