Las repatriaciones de ese año son consideradas por algunos haitianos que vivieron ese momento como “disciplinadas y con mucho respeto a los derechos humanos”

La Zona Retro de esta semana comparte un reportaje especial sobre la expulsión masiva de migrantes haitianos con estancia irregular en el territorio dominicano en 1991, a propósito de las deportaciones masivas de extranjeros ilegales que viene realizando la Dirección General de Migración (DGM).

La noche del 13 de junio de 1991, el presidente Joaquín Balaguer emitió el decreto número 233-91, en el cual se estableció en su artículo uno, “la repatriación de todos los menores que no hayan alcanzado la edad de dieciséis (16) años, de nacionalidad extranjera, que venía trabajando como braceros en la siembra, cultivo, corte y acarreo de la caña”.

Asimismo en su artículo tres, disponía la deportación “de todo los trabajadores extranjeros, mayores de sesenta (60) años de edad de los bateyes, tanto los pertenecientes al Estado como los que son propiedad de empresas privadas”. Dicho decreto disponía el pago de todas las prestaciones laborales que les correspondía, a los trabajadores de la caña, de acuerdo a las leyes dominicanas.

Esta medida que para algunos fue considerada como abrupta o desesperada, fue tomada por el presidente Balaguer en respuesta a las acusaciones que se hicieron contra la República Dominicana en foros internacionales, tales como la Organización Internacional del Trabajo, con sede en Ginebra, Suiza, así como en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, por medio de sus comités.

De acuerdo con recortes de periódicos de la fecha, el último caso en el que fueron expuestas las denuncias fue en una sesión del Subcomité de Asuntos del Hemisferio Occidental, del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos conjuntamente con el Subcomité de Derechos Humanos y Asuntos Internacionales.

En esa sesión de vistas públicas se analizó y escuchó las acusaciones contra el Consejo Estatal del Azúcar (CEA), por la estación de televisión ABC, en el programa “Primertime Live”.

La República Dominicana fue acusada en esos organismos internacionales de incurrir en violaciones a los derechos de los trabajadores que laboraban en el corte y tiro de la caña, sobre todo en los ingenios del CEA.

Tras dar a conocer el decreto presidencial, el jefe de Estado dijo que las deportaciones de las personas señaladas se estarían realizando contras los menores y personas mayores que no estuvieran haciendo una labor útil en los bateyes del CEA. Dijo además, que el Gobierno no podía permitir esas acusaciones y calificó esas denuncias como “evidentemente injustas que casi no vale la pena tomarlas en consideración”. “El país entero sabe que aquí no se esclaviza a nadie”. Dijo también que el éxodo de haitianos en el país, era a consecuencias de los disturbios políticos que estaban ocurriendo en Haití.

Para dicha repatriación se creó una comisión oficial que se encargaría de localizar a los niños y ancianos haitianos en los bateyes cañeros, tanto público como privados, en fincas y proyectos de construcción, esta comisión estuvo compuesta por la Secretaría de Trabajo, el CEA, la Dirección General de Migración (DGM), las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.

La persona encargada del operativo fue el subsecretario de Trabajo, Tomás Bobadilla, coordinador general de la comisión, quien dijo: “Es bueno que se sepa que no es una cacería de brujas y que se aplicarán altos sentidos humanos”.

Títulos como “peinan las construcciones y fincas”, “siguen apresando haitianos para repatriarlos”, “haitianos abandonan RD”, “EN y PN confinan haitianos en Santiago”, “Migración repatria a otros 136 haitianos” eran las principales noticias que ocupaban las páginas de los diarios del año 1991.

Primer grupo repatriado

Quedó formalmente iniciada la repatriación de haitianos el 18 de junio de 1991, deportando a un primer grupo de treinta indocumentados menores de edad a la frontera de Jimaní, quienes aguardaban en el local del Instituto Nacional de Formación Agraria y Sindical (INFAS), en la ciudad capital. De acuerdo al documento periodístico de la época, los niños retenidos eran procedentes de las localidades de Jacmel, Juana Méndez, Hinche, Léogâne, y Las Caobas, comunidades cercanas de la frontera dominicana.

Estos jovencitos fueron alimentados en el INFAS, quienes dijeron que fueron traídos por “buscones” para trabajar en los ingenios Consuelo, Ozama, Quisqueya, Río Haina y Porvenir. Todos dijeron tener menos de 18 años de edad. Encabezó la delegación que llevaría al primer grupo a la frontera, el subsecretario de trabajo, el señor Bobadilla.

Llegado el día de la deportación, algunos de los niños comenzaron a llorar sin poder contener las lágrimas porque no llevaban consigo las ropas que se les había prometido. Está el caso del jovencito Felipe Delica, de 12 años de edad, quien iba descalzo y con una franela hecha harapos, este fue consolado por el Jean Marie Joe Stine, mientras que otros tres fueron acompañados de un agente policial a sus casas a buscar sus ropas en el poblado de Villa Mella. Sin embargo estos muchachos que aparecieron presos en el destacamento del kilómetro 12 de la carretera Sánchez, fueron buscados para su deportación, pero debido a que no tenían ropas tuvieron que dejarlos en el país.

Los demás infantes fueron trasladados en una guagua de las denominadas Banderitas y entregados a las autoridades haitianas en Malpaso, estos se encargaría se llevar a los niños a sus respetivos lugares.

Documentos de la prensa dice que los niños se encontraban en el INFAS desde el 22 de mayo de 1991.

Segundo grupo deportado y muchos se van voluntariamente

Un segundo grupo de 200 personas, de edades entre 16 y 60 años fueron repatriadas hacia Haití. Y a medida que iban pasando los días y semanas se iban aumentando las deportaciones de haitianos ilegales, por lo que muchos por voluntad propia decidieron regresar a su país. Otros sin embargo, decidían huir “para los montes” por temor a ser atrapados.

Ante las primeras deportaciones realizadas por el Gobierno dominicano en junio de 1991, las autoridades haitianas reaccionaron al mismo calificándola como “una escalada evidente” de República Dominicana, y se dijo además, que el gobierno del padre Jean Bertrand Aristide estaba dispuesto a conseguir una “solución global y pacífica” a la situación, así habló la ministra de Información, Coordinación y Cultura y titular encargada de Relaciones Exteriores, de Haití, Marie-Laurence Josselin Lassegue.

Otros recintos al que eran llevados los haitianos indocumentados para luego ser repatriados era el Centro Sur de Desarrollo Agropecuario (Cesda), en San Cristóbal. Un tercer grupo que fue deportado a la vecina nación estuvo compuesto por 132 haitianos, entre ellos, hombres, mujeres y niños, quienes se habían preparado con sus equipajes.

Ante las contaste redadas y deportaciones de haitianos ilegales en los bateyes del país, la mano de obra estaba siendo afectada en la producción agropecuaria y en la industria de la construcción en el Cibao. Así lo refleja lo expresado por “Más o menos el 20 por ciento de los haitianos está trabajando en las parcelas de Jicomé y el cruce de Esperanza. La mayoría se ha ido o escondido, por temor a las repatriaciones de sus familiares”, dijo Chago Ferreiras, productor de arroz de Jicomé.

Virgilio Martinez, productor de arroz de esa misma comunidad dijo: “Yo estoy de acuerdo que se saque a los haitianos del país. Pero hay que reconocer que nadie nos ayuda a producir más que los haitianos”.

Organizaciones como el Movimiento Social y Cultural de los Trabajadores Haitianos (MOSCTHA), reaccionó de manera favorable a las repatriaciones de menores haitianos al vecino país, sin embargo condenó la deportación de ancianos mayores de 60 años, por considerar que estos tenían un fuerte vínculo en el país y que en Haití ya no tendrían a nadie.

Familias se dividen por repatriaciones

Momentos de dolor vivieron muchos haitianos repatriados en 1991, debido a que habían creado lazos familiares en la República Dominicana. En su mayoría ya tenían toda una vida en este país. Muchos tenían más de tres décadas en esta nación, donde formaron un hogar con hijos y parejas y tener que separarse les producía una gran tristeza..

Al consultar con haitianos que vivieron las deportaciones masivas de 1991, nos contaron que el presidente Balaguer los trataba como “personas y respetaron sus derechos”. No hubo maltratos ni golpes. Muchos indocumentados se fueron del país de manera voluntaria.

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