Virgilio Álvarez Pina —solemnemente Don Cucho— empezó su carrera al servicio de la bestia en la misma época que Paíno Pichardo, pero con anterioridad había sido un fiero y breve oposicionista y con mayor anterioridad había sido uno de los mejores o el mejor amigo de infancia de la bestia. Era el mismo Cucho que alguna vez había sido un ferviente y leal partidario de Horacio Vázquez, alguien que —según cuenta Crassweler—, le llevaba el desayuno a la cama y que había sido candidato a Senador por el Partido Nacional de Horacio Vázquez en las elecciones de 1930. Se trataba, en esencia del mismo Cucho que, al igual que otros, le había advertido en su debido momento a Horacio Vásquez que Trujillo estaba conspirando y que le aconsejó destituirlo. El consejo de varios colaboradores y de un Cucho Álvarez que ya le temía a su amigo de infancia y que por cierto dio lugar a un celebre episodio en la Fortaleza Ozama, una especie de desencuentro en el que Horacio no dejó de darse cuenta de que era más un prisionero que un Presidente en presencia del brigadier Trujillo.

La amistad de Virgilio y la bestia había comenzado en San Cristobal desde cuando la bestia tenía siete años. Se dice que eran parientes lejanos, aunque más bien parecería que Cucho era pariente de Plinio y Teódulo Pina Chevalier, los tíos maternos de la bestia, hijos de la segunda unión de Luisa Ercina o Erciná Chevalier, que era a vez la madre de la futura excelsa matrona, la abuela materna de Trujillo, una consagrada y respetada maestra de origen haitiano.

La bestia mantuvo con sus tíos las mejores relaciones, pero su amistad con Virgilio (o lo que la amistad podía significar para la bestia) fue algo más trascendente. Virgilio solía ir de vacaciones a San Cristobal y con el tiempo se volvieron inseparables. Peinaban la zona en busca de aventuras, montaban caballos de palo, se entregaban al goce de los baños de río. Diariamente disfrutaban de la mejor diversión que ofrecían a los niños aquellos parajes, los baños de mar y río, aparte de cualquier diablura que se les ocurriera eventualmente.

La muy temprana amistad del futuro Don Cucho con la bestia no siempre lo mantuvo a salvo de sus intemperancias. Su militancia en el Partido Nacional y el célebre consejo que le diera a Horacio Vázquez no quedaron impunes, sufrió persecución y cárcel.

El miedo y la cárcel, y los muchos consejos que le dieron sus amigos en su etapa de oposicionista, hicieron que Cucho Álvarez se ablandara, se enterneciera, perdonara a la bestia por la traición, por el golpe de Estado que le había dado a Horacio y a solicitud de la misma bestia, según se dice, entró a su servicio en los tempranos años treinta. Desde entonces, y durante toda la era gloriosa, estuvo sometido al mismo régimen de premios y castigos que la bestia dispensaba a todos sus servidores. Con sus altas y sus bajas, conoció períodos de bonanza y otros más y menos tormentosos, períodos de bonanza y periodos de desgracia. Vivió, como todos los demás, en el saludable temor del jefe, y en los años finales fue su más fiel consejero. Uña y carne. Uña y mugre. Tuvo además la suerte de sobrevivirlo, de estar presente para ver su cadáver convertido en colador, en una masa sangrienta y mugrosa. Vivió para contarlo, como decía García Márquez, y lo contó todo un poco a su manera en un libro de anécdotas desangeladas, un libro cortesano, guabinoso, taimado, condescendiente.

Durante los años cuarenta, tanto Cucho Álvarez como Paíno Pichardo fueron agraciados y desgraciados con cargos y descargos, y a la larga llegaron a convertirse en la pareja de políticos más notoria del país. El llamado cuchipaineo, la mancuerna formada por Cucho y Paíno, estuvo en su mejor momento. Don Cucho retuvo el puesto de Presidente del Partido Dominicano durante cinco años, la segunda posición política más influyente del país, la del favorito número uno, y además recibió el título de general honorario en 1948. Paíno también había vuelto a ascender y hasta Peña Batlle había salido del exilio haitiano y había sido nombrado en un cargo honorífico de relumbrón. De manera que todo parecía marchar sobre ruedas, y sin embargo, al final de la década se produjo lo que Crassweller llama un eclipse mayor para Don Cucho y Paíno. Ambos fueron nombrados en cargos donde apenas permanecieron un mes. Nombrados y luego renombrados e intercambiados en cargos de poca relevancia y durante muy poco tiempo. En lugar de penas y castigos recibían castigos sobre castigos. Para Paíno empezaba su tercera y más larga caída, su más brusco descenso, y su amigo Cucho Álvarez corrió la misma suerte, lo acompañó en su misma desgracia. La carrera política de uno y otro entraba en un largo período de sequía que duró unos cinco o seis años. Años sin empleos, sin remuneración, alejados por completo del favor de la bestia.

La peor parte le tocó a Don Cucho, que tuvo que refugiarse durante casi todo ese tiempo en su finca y que sólo por milagro conservó su libertad.

La ingrata suerte de estos personajes coincidía, y no por casualidad, con el ascenso de Paulino Álvarez, el nuevo favorito. Paulino había contribuido desde luego a serrucharles el palo, y mientras Paulino estuviera en el poder ninguno de los dos levantaría cabeza, pero Don Cucho había contribuido espontáneamente a su caída con una metida de pata monumental que tuvo que ver con la construcción de famosa casa o Castillo del cerro. La mansión ideal que Don Cucho había concebido para halagar a su querido jefe, el adefesio monumental, la monumental barrabasada arquitectónica, la apología del mal gusto llamado Castillo del cerro del que Trujillo nunca quiso saber y donde no pasó o no durmió un sólo día de su vida.
(Historia criminal del trujillato [75])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

El “cuchipaineo” de Hipólito y Danilo, las obras públicas y la JCE
https://prensalibrenagua.blogspot.com/2016/10/el-cuchipaineo-de-hipolito-y-danilo-las.html

José Almoina, “Una satrapía en el Caribe”
(http://www.memoria-antifranquista.com/wp-content/uploads/2014/10/JOSE-ALMOINA-UNA-SATRAPIA-EN-EL-CARIBE.pdf).

El libro de Don Cucho Álvarez

(https://hoy.com.do/el-libro-de-don-cucho-alvarez/). l

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