En una reciente investigación de la Oficina Nacional de Océanos y Atmósfera de los Estados Unidos se recoge un enorme caudal de datos que confirma la ineludible subida del nivel del mar, al menos en 30 centímetros durante las próximas dos décadas. Esta subida dependerá, desde luego, de cada región y provocará cambios considerables en las líneas costeras de todos los países de mundo provocando un aumento de las inundaciones que serán recurrentes, incluso con la ausencia de fuertes lluvias y tormentas. En la elaboración de la investigación participaron seis agencias estadounidenses incluida la Nasa, por tanto, nadie duda de su credibilidad y sus consideraciones finales son una alerta roja sobre las más que evidentes consecuencias de las crisis climáticas que padecemos y que en vez de enfrentar para mitigar, agudizamos con un modo de vida absolutamente insostenible, mordazmente presentado en forma de metáfora en la película dirigida por Adam McKay Don’t Look Up que es un lúcido retrato de los tiempos estultos en que desafortunadamente vivimos.

Partiendo de esta información científica deberíamos redoblar nuestros esfuerzos, desde luego, por reducir las emisiones de gases efectos invernaderos que causan el cambio climático y que permitan ayudar a las comunidades costeras e isleñas, como la nuestra, a adaptarse a la más que preocupante subida del nivel del mar que se está produciendo. El informe argumenta con evidencias de peso que si no frenamos la irracional quema de combustibles fósiles para el año 2100 el nivel del mar aumentará entre uno o dos metros, afirmación cuando menos preocupante pues significa que centenares de ciudades costeras del planeta serán engullidas por el mar.

Las islas del mar Caribe, en especial las pequeñas, serán de las primeras en sufrir un daño que tendrá un efecto inmediato y adverso que impactará de forma directa en el sector turístico pues mas del 90 % de sus infraestructuras están en las costas y su existencia se vera amenazada o al menos fuertemente afectada. De esta manera tanto el incremento de las temperaturas como la subida del nivel del mar perjudicará gravemente a toda la región del Caribe. Además, la subida del termómetro violenta las temporadas de huracanes, que recién empieza y que con condiciones extremas provocarán enormes costes económicos para nuestras frágiles economías debido a la destrucción que provoca y el alto coste de vidas humanas que conlleva. Y aunque nuestros estados son posiblemente los menos responsables de estas crisis climáticas también ayudamos con nuestra sorprendente pasividad e inacción.

A escala global se vaticinan las inundaciones de miles de kilómetros cuadrados de humedales costeros y tierras bajas. También se pronostica el retroceso y la pérdida de playas, actualmente Puerto Rico ya lo sufre, y destrozos en las infraestructuras costeras de protección. Habrá un aumento en la salinidad de los acuíferos y pérdida de tierras productivas para la ganadería y la agricultura. Del mismo modo, cambiarán los patrones de sedimentación y erosión que sin duda alguna modificará y afectará a los complejos portuarios, enclaves turísticos y ecosistemas de especial valor para la vida humana entre otras consecuencias. En general todos los ambientes costeros se verán seriamente afectados y se volverán las zonas más frágiles del medio terrestre. Además, no será en un futuro lejano si no que el cambio se predice en un corto plazo máximo de dos décadas.

Debido a la gran importancia que tiene el asunto a cercano, mediano y largo plazo, para las poblaciones de islas y litorales, las autoridades responsables deben invertir en equipos tecnológicos que desarrollen una cuantificación del escenario de forma más concreta para ir tomando decisiones con una antelación que puedan ayudar a minimizar daños.

Un estudio del Banco Mundial de hace varios años ya sostenía que, si se mantiene el ritmo actual de subida del mar, Santo Domingo será una de las cinco ciudades más afectadas del mundo por el cambio climático para 2050, tras Alexandria, Barranquilla, Nápoles y Sapporo. En nuestra capital, por ejemplo, sectores pobres de la población actualmente ya se ven afectados por las inundaciones. Muchos viven a orillas del río Ozama y en terrenos inundables, y marejadas ciclónicas más altas o lluvias intensas provocadas por la crisis del clima las harán aún mucho más vulnerables.

Ahora es momento de aumentar la resiliencia climática, es decir educar y actuar para adaptarse a las consecuencias de la grave crisis que nos afecta e ignoramos, y desde luego involucrar a todos los agentes sociales posibles, legisladores, empresarios, educadores y ciudadanía en general pues es labor de todos. Los sectores más desfavorecidos serán los más vulnerables por lo que será necesario actuar con una mayor planificación territorial que aborde la exposición a los riesgos. Establecer planes de diversificación y recuperación económica tras las situaciones de desastre, es decir estar prevenidos a lo que está por venir y en lo ambiental prevenir los aumentos de lluvias e inundaciones que cambiarán los volúmenes de los cuerpos de agua. En definitiva, evitar los riesgos de estas poblaciones.

A nuestros países no les queda otra que empezar a luchar contra la subida del mar, a pesar de líderes mediocres e incapaces preocupados de la inmediatez. Si continuamos sin adoptar medidas serias y profundas para limitar las emisiones de gases de efectos invernadero las olas de calor que padecemos se intensificarán y se convertirán en normalidad. El consenso científico ya concluye que el planeta se calentó 1.1 grados centígrados y que es resultado inequívoco de la acción humana. Las crisis se suceden como podemos ver todos los días en los medios de comunicación, sequías, inundaciones, incendios…, ahora bien, la magnitud futura del problema, es no obstante una decisión en manos de la sociedad en su conjunto. Todos y cada uno debemos poner de nuestra parte y cambiar nuestros hábitos de derroche energético e involucrarnos individualmente tal vez pensando en lo que dejamos a nuestros hijos.


Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”. This project has received funding from the European Union´s Horizon2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846.

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