Los mares y océanos juegan un papel de una importancia crucial en la vida de los seres humanos y fue donde se constituyeron las primeras células y nació la vida. Desde las primeras comunidades primitivas el hombre hizo uso del mar y de sus recursos biológicos para su consumo, alimentación y supervivencia. En la actualidad los océanos cobran cada vez más importancia como fuente de recursos sobre todo ante la gran variedad de vida que atesoran. Además, los mares como medio de transporte mundial desde la antigüedad han adquirido en nuestros días una enorme dimensión y son un medio de infinita utilidad para mover mercancías y desde luego vincula a los países unos con otros de forma efectiva mediante un tráfico comercial que crece año tras año.

La preocupación mundial por los océanos es cada vez mayor. La pesca excesiva representa una amenaza para los bancos pesqueros, los arrecifes de coral con la crisis climática que padecemos desaparecen y la aparición de zonas muertas sigue creciendo, algo que recuerda la desaparición de las selvas y bosques en la tierra, idéntico proceso de destrucción que ojalá con campañas de concienciación y educativas podamos revertir y al mismo tiempo empezar a cuestionar una sociedad de consumo sin límites totalmente insostenible.

República Dominicana y el resto de países del Caribe tienen en el mar, sin duda alguna, su principal fuente de ingreso y riqueza, pero no existe consciencia de ello y carecemos de políticas efectivas de regulación legal que lo contemplen. La falta de sistemas organizados de gestión de los residuos terrestres hace que los contaminantes y desechos, incluidas irracionales cantidades de plásticos desechados sin control alguno que encuentra su hogar en el mar. Según un informe del Banco Mundial (2019) al medir la concentración de plásticos se encuentra que existen más de 200 mil piezas por kilómetro cuadrado y las basuras en las playas triplican el promedio mundial. Nada halagador para un país como República Dominicana que vende sus playas como un tesoro natural pero donde se da una ausencia de sensibilidad por las mismas.

Casi el 90 % de las aguas de la región llegan al mar sin ningún tipo de tratamiento antes de ser vertidas. El 52 % de los hogares del Caribe insular —que abarca las Bahamas, las Antillas Mayores (Cuba, Haití, Jamaica, Puerto Rico y República Dominicana) y las Antillas Menores— adolecen de sistemas de alcantarillados básicos. Anualmente se amontonan más de 320.000 toneladas de desperdicios plásticos que nadie recoge. El 22 % de los hogares desechan los residuos a los cuerpos de agua o en la tierra desde donde son arrastrados por cursos de agua que mueren en el mar.

La mayor concentración de basura se detectó en las costas de Jamaica donde el 36 % de los hogares carecen de cualquier servicio de recogida de residuos y la segunda mayor en República Dominicana donde más del 25 % de los hogares no tienen acceso a servicios básicos. Según este informe al que nos remitimos no somos los culpables de la producción de plásticos, pero sí de su uso desenfrenado, pues 57 millones de toneladas se producen en Asia Oriental y el Pacífico, 45 millones de toneladas en Europa y Asia central y 35 millones en América del norte. El 95 % de lo producido anualmente es desechable y tiene un potencial de reciclado con valor de mercado de 75 mil millones de dólares al año, pero solo se recicla el 15 %.

Si bien desde República Dominicana no podemos resolver el problema es necesario un compromiso de los diversos sectores de la sociedad para enfrentarlo. De un lado los legisladores deben actuar, de otro, el sector empresarial debería mostrar más responsabilidad social (en especial las cadenas de supermercados y el sector de la construcción) y, por último, el sistema educativo debe involucrarse en hacer pedagogía sobre el respeto y el cuidado de la naturaleza. Y no es un simple capricho ni una traba a la libertad, como esgrimen los negacionistas, si no que esta inmensa bola de basura y desperdicio amenaza al sector turístico costero, que moviliza 8 mil millones de dólares al año y representa casi el 9 % del PIB de la economía nacional. No les parece que es tiempo de cuidar el negocio o lo vamos a destruir en varios años. ¡Esto tiene que parar!

Son necesarias por tanto algunas medidas para contener la llegada de los plásticos a los océanos, incluidas desde luego nuevas políticas, una mejora de los servicios, una fuerte inversión en la cobertura en cuanto a la gestión de los residuos, un cambio de conducta en la economía de consumo, la industria, inversión, innovación e intervenciones en una alianza público privada. Y es posible, tan solo requiere algo de voluntad y un poco de sentido común. Algunas ideas ya propuestas y funcionando en otros países de África, Asia y Europa podían aplicarse aquí.

Prohibir el uso de plásticos de un solo uso, adoptar políticas de control de basuras para reducir y reciclar. Disminuir el vertido de aguas negras sin tratar. Implantar medidas de control sobre la contaminación química e industrial y facilitar para ello el financiamiento para la prevención y el control de la contaminación marina. Robustecer y hacer cumplir las leyes sobre residuos, quien contamina paga.
Integrar políticas de prevención y control a la política nacional. Desarrollo de capacidades técnicas y conocimientos a nivel local para educar y creando conciencia entre la ciudadanía para poner en valor el patrimonio natural. Formalizar alianzas para luchar contra la contaminación marina de manera sistemática y por último evaluar el impacto económico de esta sin razón porque el bolsillo siempre duele y es efectivo a la hora de tomar medidas que se cumplan.

Es necesario actuar y dar un paso para la preservación de la vida y es grave porque nos va en ello la supervivencia de la especie. No podemos destruir lo que nos proporciona la vida.


Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”. This project has received funding from the European Union´s Horizon2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846.

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