La muerte de Copito Mendoza despierta un sentimiento de culpabilidad en toda la sociedad. Se escribe y se habla de Copito, del gran caricaturista, del genio, de uno de los dominicanos más grandes de todos los tiempos. Lo que debió hacérsele en vida se le hace en la muerte. Homenajes, actos líricos, ofrendas florales, etc. Los diez años de enfermedad en que solo su esposa, el doctor Mañón y un grupo de amigos íntimos lo ayudaron, se compensaban ahora con grandes demostraciones de afecto, obra de la incomprensión del humano, que lo había relegado al olvido. En el momento cumbre de sus éxitos, un grupo de amigos del genial caricaturista le preguntó cómo se sentía con tantas alabanzas. El silencioso Procopio tomó un lápiz y un papel; se hizo un autorretrato. Sus manos estaban llenas de bombos y bombines en tal cantidad que caían al suelo. En su rostro había una marcada mueca de burla por todo y para todos. Así era un dominicano que no hablaba… dibujaba y en sus dibujos describía con ironía su opinión acerca de sus semejantes”. En un suplemento del periódico “El Nacional”, Toñito Zaglul recompone sus recuerdos y hace un “Homenaje a Benito Procopio Mendoza (Copito)”. “… En el caso de Copito Mendoza los mecanismos sicológicos del olvido funcionaron a las mil maravillas para no recordar a un hombre que, durante diez años perdido en las nieblas de su enfermedad mental, vivió en una celda solitaria del Manicomio Padre Billini. Periodistas amigos esporádicamente escribían clamando ayuda, ayuda que nunca llegó y lentamente, con el padecimiento de una esquizofrenia de tipo paranoides, fue destruyéndose la psiquis y el sima de tan brillante hombre. Su obra, durante su enfermedad, fue a parar a mano de particulares desconocidos. Gracias a doña Nina, su esposa, he podido conseguir parte de su producción publicada en revistas y periódicos. No conservaba ningún original. Copito era un hombre espléndido y desprendido, todo lo daba; eso contribuyó a su ruina económica y a que se desencadenara su enfermedad mental.

A miles ruegos pude lograr que doña Nina me prestara su álbum personal; para ella constituye una especie del hijo que nunca tuvo. En él guarda casi con fervor religioso íntimos recuerdos del hombre de su vida (…)

¿Cómo era Copito Mendoza? En un pequeño recibo del gobierno norteamericano, supongo de las aduanas, me enteré de su estatura, medía 5 pies 11 pulgadas. Al decir de sus amigos era tímido; todavía Jung y Freud eran desconocidos para los dominicanos; hoy diríamos de él que era un introvertido. Corpulento e introvertido, su lenguaje hablado se reducía a su mínima expresión, pues la verdadera comunicación la hacía con el lápiz y el creyón. Algunas caricaturas parecían ser injuriosas y ofensivas, Copito, con casi 200 libras de bondad, nadie podía librarse de su atractivo magnético y no podían dejar de ser sus amigos. En casi todos los que caricaturizó y le enviaron cartas felicitándolo, se nota en las misivas un dejo de resquemor. He leído con atención todas esas cartas. No tuvo maestros, como buen exponente de esa característica y tendencia nuestra hacia el autodidactismo. Hizo otros estudios en Estados Unidos y de allí trajo en su equipaje como hobby el béisbol; nunca lo practicó, pero era un fanático del nuevo club (el Escogido de hoy) y cuando Macorís formó su equipo se convirtió entonces en aficionado del team oriental (…) Su viaje a Europa fue apoteósico: París, Roma, Madrid. El silencioso y fácil hacedor de amigos caricaturizaba a Friz Kreisler, el famoso violinista pero también dibujaba a “El Gallo”, sobresaliente torero de esa época; aunque gran amigo de este último, para él Belmonte era mejor torero. Era tal su entusiasmo por los toros, que trajo de España una enorme cantidad de afiches. Si hizo algún dibujo sobre motivos taurinos lo debe haber obsequiado en España.(…) Amante de la música y en una época en que grandes compañías venían a nuestro país, especialmente a San Pedro. Copito hizo numerosas caricaturas que fueron publicadas en la prensa extranjera: Puerto Rico Ilustrado, varias revistas cubanas y la famosa revista americana Musical Courier, que publicó dos caricaturas de la popular cantante norteamericana Meta Reddich.

He aquí parte de la vida y obra de Copito Mendoza, no sé si alguien, tal vez Freddy Gatón Arce, completará lo dicho por mí. Creo que debe hacerse. No soy ni periodista ni escritor y menos crítico de arte (que Dios me libre de semejante cosa). Carlos Gatón Richiez fue el hermano del alma de Copito, colaboraron juntos durante muchos años para La Cuna de América y otras revistas. Los trazos eran de Procopio y lo literario de don Carlos, que para esa época firmaba con el seudónimo de Tick Nay.”
Copito Mendoza siempre se vistió elegantemente, como ocurría en la época, y si nos llevamos de los científicos del congreso de siquiatría su locura no se debió a la insolación. Veamos una nota en la prensa de aquellos días que por graciosa reproducimos parte de ella: “Las Últimas Estadísticas Arrojan un 45 por Ciento de Locos, por no Usar Sombrero En los últimos años, según las estadísticas del Congreso Internacional de Psiquiatría, ha aumentado el número de locos en el mundo. Es curioso saber que buen porcentaje de esos locos, se debe a causas especiales de abandono. Durante el Congreso se presentó importante trabajo, que se refiere a la clasificación de los locos. Antes de 1928, los dementes que ingresaban a los manicomios se repartían como sigue: 55 por ciento de alcohólicos, 35 por ciento de inmorales y 10 por ciento de atávicos…”

De la revista Renacimiento y en homenaje a Copito y a Fabio Fiallo, Carlos Gatón Richiez con su seudónimo Tick Nay escribió sobre Copito: “…La imaginación inquieta de Mendoza, sobrecogida en la tranquilidad silente de las grandes horas, enervada acaso por el hastío enfermo que deja en el espíritu la hiperstesia de su temperamento, abandonó la risa cascabelera y burlona que suena en cada línea de sus magníficos cartones, para detener su vuelo de golondrina turbadora y voluble sobre la torre de cristal de su refinamiento exquisito, y allí colgar un nido de cuyo seno surgió, como un milagro de amor, la poesía santificada y mística que recogió con unción romántica para dejarla hecha ambiente en esta página que es como la apoteosis del poeta y la consagración del dibujante, quien nos presenta ahora un nuevo aspecto de su arte raro e inquieto…”.

De mi libro “Historia de la Caricatura Dominicana”, he sacado esta biografía la que hice ayudado por documentos del Dr. Zaglul, un viaje a San Pedro donde vi el solar donde estaba su casa con los dos pilotes de entrada y que debió ser conservada para hacer un museo, y, un encuentro con un nieto que tenía un negocio de flores. Los historiadores, que no les dan importancia a las imágenes, muy pocas veces insertan fotos históricas de personajes lo que nos obliga a imaginarlos, como cuando leemos un cuento o una novela y, mucho menos han incluido caricaturas en sus páginas. Mi libro pretende hacer la historia con las caricaturas publicadas en los diferentes momentos y por los caricaturistas sensibles que reflejaron la realidad que les tocó.

La caricatura que hizo Gimbernard de Chicho, el presidente Vicini, es más que un retrato, pero para entender eso se requiere que los historiadores, aparte de tener datos a mano, conozcan y entiendan la Historia del Arte. Los libros no se hacen solo con blablablá, necesitan ilustraciones. ¿Qué sería el Quijote sin los maravillosos grabados de Gustave Doré? Se podría decir, aunque se vea exagerado, que si vemos la secuencia de esas ilustraciones es como si leyéramos el libro completo, pero resumido. Lo que a Cervantes le tomó queseyocuantas páginas para describir a Don Quijano, Doré, en una sola nos lo presenta rodeado de libros y con las mismas características que nos lo presenta su autor.

Eso mismo hizo Copito… ¡Chapeau!.l

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