Contribuyó a la reforma carcelaria de Cárdenas y consiguió el cierre del Palacio de Lecumberri

Para mis alumnos de Artes Visuales de Rafey.

Tatá, mi mamá, no me habló nunca de Ramón, un pariente de Josesito, mi padre, ni tampoco de Caridad su madre. De Laura sí, una diputada que conocí en una tarjeta postal suelta en el viejo álbum de fotos de la casa y que posiblemente le diera el nombre a la hija de Ramón.

No hacía tanto tiempo que los españoles dejaban a Cuba a finales del siglo XlX y cuyos conflictos empujaron a mi abuelo, José A. Mercader, a establecerse en la calle Cuesta Blanca (hoy Duarte) de Santiago de los Caballeros.

Los abusos de Weyler, la esclavitud, la pobreza, la miseria, es lo que marcó a Caridad, quien se divorció de su esposo Pablo y se dedicó a la pintura antes de irse, con sus cuatro hijos y su hija, a Francia de donde fue a parar a Barcelona. El carácter regio de Ramón, de 23 años, lo llevó a conducir un regimiento republicano para combatir contra Franco, quien le dio un golpe de Estado al país y a la democracia española influenciado por el fascismo hitleriano y de Mussolini, en 1936.

En aquel momento el movimiento republicano, que había barrido al Rey Alfonso XIII, recibió el apoyo de los soviéticos y de algunos países de América latina, de manera individual, como es el del conocido pintor mexicano Siqueiros. Los trotskystas apoyaron a Franco. De manera que cuando Ramón se propone para ir a México para eliminar a Trotsky, no lo hace porque es el “elegido” de Stalin ni porque Caridad le lavó el cerebro. Ramón es un militante de convicciones propias, comprometido con lo que él consideraba su ideal, tal y como lo explica el periodista y escritor mexicano José Ramón García Manzano Abella o como él se hacía llamar, Garmabella.

Su libro “ El grito de Trotsky” es, sin duda, el trabajo biográfico más completo y documentado, tanto de Ramón como de León, de paro.

Ramón llegó a México luego de elaborar un plan maestro y seguro, diferente al ataque directo que hizo Siqueiros con algunos de sus camaradas del Partido Comunista Mexicano, y que falló.

El primer paso de Ramón para acercarse a Trotsky fue hacerse pasar por un comerciante millonario, apoyado logísticamente por la NKVD (precursora de la KGB), y conquistar una trotskysta que lo llevara a su búnker. Sylvia Ageloff fue la elegida, la que, dada su “jamonidad”, no fue difícil encantarla, como hace un clavadista con su trampolín.

El fallo del “plan maestro” impidió que Ramón se fuera con su amante, como lo había concebido, de quien terminó enamorándose. Cumplió una condena de 20 años (1940-1960) en el famoso Palacio de Lecumberri, “la cárcel que volvía locos a los prisioneros”.

Al ser apresado dejó una carta en francés, puesto que en todo momento él era Jacques Mornard Vaderdreshed, belga, hijo de diplomático y un exmilitante del trotskysmo que “decepcionado con su líder decidió ajusticiarlo”.

En todo el libro de Garmabella se destaca la personalidad de Ramón como un hombre firme, amable, solidario, serio e incorruptible a tal punto que, cuando lograron sacarlo, se negó “porque iba a cumplir con su responsabilidad: cumplir el castigo por su acto”.

Garmabella describe a Ramón tal y como fue y no el instrumento político en que lo convirtió el movimiento trotskysta y sus aliados occidentales en aquella Guerra Fría que aún se mantiene.

Todavía, hasta 1950, nadie sabía quién era el tal Jacques Mornard que se redujo a “Jac” en la cárcel. Solo el criminólogo, Dr. Alfonso Quiroz Cuarón lo supo cuando fue a España y allí le mostraron la verdadera identidad, con foto y huellas digitales. No confundir con Bernardo Quiros, quien murió en México en el 59, también criminólogo y pariente de Roberto Cassá.

“Ustedes pueden llamarme Ramón o Juan Pérez o como les dé la gana, pero yo soy Jacques Mornard” repetía en francés, el hijo de Caridad.

El cine, gran instrumento de propaganda de la Guerra Fría, hizo su propia historia y la contó a su manera, como bien lo cantó La Lupe. Trotsky fue Richard Burton y Ramón, el actor francés Alain Delón.

Ramón contribuyó a la reforma carcelaria de Cárdenas y consiguió el cierre de ese caparazón de muerte que era el Lecumberri.

Después de vivir 14 años en Moscú se radicó en La Habana aunque quiso volver a Barcelona, no pudo cuando el Partido Comunista Español de Carrillo se viró contra la URSS y le dio la espalda. En La Habana fue clave para la reforma penitenciaria. Caridad se quedó en Paris.

El libro de José Ramón es clave para entender la raíz de ese conflicto confuso. Trotsky fue el jefe del Ejército Rojo, formado por soldados de la clase media, elitistas. Stalin reemplazó a Lenin en el poder, a su muerte, porque contaba con el apoyo del pueblo pobre y del mismo Ejército Rojo. Trotsky combatió la Revolución de Octubre que él mismo contribuyó a llevar al poder porque no era él El Jefe. Es una vaina de vanidad del ser humano, prepotencia, pretensión, ombligo del mundo que jode todo y que se repite cíclicamente. Jode al Capitalismo, al Comunismo, a la Democracia, a la Monarquía, a los escritores… es la LUCHA POR EL PODER.

Por otro lado, la megalomanía de Trotsky, su ingratitud y poca humildad, no le favorecieron. Él pudo entrar como exiliado en México gracias a Diego quien le pidio a Cárdenas, cuando nadie lo quería en ningún suelo planetario. El pintor lo alojó en su hogar, que el aprovechao convirtió en bunker, además de cogerse a su mujer. ¡Gran comunista! Diego no tuvo otra opción y lo echó de su casa como a un perro, no verdá Padura?

El monopolio de las comunicaciones lo convirtió en un héroe que poco a poco se desvanece a tal punto que se confunde con el coronel del negocio de los pollos fritos.

La muerte de Trotsky, para unos, fue un asesinato y, para otros, un ajusticiamiento, por más que Netflix lo presente superior al mismo Lenin en una serie en que este parece como un carajito de mandao del autor de “La Revolución Permanente”.

Laura y Arturo, los hijos de Ramón, tenían 18 y 17 años cuando La Habana celebró el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes al que asistí. Ese mismo año, tanto Sístole como Diástole dejaron de trabajar para Ramón.

No es fácil mirar y entender el otro lado de la Luna cuando solo te enseñan uno.

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