Mi amigo René Fortunato es un artista afortunado. Lo digo como si repitiera el final del cuento de Facundo Cabral, ¡Qué fortuna tienes hermano! Tienes ojos, manos, pies… y digo yo, que no los desperdicia y, como artista, hace lo que tiene que hacer: ARTE.

René siguió el camino de Palau, que fue corto, como si aquel iniciara una carrera de relevo. Lo entendió y siguió corriendo y tuvo que saltar obstáculos, que no han sido pocos.

Es de sumo agrado revivir, lo que tuvimos la oportunidad de estar, momentos que quedaron para siempre en la memoria colectiva. Y la manía de archivar nos salva de las maliciosas interpretaciones interesadas. El archivo, y en cierta forma, desvelarlo, es lo que hace René. Es la mejor arma para el historiador, sea con documento, fotos, fílmicas y cualquier otro material que compruebe que la cuestión fue así y no asá.

Cuando internet todavía no existía, Fortunato difundía sus casetes sobre Trujillo y Balaguer con un afán de quien no quiere dejarle a la memoria humana la tarea de recordar. Él sabe que los recuerdos varían, que quienes estuvieron bajo su sombra oscura y tenebrosa en la Era y siguieron en el “vuelve y vuelve”, cuentan, con adornos de rosa, ese periodo de nuestra Historia que pudo ser como ellos la cuentan si no se hubiera llenado de jinetes apocalípticos y si las alabanzas y adulonerías no hubiesen penetrado hasta el fondo de la vanidad, lo que le costó al país sangre, sudor, lágrimas y mucho luto. El cristal con que se mira se le reduce a muchos.

Y esas memorias quedaron como fueron, en el trabajo de Fortunato. A Trujillo se le ve como era con su risita de payaso malo que no hace reír, con su vocecita falsa, sus declaraciones ajenas y su grandeza inflada por adulones sin brillo que lo convirtieron en un monarca sin corona. No estaba a la altura de “la más bella revolución de América” ni a las grandiosas declaraciones proféticas de los editoriales de César Rojas Tolentino o Fello Vidal. Su ruta era la que trazó Fermín del Cabral, el más atrasado de todos, cargado de lisonjas. De todas formas, el Trujillo inicial no es el mismo final y no hay duda que Fermín lo encaminó hacia el antihaitianismo y el franquismo y Estrella por la ruta de Mussolini por más que Tomás hablara de “Lenine et les bolcheviques” y el fracaso del mundo Occidental, o sea, Europa.
Los videos de Fortunato no mienten, Trujillo es Trujillo y Balaguer es su profeta.

A René le interesa su país, por eso esa labor de rescatar parte de la memoria histórica, la verdadera, como si fuera algo de vida o muerte para él. No tiene cuentas que rendirle a nadie como historiador, ni españolizados, ni afrancesados, ni haitianizados, solo él.

Como artista cinematográfico posee la formación para hacer lo que quiera, aunque se sabe que el cine es tarea titánica que choca con presupuestos imposibles y desvanece las más grandes ilusiones, lo que no ha detenido a René, con o sin ley de cine.

Fortunato pone a narrar sus historias a la magnífica voz y mejor lectura de……. (ilegible en el original) para dar lecciones pedagógicas a grandes y chicos. Nadie sabe quien habla, pero nos lleva al cine de los 70 cuando junto los anuncios de diapositivas de colmados, farmacias, zapaterías, veíamos el resumen noticiero y panorama internacional de ocho meses atrás.

Cuenta René la historia de Enrique Blanco, Desiderio Arias, que ya a estas alturas no sabemos si era de valor, de Guillermo González el arquitecto de Santo Domingo, Pildorín, el tren de Sánchez, El Monumento de Henry Boná, el Teatro de Agua y Luz… apoyado de su arsenal de fotos y fílmicas antiguas que describen, sin fallar, ese ayer patrimonial que el comercio nos borró y nos robó.

“Los 7 días con el pueblo” va a cumplir casi 50 años, coincide, para mi generación, con los años universitarios cuando éramos jóvenes y nos parecíamos a Juan sin Miedo del mexicano José G. Cruz. “El tren de Sánchez”, transporte de la juventud de mis padres vuelve a pitar y a botar humo como si atravesara un cañaveral de Nadal Walcott.

Pero no olvida a los amigos, a los héroes, a Caamaño. Bosch es el presidente traicionado y desvelar sus principios en sus cintas es desvelar a sus traidores y a sus falsos admiradores, como lo hace.

Una joya es el que le dedica a su amigo Frank Almánzar, el artista gráfico con quien compartió ideas y vivencias. Es quizás el mayor homenaje al artista y su documental es referencia obligatoria.
Aquí Frank es como fue, el ser humano sencillo, apasionado del afiche, de Jesús Soto y Cruz Diez, de la Bauhaus y de su sueño socialista. Su cartel ícono, el dólar que dispara forever and ever es testimonio, no solo de su pensamiento marxista, es su rechazo a la sociedad de consumo, “sueño” americano y su “american way of life”, al dominicanyorismo arrogante y sin identidad que viene a estrujarle a sus paisanos su “superioridad”, salvo Demo, Api, Monaco y William.

“El dólar que dispara” de Frank es el dólar que nos dispara desde su cultura, que no respeta la nuestra, es el que disparó en 1916 y en 1965, el que disparó en Vietnam, en Chile y Argentina, ese que ha ido siempre del brazo de “los derechos humanos” y la hipocresía. Es el dólar del FMI, el mismo de Mauricio Macri, el mismo que encarceló a Lula, el que quitó a Evo. Es el dólar que entra en los bolsillos de Almagro, y que aquí se dispara casi al 60 x uno.

Es el mismo dólar que Frank, visionariamente, culpó de la desgracia de las venas abiertas, es la ilusión del que se va y quiere verse como ellos, sin ser ellos, porque no saben macar chicles con ese swing que solo los camellos imitan, porque tus palabras en inglés suenan a clasecita con acento del Cibao, de La Habana o de Ponce. Todo eso y mucho más, a precio de “llévatelo hoy y págalo mañana”, contiene el “dólar de franalmanzar” como se ve clarito en la cinta de René con pelos y señales.

René ha realizado su video de Frank, no porque “sea responsabilidad de sus amigos” rescatar la obra de los artistas idos, que para eso están las instituciones pertinentes, él lo hace parque es parte de su creación que es a lo que tienen que dedicarse los artistas, sean amigos o no. Si eres escritor, escribe y deja de usar la sombrilla de otros escritores famosos que no te van a dar luz nunca. Y si eres pintor, no serás mejor si “rescata” la obra de alguien. Lo importante es crear tu obra porque ya Frank creó la suya, perdida o no.

La brevedad de Fortunato siempre evita el aburrimiento de las repeticiones y muchos se quedan buscando más. Las entrevistas que soportan afirmaciones son atinadas y gente que sabe lo que está diciendo, expresado con naturalidad, una virtud que opaca el quererse oír a sí mismo o al ficticio discurso de teleprompter.

Patricia, que no tuvo los millones de El Padrino, es una película llena de símbolos sobre nuestra dominicanidad, hecha aquí, con nuestros valores, los mismos que martillan en cada producto de René, como aquellas tareas escolares que llenaban páginas con la misma línea.

René, como Palau, es un artista grande y sus videos quedarán, por fortuna, en “las páginas de nuestra Historia”.

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