El secreto de la palabra “pelotudo” – que no sé si está en el Diccionario de Dudas – está en la letra “t”. Analicémoslo

Todavía hay gente por ahí que anda hablando plepla, que gracias al “descubrimiento” hablamos español, y peor, que hablamos mal español, “no como los colombianos”, etc. Son los mismos que defienden el “buen español, refiriéndose al idioma “correctamente hablado y escrito” desde la Academia Real de la Lengua. Y es cierto que las lenguas tienen sus reglas que se aprenden cuando uno va a la escuela. ¿A cuántos cibaeños no los humillaron por hablar con la i? Sin embargo, un “sin embargo” laaaaargo, el idioma cambia y muchas palabras se corroen y sustituyen las originales o cogemos prestado de otros y hacemos una nueva, al no tener nosotros la misma fonética, “un guachimán”, por ejemplo. Todo con el fin, no escrito, de hacer evolucionar el habla. “Cambia, todo cambiaaaa…” cantaba Mercedes Sosa con la verdad incuestionable de la vivencia. Por eso no hablamos como el Quijote.

En Argentina, específicamente en Rosario, se celebró, hace unos años un congreso de la Lengua Española e invitaron a Roberto Fontanarrosa, un dibujante y escritor fabuloso e incómodo. Un gran admirador del fútbol y un humorista fino, amigo de Serrat y asiduo en el bar El Cairo. Pocos saben que trabajó, en muchos guiones, con “Les Luthiers”, el grupo de músicos que maravilló a América Latina por años. En el Congreso, “El Negro Fontanarrosa”, como se le conoce, defiende las “malas palabras” como parte normal del idioma. A continuación, parte de su ponencia:

“…lo que ocurre es que a mí se me ocurrió hablar sobre las “malas palabras” y hay apoyo popular por lo que escucho. Repito, no sé qué tiene que ver con esto de la internacionalización que, aparte, ahora que pienso, ese título, lo habían puesto para decir, bueno, una persona que logra decir correctamente internacionalización es capaz de ponerse en un escenario y hablar algo. Es un test que han hecho. Algo tendrá que ver, algo tendrá que ver el tema de las malas palabras, por ejemplo, con lo que decía el amigo escribano. Se nota que es tan polémica la mesa que es la única que le han asignado un escribano para controlar lo que se dice en ella. Él decía, por ejemplo, de la ausencia, por ahora, del español en la tecnología, y en la computación. ¿Qué tiene que ver eso con las malas palabras? Al menos lo que he insultado yo cada vez que se me va un texto en la computadora, creo que es un aporte real. En cuanto al intercambio, me ha tocado… él mencionaba el escribano, el libro “puro fútbol”… me ha tocado acompañar a la selección argentina en los partidos en Latinoamérica y el intercambio que hay, en esos casos, de este lenguaje, es de una riqueza notable. Es más, en Paraguay nos gritaban “comegatos” y que eso es estrictamente para los rosarinos, un rosarinismo. Yo lo que planteo, obviamente no voy a lanzar una teoría, ni nada, ni tengo capacidad para eso, pero me parece que es un ámbito más que apropiado, un congreso de la lengua, para plantearse preguntas, ¿no? Yo como casi siempre hablo desde el desconocimiento (…).

No voy a lanzar ninguna teoría. Un congreso de la lengua es un ámbito apropiado para plantear preguntas y eso voy a hacer. La pregunta es ¿por qué son malas las malas palabras?, ¿quién las define?, ¿son malas porque les pegan a las otras palabras?, ¿son de mala calidad porque se deterioran y se dejan de usar? Tienen actitudes reñidas con la moral, obviamente. No sé quién las define como malas palabras. Tal vez al marginarlas las hemos derivado en palabras malas, ¿no es cierto? Muchas de estas palabras tienen una intensidad, una fuerza, que difícilmente las haga intrascendentes. De todas maneras, algunas de las malas palabras… no es que haga una defensa quijotesca de las malas palabras, algunas me gustan, igual que las palabras de uso natural. Yo me acuerdo de que en mi casa mi vieja no decía muchas malas palabras, era correcta. Mi viejo era lo que se llama un mal hablado, que es una interesante definición. Como era un tipo que venía del deporte, entonces realmente se justificaba. También se lo llamaba “bocasucia”, una palabra un poco antigua pero que se puede seguir usando. Era otra época, indudablemente. Había unos primos míos que a veces iban a mi casa y me decían: “Vamos a jugar al tío Berto”. Entonces iban a una habitación y se encerraban a putear. ¡Lo que era la falta de la televisión que había que caer en esos juegos ingenuos! Ahora, yo digo, a veces nos preocupamos porque los jóvenes usan malas palabras. A mí eso no me preocupa que mi hijo las diga. Lo que me preocuparía es que no tengan una capacidad de transmisión y de expresión, de grafismo al hablar. Como esos chicos que dicen: “Había un coso, que tenía un coso y acá le salía un coso más largo”. Y uno dice: “¡Qué cosa!”. Yo creo que estas malas palabras les sirven para expresarse, ¿los vamos a marginar, a cortar esa posibilidad?
Afortunadamente, ellos no nos dan bola y hablan como les parece. Pienso que las malas palabras brindan otros matices. Yo soy fundamentalmente dibujante, manejo mal el color, pero sé que cuantos más matices tenga uno, más se puede defender para expresar o transmitir algo. Hay palabras de las denominadas malas palabras, que son irremplazables: por sonoridad, por fuerza y por contextura física. No es lo mismo decir que una persona es tonta, a decir que es un pelotudo. Tonto puede incluir un problema de disminución neurológica, realmente agresivo. El secreto de la palabra “pelotudo” – que no sé si está en el Diccionario de Dudas – está en la letra “t”. Analicémoslo. Anoten las maestras.

Hay una palabra maravillosa, que en otros países está exenta de culpa, que es la palabra “carajo”. Tengo entendido que el carajo es el lugar donde se ponía el vigía en lo alto de los mástiles de los barcos. Mandar a una persona al carajo era estrictamente eso. Acá apareció como mala palabra. Al punto de que se ha llegado al eufemismo de decir “caracho“, que es de una debilidad y de una hipocresía… Cuando algún periódico dice “El senador fulano de tal envió a la m… a su par”, la triste función de esos puntos suspensivos merecería también una discusión en este congreso. Hay otra palabra que quiero apuntar, que es la palabra “mierda”, que también es irremplazable, cuyo secreto está en la “r”, que los cubanos pronuncian mucho más débil, y en eso está el gran problema que ha tenido el pueblo cubano, en la falta de posibilidad expresiva. Lo que yo pido es que atendamos esta condición terapéutica de las malas palabras. Lo que pido es una amnistía para las malas palabras, vivamos una Navidad sin malas palabras e integrémoslas al lenguaje porque las vamos a necesitar”.

lll CONGRESO DE LA LENGUA ESPAÑOLA, ROSARIO, ARGENTINA 2004
https://www.youtube.com/watch?v=iSMnSjK_C0M&ab_channel=estebanchesaudade

Hay una palabra maravillosa, que en otros países está exenta de culpa, que es la palabra “carajo”. Tengo entendido que el carajo es el lugar donde se ponía el vigía en lo alto de los mástiles de los barcos. Mandar a una persona al carajo era estrictamente eso”.

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