El verano más caluroso lo vivió Charles Sumner en el 1869, cuatro años después del final del mandato de Abraham Lincoln y cuando Ulises Grant, el presidente número 17 de los Estados Unidos, se propuso la anexión de la República Dominicana.

Todavía el quinto presidente, James Monroe, no había elaborado su teoría que se resumió como “América para los americanos” en la que defiende la potestad de su país de ser amo y señor en el continente sin Europa. A Grant se le ocurrió la anexión cuando Buenaventura Báez ejercía su segundo mandato presidencial porque el desbarajuste que surgió después de la Restauración no le dio una solidez a los mandatos que ellos estaban supuestos a ejercer. Esos tumbos de los restauradores, una vez que sacaron a los españoles, hicieron que Báez se alzara con el santo y la limosna a pesar de ser un santanista declarao y un atrasao aunque su nieto haya escrito un libro con salsa y chachachá.

¿Qué quería Grant con la anexión? Sus dos objetivos básicos se resumen en: 1. Ampliar el territorio como gesto imperialista para convertir el país en una colonia como hicieron con Puerto Rico y Hawái y, 2. Encontrar un lugar cercano para llevar a cabo la limpieza étnica, o sea traer todos los descendientes de África para “terminar” el gran conflicto que le costó sangre, sudor y lágrimas a su país.

Fueron muy pocos los líderes que asumieron los principios antiesclavistas y antirracista de Lincoln a pesar de que muchos lo apoyaron en su batalla de abolición de la esclavitud. Es Lincoln quien logra, al mando del ejército norteño y con Grant como general, disolver Los Estados Confederados del sur que solo eran siete. Gracias a la gran humanidad y claridad política de Lincoln, la Unión salió victoriosa.

La aberración de la esclavitud y el maltrato a los negros del sur tuvo fin gracias a Lincoln y al propio Sumner cuando ya Haití lo había hecho 57 años atrás desde la rabia y claridad de Toussaint Louverture y Dessalines. Ya Haití iniciaba su gran tercer período histórico cuando en 1859 Fabre Geffrard iniciaba la lll República. Estados Unidos eliminó el racismo, “de lo diente pa’ fuera”, como se confirma hoy día en la Policía de Minneapolis y otros destacamentos que no usan el capuchón de los KKK para no parecerse al fantasmita Casper.

Es el senador Charles Sumner quien apoyó siempre a Lincoln en las batallas campales y en el Congreso lo que siguió haciendo tras su asesinato. Es Charles Sumner quien le impide a Grant llevar a cabo la anexión de este país al suyo. Y es esta la razón por la que se le puso a una importante avenida de la capital, paralela a la Kennedy, su nombre.

Hay que decir que por ese lambonismo histórico ejercido en la “era democrática” o post Trujillo se le pusieron nombres de personalidades de allí a las calles más importantes de nuestras ciudades: Washington, Lincoln, Churchill, Isabel la Católica, Sumner Welles, Tiradente, Ortega y Gasset, Aeropuerto General Andrews, Nicolás de Ovando y Mickey Mouse.

Ahora bien, los nombres de las calles, escuelas, parques, etc. se constituyen en parte del patrimonio nacional y esencia de la identidad de los pueblos. Claro cuando el nombramiento es justo y acorde con los valores patrios.

Es por eso que uno se pregunta, ¿qué hizo Sir Winston Churchill como para merecer que una de las más importantes avenidas de la ciudad de Santo Domingo lleve su nombre? La Historia no registra absolutamente nada que tenga que ver con nuestro país y si fuese por homenajearlo por su participación en le ll Guerra Mundial, entonces tendría que llamarse Joseph Stalin quien fue, nos guste o no, quien derrotó el nazismo de Hitler y que, de no hacerlo, a esta hora todos los de razas viralatas, como nosotros, hubiésemos ya pasado por las cámaras de gas. ¿Y Kennedy? Solo basta recordar el golpe de Estado a Bosch como para borrar su nombre de esa avenida. Al ingrato no le valió que le regalaran una mecedora cibaeña.

Es entendible perfectamente que aquel cambio a la identificación de la ciudad de Santo Domingo de Guzmán por la de Ciudad Trujillo que le dio el senador por Santiago, Mario Fermín del Cabral y Báez, de manera rimbombante y hasta con la inauguración del obelisco macho (1944), se haya eliminado, cuando cayó la tiranía, al igual que numerosas calles, avenidas, parque, escuelas, cines, playas, aeropuertos, estadios. Es lo que también va a ocurrir, más temprano que tarde, con las avenidas plazas y otras pendejadas a Balaguer, por las mismas razones que han sido disfrazadas desde alianzas, amarres políticos y amores fugaces.

Pero lleguemos ahora a la más reciente propuesta, tan absurda como aberrante: el cambio de Charles Sumner por Corporán de los Santos, una propuesta mondonguera del senador de la provincia Duarte.
Por supuesto que no es para asombrarse porque la lógica que ha imperado en la decadencia política local no es para menos. ¿Acaso no están proponiendo el nombre de Jack Veneno para el Parque Eugenio María de Hostos? ¡Jesú santísimo!

¿Qué hizo Corporán de los Santos para merecer el nombre de una avenida tan importante? No se le puede tildar de analfabeto por aquella famosa frase que lo desveló, como si fuera con Rayos X, en plena transmisión… “ele, ele a… lla”, porque muchos de nuestros patriotas lo fueron. Pongamos el caso de Cayo Báez, Gaspar Polanco, Gilbert, los “gavilleros del este”, Enrique Blanco, El ejército de Desiderio, etc.
tampoco se le puede galardonar en función de la cantidad de saquitos de arroz de sus concursos radiales y televisivos y que Pablo Milanés, el cantante cubano, denunciara como una humillación a la condición de pobreza de la gente obligada a entrar en el juego de las rifitas para no morirse de hambre. Pero caminemos más lejos, hasta allá donde fue síndico del distrito desde el 1990 hasta el 94. ¿Qué hizo Corporán en ese periodo? Nananina, aparte de engrandecer a Balaguer al que veía como una continuación de Arismendy Trujillo, Petán, y a quien nunca dejó de alabar por su agradecimiento eterno de haberlo metido en el mundo de las ondas radiales cuando aún andaba descalzo y el pelo sin planchar. No hay que decir nada de Petán, que la gente conoce como la palmita de su mano y recuerda su caciquismo vejatorio en Bonao.

¿Acaso sus orígenes humildes de limpiabotas, canillita, billetero o lava-carro, en su Cotuí natal, son elementos ponderables para tal homenaje?

¿Pero qué es lo que nos está pasando?, ¿cómo es que no hemos podido salir del siglo XlX. ¿Cuándo fue y cómo se instaló el choperismo olímpico en este pedacito de isla? ¡Virgen Santa del montón charamicoso!
Nos hemos convertido en un amasijo de instituciones sin reglas y sin funciones definidas donde todo el mundo “sabe má quei Diablo” y hace lo que le da su santísima gana. Porque debería ser la Academia de Historia, claro sin Ramiritico, la que fuera consultada para tan importantes temas y estoy seguro que tendrían una lista de ciudadanos honorables y merecedores de homenajes como el que le quieren dar, a la cañona, al Viejo Corpo. ¿No tendrían Coride y su burro mejor aceptación?, ¿o Chochueca, el Cienciólogo y el Doctor Anamú? No puede dejarse en las manos de tantos diputados y tantas senadoras cuya formación política es nula y que están ahí, en la mayoría de casos, porque son personajes pintorescos de sus pueblos que los elijen tomando en cuenta sus capacidades de repartir pollos congelados, salchichones fermentados, saquitos de arroz caquiao, botellitas de aceite rancio, compras de cédulas, promesas de botellas que en un 90 % no cumplen, asfaltado de tramitos de calles una semana antes de las elecciones para allantar, muchos amarres de chivas y ofrecimiento del necesario puente aunque no haya ríos.

Charles Sumner, que no hay que confundir con el diplomático Sumner Welles de la época de Horacio Vásquez y autor del famoso libro “La Viña de Naboth” en dos tomos, merece el nombre de esa avenida por todas las razones señaladas y porque es parte de nuestra identidad en esa zona próxima a la UNPHU. De Sumner Welles no estoy tan seguro y preferiría, si me lo preguntaran, que le pusieran Calle Ludovino Yaniqueque o Calle Catarey, el tamborero, allá en Villa Juana. Hasta Radhamés Aracena de Radio Guarachita, Macario y Felipa, Pildorín, Pololo, pasan antes.

Sumner enfrentó a los esclavistas más recalcitrantes de su época como aquel odioso Preston Brooks de Carolina del Sur quien lo agredió a bastonazos limpios en plena sesión del Senado. Es quizás por esa posición radical contra la discriminación racial que incluso David Donald, su biógrafo, emite una serie de consideraciones dudosas sobre su integridad. Con amigos así, no necesitaba enemigos.

A pesar de que Grant, como presidente, tenía todo amarrado para el “alquiler” de la Bahía de Samaná, como paso inicial antes de la anexión total, el Congreso no le aprobó el documento gracias a la oposición acalorada y determinante de Sumner y al peligro de enfrentar a España, que todavía rondaba en el paisaje de aquella época.

Esta misma lógica del “mondonguerismo” político es la que no ha permitido que Santana no haya salido del Panteón. ¡CARAJO!

Los senadores y diputados, que aparte de su difícil tarea de repetir “corroboro corroboro”, suelen confundirla con “corre el burro, corre el burro” y que en La República del Cibao traducen como “cojo y robo, cojo y robo” cuando le cuentan el cuento de “la guinea y dei barrilito”, están listos para levantar la mano desde sus siestas.

No se vayan que aún faltan más: calle Macorís, de la Banda Colorá, por sus aportes y garrotazos a tantos jóvenes y haberse apoderado de piezas importantes de la casa de Horacio Vásquez en Tamboril; Johnny Abbes, El Sherif Marcos, calle Rin-Tin-Tin, calle César el Abusador, Calle Sobeida Morel, calle Don Quirino, calle Blas Peralta, calle Marlin Martínez, calle Coronel Maríñez, calle Omega por las golpizas a mujeres indefensas y sus grandes aportes a la música universal y lograr que una vaca se convierta en estrella con Grammy y todo; calle La Soga, calle Vampiro Caos, calle Relámpago Hernández y todos los luchadores de su cuadra; calle Mantequilla, calle Alexis Medina quien pensó que salió de una lámpara maravillosa, calle Radhamés Camacho por su premio Nover en Estadísticas y Economía; Super avenida Cayo Claudio por su visión tan grande que no pasa de su nariz… porque me la viste a mí, y, Ed Selman por sus medallas olímpicas en el Nadadario Cultural y a Juan de los Palotes, sin cuya obra el carnaval no existiera. siga usted contando los Austin.

Carole King continúa con su balada “…winter, summer, autumn or fall… you’ve got a friend”
“Ex nihilo nihil fit”: de la nada, nada sale.

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