Una tienda solidaria «vende» objetos a cambio de un «gracias» en Bruselas

La pequeña tienda de Circularium, situada en el distrito bruselense de Anderlecht, ha cambiado de forma radical las tradicionales reglas del comercio

Bruselas, 10 may (EFE).- La pequeña tienda de Circularium, situada en el distrito bruselense de Anderlecht, ha cambiado de forma radical las tradicionales reglas del comercio.

Aquí el dinero o una tarjeta de crédito no funcionan como «moneda de cambio» para adquirir algún producto; para cerrar la transacción el cliente simplemente tendrá que «dar las gracias» por escrito.

La mecánica es simple: cada comprador puede adquirir un máximo de un producto al día de forma gratuita y al salir de la tienda deberá acercarse a la caja para rellenar una tarjeta de agradecimiento que colgará en la pared de la tienda, formando un pequeño «collage» de mensajes de gratitud.

Desde libros, vinilos y juguetes hasta pequeños electrodomésticos y piezas de vajilla se «venden» en este local, cuyo «proveedor oficial» son los vecinos de la zona que deciden aportar su pequeño granito de arena a través de donaciones para ayudar a quienes lo necesiten.

«Incluso los muebles que tenemos son donados», cuenta a Efe Leo Fernández, un estudiante que trabaja como voluntario en este particular negocio.

Hace dos meses Fernández desembarcó en esta tienda que por aquel entonces vendía los productos a dos euros el kilo.

«Entonces mi compañero me dijo que teníamos que ir un paso mas allá de esa idea y por eso decidimos hacer una tienda gratuita», explica este joven quien resalta el cariz solidario de la iniciativa.

Siempre que los productos no estén rotos, sucios e incompletos, los responsables animan a todos los potenciales donantes a traer aquellos objetos en desuso que guarden en casa y a dejar una pequeña nota para su futuro propietario, en un perfecto ejemplo de economía circular, mantienen.

TEJIENZO LAZOS COMUNITARIOS

En tiempos en los que las tiendas de barrio tienden a desaparecer en pro de macrocadenas comerciales, Circularium simboliza como un simple local puede servir para tejer lazos comunitarios entre los vecinos, algo esencial sobre todo en una zona con grandes dificultades económicas.

En 2015, la renta «per cápita» de esta parte de Anderlecht no llegaba a los 11.000 euros, mientras que en el barrio real de Bruselas, situado a poco más de 2 km de distancia, superaba holgadamente los 18.000 euros, según datos del Instituto bruselense de estadística y análisis.

«Aquí la gente del barrio no tiene mucho dinero y es fantástico que puedan disfrutar de una tienda gratuita», celebra Leo.

Pese a que hace tan solo una semana que este local abrió sus puertas, la noticia ha corrido como la pólvora gracias a la publicidad que se ha dado en redes sociales y medios locales.

Prueba de ello es la decena de personas que esta misma mañana hacían cola cuando la tienda aún tenía la persiana echada, entre los que había tanto «compradores» como personas que venían a donar.

Incluso un pequeño trueque se ha cerrado a las puertas del comercio: una mujer, que traía una bolsa con objetos para donar, se ha animado a jugar un pequeño partido de fútbol improvisado con una niña que, fruto de la curiosidad infantil, llevaba un rato tratando de coger el balón de la bolsa de la señora.

Al final del partido, del que no ha salido un claro vencedor, la donante ha regalado la pelota a la niña, trasladando la esencia de la tienda más allá de sus cuatro paredes.

Abre la tienda y las pequeñas fricciones entre algunos clientes por decidir quién estaba primero recuerdan un poco a esas imágenes de cuando se da el pistoletazo de salida a las rebajas.

Además, la limitación de cuatro personas en el interior hace que la cola vaya poco a poco creciendo.

Una señora visualiza minuciosamente cada objeto de la tienda para ver qué se puede llevar a casa, mientras su hija juega con su recién regalado balón en la zona de juego infantil hecha con tres grandes tiendas de campaña al fondo del local.

Finalmente, la mujer se decide por un servilletero de madera y se acerca a la caja para pagar con un «gracias», que guarda una esencia más humana que un billete.

«Muchas gracias por su amabilidad. El mundo avanza gracias a personas como vosotros», escribe la mujer en la tarjeta con la que se cierra la compra. EFE

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