Boukowski es inconfundible, aunque nos haga pensar en Van Gogh, por hache o por erre, en la apariencia, no en el contenido.

Vincent habla con su pasión más profunda, del color, de la imagen, de la sensación que te deja el gusto de saborear una tela con tan solo ver a Millet; del amor inalcanzable por el que sueña y vive, por su prima y por Sem, aquella rubia flaca y cadavérica.

Karl, como un Charli de playa sanki panky, solo le interesa la puta que él disfruta como si fuera Miss Universe, con quien no tiene que atarse en “compromisos burgueses” matrimoniales. Los nudos de “su amor” se desatan solos, con una botella de whiskey barata, de ese que quema allá atrás en la campanita.

De Boukowski dijeron que era trotskista. Lo afirmaba su vecino cuando andaba pa’rriba y pa’bajo con el librito rojo de Mao que nunca leyó, hasta que consiguió trabajo de sereno en una fábrica de ilusiones, pero nunca fueron amigos, el muro de la envidia los separaba. Pasó, según la moda, a ser comunista, terrorista del manifiesto íntimo, hippy borracho y todas esas vainas que la gente inventa cuando es incapaz de aportar o crear, en la sociedad, aunque sea un granito de azúcar… de sal sí.

Boukowski fue una oveja negra, pero vestida de blanco y con zapato rojo, que él decía “es un regalo del Papa”.

La prostituta desechada, vieja, sin cliente, es su preferida porque le cuesta menos y así, contando sus hazañas, desde un machismo frustrado que pudo disfrazar de “poeta bohemio”. Se hizo el gracioso escribiendo frasecitas de borracho que no subían ni bajaban, pero que crearon una filosofía de la vida underground mas para autoayuda que lúdica, como hizo Yogi Berra.

A él no le importó ni un pepino todas las ideas que le pasaban por la cabeza, en sus alucinaciones, él las convirtió en frases con ingredientes del maltrato paterno, igual que Van Gogh. Ese alambique no falla… maltrato paterno produce casi todos los casos de borrachos aguajeros.

La genialidad de Boukowski es usar esos símbolos que te encaraman en la cúspide de la fama, una vanidad que muchas veces es puro “echar vainas”, y se las echa, sobre todo a aquellos que salieron del paraíso aconsejados por una serpiente banquera. ¡Ah, el tranfuguismo que lleva traje transparente y que deja ver el refajo, por más manzana podridas que comas!

Porque ser pintor, poeta, artista… pasaba por el allante de disfrazarse de borracho, usar ropa estrafalaria y/o sucia, usar un sombrero viejo y deguabinao… no bañarse, dejarse la barba, fumar lo que sea, hablar duro y no dejar que nadie dijera ni Po.

En el 80%, a vista de pájaro, de las fotos de Boukowski, se hizo acompañar de una botella lo que le aseguró la fama de poeta, más que sus textos lineales, sin figuras poéticas, sin metáforas, eufemismos, parábolas ni comparaciones mágicas, lo que sí define un buen escritor y lo diferencia de uno común. Pero, ¿para qué, si la botella hacía el trabajo a la perfección?

En sus prostitutas viejas buscó, más que el amor cupídico, a su madre, sometida por su padre a caprichos misóginos que terminaban en trompadas con ojo abollao incluido, y él de testigo.

Sus poemas, que no son más que maldiciones contra todo, contra la mujer, contra la sociedad, la guerra, los ricos, los pobres y contra él mismo con una sinceridad que compartía con su doble cuando se veían afeitándose, cara a cara.

Escribió, eso sí, como le dio su santísima gana y la escritura, siempre maldita, le sirvió para cumplir con el rol que él se dio en ese escenario sucio, mafioso, inhumano, underground que Los Angeles le ofreció con los brazos abiertos, pero solo en la penumbra y que él disfrutó, a su manera. Aprendió, trabajando en el Correo diez años, leyendo las postales abiertas que mandaban los novios idos a guerras ajenas que casi siempre los engullían, o quizás abriendo otras que contaban su última historia con más emociones que cualquier relato de Dostoievski.

Allí, en ese bajo mundo, su creatividad literaria o sus resabios escritos, se mezclaron con el Pop de Robert Crumb que lo dibujó fornicando una vieja gorda, émulo de Hermelinda Linda, cuando en la superficie se oía el griterío de los hippies protestando por la Guerra de Vietnam, aunque en realidad no les importaba la suerte de aquellos “chinitos amarillos”, pero sí que no los agarraran y lo metieran al Servicio Militar Obligatorio, que era un billete seguro a la ida y vuelta con los mejores panegíricos y epitafios, exquisitez de La Casa. Se pusieron de moda cuando Crump hizo su biografía en comics no oficiales, como aquellos que se vendían de Lorenzo y Pepita, mal dibujados, pero en cuero y prohibidos.

Tanto se asustó de las ratas que lo rodearon por aquellos años, cuando la publicidad de la botella funcionó y fue visto como un gran genio, que nunca se despegó de algún gato que lo protegiera y le susurrara, en los ronroneos, cuentos y aventuras narrados medalaganáricamente, que para eso era un poeta libre.

Karl boukowski.

Love Is a Dog from Hell
El amor es un perro infernal
“there is a loneliness in this world so great/Hay una soledad en este mundo tan grande/
that you can see it in the slow movement of/Que lo puedes ver en movimiento lento/
the hands of a clock./De las manecillas de un reloj.
•••
People so tired/Gente tan cansada/Mutilated/Mutilada/Either by love or no love./
Sea por amor o por carencia de él.
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People just are not good to each other./La gente simplemente no es buena entre ella
One on one.
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The rich are not good to the rich/Los ricos no son Buenos entre ellos/The poor are not good to the poor./Ni tampoco los pobres
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We are afraid./Tenemos miedo
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Our educational system tells us/Nuestro Sistema Educativo nos dice/that we can all be/
Que podemos ser /Big-ass winners./Unos hijoeputas ganadores
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It hasn’t told us/Pero no nos dijeron /About the gutters/Acerca de las cloacas/Or the suicides./Ni de los suicidios
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Or the terror of one person/O el terror de alguien /Aching in one place/Adolorido solo en un rincón./Alone.
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Untouched/Intocable /Unspoken to/Sin que te hablen
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Watering a plant.”/Mojando la planta.

Dibujo de Robert Crump.

La ironía, el sarcasmo, la burla, desbordaban como espuma en un vaso de cerveza.

En sus borracheras aceptó ser poeta bajo un bautismo con algún chorro de vino tinto, peor que el de Jack Veneno, y cumplió, publicando su miserable soledad, peor que la de Rolando la Serie. Lo salvó cambiarse el Karl y así exorcizó al otro, declarado enemigo y culpable de todos los males habidos y por haber.

El rostro de Karl Boukowski, que más bien parecía un campo de batalla de la Primera Guerra Mundial, era tan conocido que cualquier botella, de lo que fuera (menos de leche), hacía recordarlo. Nunca salió de Los Angeles, donde se fumó todo el humo de sus cigarrillos y del smog gratuito que serpenteaba las calles sin dejar que ningún rayo las iluminara.

El morbo que se asoció a su apellido creció por toda “América”, orgullosa de tener, por fin, un poeta verdadero, o sea alcohólico y alejado de la política, allá lejos “ejerciendo su libertad de expresión” inofensiva a la gran Democracia, famosa por el gran garrote de Roosevelt para América Latina y las bombas atómicas de Truman para Asia.

Todo bien mientras no jodiera con el sistema político… que siguiera hasta el fin de sus días y más allá, escribiendo mefistofelísticamente.

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