Con la publicación de la obra Extraños llamando a la puerta, Zygmunt Bauman da las bases para entender la periferia y los orígenes de las actuales Olas Migratorias y es que, desde los inicios de la humanidad, aparición de los primeros homínidos, el desplazamiento o migración ha sido un proceso natural y clave para el éxito de las diferentes especies.

Estudios arqueológicos y etnográficos muestran las huellas de grandes rutas migratorias entre regiones y continentes por siglos o milenios. Las rutas comerciales como de La Seda y Las Especias también han facilitado la corrida y desplazamiento de diferentes grupos humanos. Las razones que mueven a estos conglomerados a crear un movimiento migratorio están vinculadas con su condición económica, la disponibilidad de recursos naturales, agua potable; o situaciones forzadas como la guerra, un sistema político totalitario, despótico que violenta la dignidad de las personas y los obliga a pensar en romper con su lugar de origen. También se puede producir un desastre natural: terremoto, inundaciones, el cambio climático y otras situaciones como la crisis postpandemia y las secuelas económicas de la guerra en Ucrania, esto ha profundizado la situación existencial de millones de seres humanos los cuales huyen despavoridos desde sus entornos de origen.

A nivel de América Latina, Centro América y el Caribe las caravanas migratorias que se organizan desde Centro América, desafiando autoridades locales, delincuencia y todo tipo de obstáculos, más la advertencia de Estados Unidos acerca de no dar albergue a los migrantes. Los grupos migrantes de Latinoamérica son ecuatorianos, venezolanos, colombianos, hondureños, nicaragüenses, guatemaltecos, mexicanos… en la parte insular migran en piraguas, aviones u otros mecanismos frágiles: los haitianos, cubanos, dominicanos. El principal drama migratorio se produce en Haití, pues las carencias económicas, ausencia de recursos naturales, el Estado Fallido, las bandas armadas siembran el pánico. Unos migran hacia República Dominicana, otros se lanzan al mar en frágiles embarcaciones a Bahamas, Puerto Rico y otros lugares para intentar llegar al llamado Sueño Americano.

Desde la época del Mariel, en Cuba, buscan diferentes formas para escapar de la realidad de su país, fruto del espejismo del crecimiento económico, siguen lanzándose al mar buscando construir una alternativa más próspera y equitativa para sobrevivir. Unos tres millones de dominicanos viven como exiliados económicos en diferentes partes del mundo y en conexión con su tierra de origen, enviando remesas y cajas de alimento.

Por su parte, el viejo continente (Europa) coloca todo tipo de obstáculos y barreras para los inmigrantes y refugiados africanos que cruzan el Mediterráneo. Desde España hasta Grecia han orquestado verdaderos campos de concentración para personas que huyen por hambre, sed, carencia. Algunos países fueron destruidos por occidente, con la supuesta primavera árabe: Libia, Siria, Yemen. Algunos individuos han reaccionado respondiendo con actos de terror, otros han intentado migrar, buscar una salida. Los sirios han huido hacia Turquía, Grecia, Alemania. En la isla de Lesbos, Grecia existe un campo de concentración para migrantes: están concentrados en espacios hacinados con escasas condiciones para preservar la dignidad humana. También en el mundo asiático se vive terrible drama con la migración de mujeres, niños que son violentados y forzados a involucrarse en la delincuencia y la prostitución: Nepal, Bangladesh, Filipinas, La India y Pakistán.

Los seres humanos que se ven obligados a migrar van a contracorriente, hay grupos integristas, neonazis, fundamentalistas que obstaculizan su vida, la discriminan, cuestionan sus orígenes, asumen visiones etnocentristas mostrándose como superiores. En la referencia hecha en párrafo anterior, Zygmunt Bauman, en su texto “Extraños llamando a la puerta” habla del desafío de un migrante, de las construcciones culturales que se oponen, de los procesos de asimilación y acomodación que deben hacer para sobrevivir. Hay que situarse en la condición del otro, la ética del otro, como diría Enmanuel Levinás, la alteridad hoy está en crisis, el drama existencial de los otros. La presente coyuntura que vive el planeta, postpandemia y en medio de un conflicto bélico global que afecta las cadenas de suministros y abastecimiento, el drama de los migrantes y refugiados se profundiza. La dignidad de las personas se resquebraja, el menosprecio, la humillación y la aporofobia, son parte de las actitudes con las cuales son recibidos los migrantes. En Estados Unidos se violenta continuamente la dignidad de los migrantes, se les acorrala en reservaciones como bestias.

Por otro lado, la sociedad postmoderna ha recibido gran influencia de las industrias culturales, de los Mass Media, el arte, el cine, las redes sociales, el Big Data, así como del emprendedurismo en el trabajo artesanal marcado grandemente por la presencia de expresiones culturales de los grupos migratorios. La postmodernidad corresponde con la sociedad global y del conocimiento, con la crisis de los valores formales, tangibles y practicables de la modernidad. En la tradición pedagógica occidental la promoción de la cultura es una parte estructural de los currículos que se promueven en los sistemas educativos. En la antigüedad clásica griega y romana promueven el arte como expresión de la realidad humana, de la perfección, armonía y progreso social. Tanto entre griegos como romanos la producción artística y cultural se inspira en el ser humano. Durante la edad media, se produce un cambio en el centro de la producción y la diversidad cultural, la producción cultural tenía un carácter sacro, se pasa del antropocentrismo al teocentrismo, lo divino es la expresión tutelar de la cultura medieval.

La modernidad arranca con la recuperación de los manuscritos clásicos, de la producción artística clásica y la aparición de genios del arte como Da Vinci, Raphael, Durero, también emergen intelectuales como Dante, Petrarca, Boccaccio, Erasmo, Lutero, Maquiavelo, Moro. El arte renacentista tiene un carácter humanista, visionario y apuesta por el progreso. Lo moderno era sinónimo de innovación, cambio y progreso. Groso modo, la modernidad es la época de la razón, el experimento y la búsqueda de la verdad. El momento de la ilustración constituye el clímax de la razón, pero también representa la asunción de ideas sociales y políticas como el liberalismo, el romanticismo y diferentes corrientes filosóficas, entre las que se destacan nel empirismo, realismo, naturalismo y otras posturas que apuestan por el progreso de la humanidad. Los principios ilustrados de igualdad, libertad y fraternidad se han constituido en ejes transversales de discursos sociales, económicos y políticos en los últimos tres siglos. La producción artística se inspira en lo clásico, el desnudo, el barroco y lo extravagante de una sociedad que obtiene excedentes productivos. La producción cultural de las sociedades ha estado relacionada con la situación de bienestar y la concepción cultural que se tenga en un momento determinado.

La escuela pública aparece en Prusia al final del siglo XVIII y procura formar seres humanos para una sociedad vertical, autoritaria y orientada a la producción industrial. La producción cultural no era una prioridad ni una estrategia, no obstante, el ser humano se caracteriza por la creatividad, la innovación y búsqueda de expresiones que reflejen la diversidad. En la época del capitalismo, la cultura se convierte en una mercancía y la producción artística es promovida como una industria, así lo destacan pensadores de la teoría crítica como: T. Adorno, M. Horkheimer. Por otro lado, Antonio Gramsci estudia la cultura y la educación como instrumentos que coadyuvan a la formación y articulación de culturas hegemónicas.

Hasta muy reciente no existían profesionales del arte para instruir en los centros educativos. Los gestores culturales del ministerio de cultura tampoco están al alcance de la población; los espacios públicos pierden su naturaleza creativa y provocativa de los talentos de la población. Deben existir proyectos culturales desde la escuela y otras entidades para promover la identidad cultural, el sentimiento nacional, así como el progreso de la sociedad. Las políticas culturales deben promover o erradicar la intolerancia, racismo, discriminación y otras formas de menoscabar la dignidad humana.


Este artículo forma parte de las investigaciones realizadas en el proyecto “Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”, dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC, España y financiado por la Unión Europea, Horizonte 2020, código Nº 823846.

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