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Haití a inicios del siglo XX, como sostiene Chelsea Stieber se acercaba al centenario de su liberación colonial entre el orgullo y la reserva. La principal dificultad que enfrentaba la nación era mantener una independencia efectiva y perdurable frente a unos Estados Unidos, que bajo el argumento de la doctrina Monroe, ambicionaba aumentar sus intereses económicos y militares para desafiar la presencia comercial y financiera de las potencias europeas en el Caribe, todo enmarcado en un contexto de una lucha mayor y global por la hegemonía, los recursos y la influencia mundial. En ese sentido, las dos primeras décadas del siglo estuvieron marcadas por una progresiva agitación política e inestabilidad económica haitiana. De hecho, en este período la mayor parte de la economía del país estaba en manos extranjeras. En 1908 el 93 % de la banca comercial existente era foránea, y hacia 1911 el 80 % del comercio de las zonas urbanas estaba se hallaba en manos extranjeras.

La presencia alemana se manifestó con fuerza desde finales del siglo XIX y el Caribe y Latinoamérica fueron centro de su atención para volverse una potencia competitiva en el Atlántico, y en este sentido el interés por Haití se volvió especialmente atractivo para sus pretensiones. La excelente posición geográfica como apoyo a sus intereses trasatlánticos su disposición, incluso, por instalar una base militar en Môle St. Nicolas y la inestabilidad política provocada por la diplomacia cañonera de las potencias europeas para proteger sus intereses particulares y exigir pagos pendientes, generó entre los haitianos y las comunidades extranjeras residentes en el país caribeño el deseo de algún tipo intervención. La primera guerra mundial agravo la situación.

La crisis política y social se agudizó y la deuda contraída llegó hasta la astronómica cifra de 23 millones de dólares. En menos de diez años, entre 1905 y 1915, seis presidentes fueron asesinados en el poder. El presidente Wilson ante semejante panorama político, el riesgo de los intereses económicos estadounidenses y el inicio de la primera guerra mundial, que ponía en riesgo la ruta marítima del canal de Panamá, con la aprobación del Congreso el 28 de julio de 1915 decidió invadir Haití. Su marina de guerra desembarcaba en Puerto Príncipe obteniendo, en tan solo dos días, el control de las ciudades importantes del país y estableciendo un control militar sobre sus aduanas que se mantuvo hasta su repliegue en 1934.

A pesar de sostener un gobierno afín, firmarse un convenio haitiano-estadounidense y promulgarse una nueva Constitución en 1918 se desató una fuerte resistencia popular volcada hacia la violencia para proteger lo propio. Para unos la agresiva invasión tuvo logros a pesar de sus métodos coercitivos, por ejemplo, la estabilización de la economía, la escolarización, la sanidad pública y la imposición de cierto orden social. Para otros, en cambio su logro fue permanecer 19 años sosteniendo una ocupación sin precedentes en la duración, en el trato racista que caracterizó el comportamiento estadounidense en la nación negra y en la brutalidad asociada a la pacificación.

Entre 1915 y 1919 el almirante Caperton, máxima autoridad militar de los Estado Unidos y que respondía directamente al secretario de Estado, implantó una ley marcial que se extendió por seis años y a pesar del aparente orden y control absoluto del país, lo cierto es que la resistencia haitiana no dio tregua a los ocupantes. Si bien las ciudades fueron controladas, un grupo armado llamado Los Cacos, herederos de la Revolución Negra del siglo anterior, se rebeló en las montañas septentrionales y sostuvo una dura lucha contra los marines quienes finalmente impusieron una cruenta represión. En este sentido las diferentes interpretaciones historiográficas hacen de esta lucha una narración controversial y una de las luchas más apasionadas de la historia haitiana.

La ocupación significó la toma de las tierras, la toma del poder y la apropiación de los recursos naturales de Haití en una demostración práctica del poco valor que los militares norteamericanos dieron a la vida de los haitianos. Durante los casi 20 años de ocupación Estados Unidos revitalizó el sistema educativo y fortaleció las infraestructuras de Haití, utilizando para ello mano de obra forzada para construir nuevas carreteras y edificios. Pero con la salvedad que ambos proyectos se financiaron en gran medida mediante la extracción de sus riquezas naturales. La larga presencia, la opresiva política de seguridad y el asfixiante control sobre la ciudadanía se volvieron extremadamente impopulares. Estados Unidos finalmente decidió comenzar la preparación de su retirada tras numerosas huelgas y protestas de todo tipo y se hizo finalmente efectiva el año de 1934.

Antes de su marcha trató, en varias ocasiones, aunque de manera infructuosa modificar una vez más la Constitución con la intención de lograr que los extranjeros pudieran ser propietarios de tierras, algo prohibido desde la revolución de independencia, pero a pesar de sus esfuerzos no lo consiguió. Como respuesta a dicha presión política los legisladores haitianos redactaron leyes contrarias a los intereses norteamericanos que muy contrariados acabaron disolviendo el Parlamento hasta 1929.

Ciertamente, con la mirada pausada que nos deja el tiempo, esta intervención estadounidense no dejó un legado favorable y sobre todo si consideramos el debate generado en su propio seno durante el gobierno de Clinton el año de 1994, cuando se consideraba la posibilidad del volver a invadir Haití tras, una vez mas, el derrocamiento violento que sufrió el presidente Jean Bertrand Arístides. “Nosotros estuvimos allí, como saben, por 19 años, y todavía me impacta el hecho de que se trata del único lugar en el Caribe donde no se juega béisbol” comentó el enviado especial de Washington para Haití Lawrence A. Pezzullo. “En todos los demás lugares nosotros dejamos algo atrás. En Haití, no dejamos nada”, concluyó.


Este trabajo forma parte del Proyecto Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World.” This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846.

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