Es considerado un problema grave, ya que causa daños irreparables tanto en la víctima como en el agresor

La violencia que se vive en el entorno familiar, escolar y social repercute en los seres humanos, generando víctimas femeninas y masculinas.

Otros aspectos que tienen un impacto determinante dentro de los temas de violencia son las aspiraciones sociales y el tipo de apego que presenten los miembros de la familia, además de los elementos sociales y culturales, la violencia simbólica y estructural, el contexto y el género, y el efecto de los medios de comunicación por el manejo inadecuado del tema.

A estas conclusiones llegó la psicóloga Vanessa Espaillat en su tesis doctoral (Universidad de Salamanca, España), luego de unas investigaciones sobre factores sociales y familiares que se asocian a la violencia en el contexto escolar y familiar de adolescentes en República Dominicana.

“Los conflictos en las familias afectan a la sociedad, generando un círculo vicioso, el cual es importante reconocer. Y solo podremos hacerlo si comprendemos el juego relacional, muchas veces inconsciente, que se da a través de la violencia simbólica y buscamos soluciones efectivas a los conflictos que se presentan”, señala en su tesis.

Sostiene que la manera en la que está estratificada la sociedad occidental por clases sociales, ya de por sí está fomentando un modelo de exclusión. Condiciona el juego relacional de la víctima y el victimario, que se da en las sociedades democráticas actuales, cuyo modelo económico fuera catalogado por el Papa Juan Pablo II, como “Capitalismo Salvaje”, porque no contempla límites para los que tienen el poder económico y las reglas de juego no promueven la justicia social, generando situaciones que se explican a través de la violencia estructural. Esta violencia genera un tipo de relación, que se reproduce en todos los contextos sociales, incluyendo la familia. El que tiene el poder subyuga al que no lo tiene.

Considera Vanessa que este modelo de exclusión también se emula en el contexto escolar, porque el aula reproduce la cultura, los valores, las preferencias y los modelos de violencia imperantes en la sociedad, que crean desigualdades sociales y diferencias de oportunidades, dependiendo de quién es dueño de los medios y quién labora por un salario.

“Los resultados de esta investigación señalan que en el contexto escolar de la clase social alta es donde se da más la exclusión, y en la clase media y baja, la victimización. Los jóvenes de clase alta se preparan para ser la clase dominante y la clase media y baja, para ser personal subordinado, algunos con mejores salarios. La clase alta tiene acceso a mejores posibilidades educativas, por eso tendrá más oportunidades de alcanzar sus aspiraciones, que son más altas que en la clase media y baja. En el estudio cualitativo se evidencia que los pobres que están excluidos no se dan cuenta. Reciben los efectos de la violencia por exclusión y no la reconocen”, añade.

De su investigación se desprende que los jóvenes de clase alta responsabilizan a sus padres de la exclusión, porque son los que los orientan sobre con quién juntarse y con quién no, y también comentan que las amistades se hacen por interés, es decir que la amistad se sostiene por relaciones mercantilistas, típicas de un nivel primario de juicio moral, donde el otro no existe si no tiene algo que ofrecer. De esa manera no desarrollan empatía por los afectados por las desigualdades sociales, por el que ven diferente dentro de su misma clase social y tampoco desarrollan la posibilidad de hacer vínculos profundos. Este tipo de preocupación no apareció en los grupos focales de clase media y de clase baja. A su entender, siendo las dinámicas de los centros escolares un reflejo de la dinámica del contexto social donde están inmersos, toma como excusa para mostrar las conductas agresivas, la exclusión al diferente, al que pertenece a una clase social más baja, al que es inteligente, o el que es gay. En esta investigación, éstas eran las razones más frecuentes para agredir a un compañero, sobre todo en la clase alta, no siendo tan evidente la exclusión por raza y por discapacidad.

“Los jóvenes con menos autoestima y víctimas de violencia en sus sistemas familiares serán los más afectados por los prejuicios sociales, tomando los roles de víctimas, victimarios, o de observadores del abuso, los cuales, con su aprobación silenciosa, forman parte de la violencia escolar”, indica.

Los resultados de los dos estudios realizados llevan a la conclusión de que el apego seguro con los padres y los amigos es el antídoto para la victimización y para la agresión dentro de los centros escolares.

Es decir, que el acoso escolar o violencia entre iguales, que prevalece más en las edades de la pubertad y el inicio de la adolescencia, no se manifiesta en jóvenes seguros de sí mismos y con buena autoestima, independientemente de su clase social.
“Un apego seguro con la madre, una buena relación con ella y tener aspiraciones, según los resultados de la presente investigación, previene la agresión. Una explicación plausible es que su vinculación le ayuda a integrar estrategias de regulación emocional y de manejo de conflictos. Por otro lado, una buena relación con el padre, tener aspiraciones y buena relación con los amigos previene la victimización, porque la función principal del padre es no solo ser un protector, sino, es quien lanza a los hijos hacia el mañana elevando su autoestima y su valor personal”, enfatiza Vanessa Espaillat en su tesis doctoral.

Por ende, indica, una buena relación familiar previene el acoso escolar, pues un joven con autoestima no entrará en el juego relacional de la víctima y el victimario, pues no ha sido el ejemplo de relación recibido en su hogar y no ha creado patrones mentales que condicionan el accionar típico de los que viven en esos juegos relacionales abusivos.

Así también señala que los contextos familiares y escolares, que promueven el apego seguro y el desarrollo de la autoestima de los niños y jóvenes, en un clima de inclusión y de valores, no importando el estrato social, ayudarán a desarrollar en ellos habilidades de convivencia, que les permitirán ser un sello protector contra la violencia, la discriminación y la exclusión, que priman en el modelo relacional del sistema político y económico imperante en las sociedades capitalistas, que generan exclusión y violencia estructural y simbólica. “En su vida adulta tendrán más posibilidades de incidir en la vida pública y mejorar la calidad de vida de la mayoría en la sociedad, promoviendo el bien común y la justicia social tan necesaria para salir del juego del dominante y del oprimido a nivel social. Se necesita educar a todas las clases sociales, para que puedan salir de este juego inconsciente y que así puedan promover el bien común”, sugiere.

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