Los baños en piscinas durante el verano multiplican las posibilidades de sufrir enfermedades crónicas

Tragar agua en una piscina, mantener los ojos abiertos bajo ella o no secarse bien durante el baño, potencia la aparición de patologías crónicas, las cuales son de mayor riesgo para los niños, se pueden agravar sin un tratamiento adecuado.

Los baños en piscinas durante el verano multiplican las diarreas, otitis, conjuntivitis y hongos, según los expertos, que advierten de la necesidad de prevenir estas infecciones y tratarlas a tiempo para evitar que puedan producir ceguera u otras enfermedades crónicas, entre ellas, las generadas por las quemaduras solares.

En el ojo las infecciones más frecuentes afectan a la superficie ocular (ya sea por origen vírico, irritativo o bacteriano), mientras que las inflamaciones de la parte exterior del oído son las afecciones más recurrentes que atienden los oftalmólogos y los dermatólogos.

La conjuntivitis: el peor enemigo de nuestros ojos

El oftalmólogo Ignacio Rodríguez Uña, advierte del peligro de tocar los ojos tras manipular protectores solares o repelentes de mosquitos, que podrían provocar “pequeñas abrasiones”, así como de la radiación solar que se refleja en la superficie del agua.

También alerta de la proliferación en verano de queratitis, que afecta a las córneas y partes delanteras transparentes del ojo, principalmente en los que se bañan con lentes de contacto, ya que su uso en el agua puede incrementar el riesgo de infección.

Además, Rodríguez Uña advierte del riesgo de la ameba cantamega, un microorganismo acuático capaz de producir úlceras y heridas en la córnea “de difícil manejo medicamentoso”, que pueden terminar en cirugías y trasplantes.

“Una infección que no es muy habitual pero sí potencialmente muy grave”, hace referencia.

Como tratamiento inicial para estas enfermedades el experto recomienda los lavados con suero fisiológico o el uso de lágrimas artificiales con “ácido hialurónico, trehalosa y carmelosa”, sustancias muy hidratantes y reparadoras.

Si las infecciones oculares son más complejas, Rodríguez Uña sugiere que se consulte a un especialista que administre “antiinflamatorios, antihistamínicos o antibióticos”. Advierte de que no tratar estas infecciones a tiempo pueden llevar a pérdidas de visión, daños en la mácula o incluso causar ceguera.

Las otitis externas

Suponen la “inflamación o infección de la parte exterior del oído” ante un exceso de humedad, según explica el representante de la Sociedad Española de Otorrinolaringología, Alejandro Lowy.

Se incrementan con la llegada del calor porque este “provoca ambientes húmedos” y las personas con eccemas, heridas producidas por la limpieza con bastoncillos o con menos producción de cera” tienen más probabilidades de sufrirlas.

Para prevenir las otitis, Lowy recomienda un “buen secado de oídos o utilizar tapones en caso de tener eccemas”.

La piel húmeda, un terreno adecuado para hongos
El impétigo, los hongos, las picaduras de insectos, la dermatitis y los productos para mantener el agua en las piscinas ponen en riesgo la piel en verano.

Así lo ha asegurado a Efe el miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología, José Carlos Moreno, que ha detallado que el impétigo es una infección bacteriana producida por estreptococos o estafilococos. Su origen son “pequeñas heriditas”, en las que se forman fundamentalmente ampollas y costras con un crecimiento muy rápido, y que son fáciles de controlar con antisépticos o incluso con antibióticos tópicos.

“Nuestra piel es un terreno muy adecuado para que los hongos parasiten”, advierte Moreno, quien destaca la propagación en el período estival del “pie de atleta”, una infección fúngica producida por no secar la piel de entre los dedos, lo que produce erupciones.

“Ninguna enfermedad es grave. Todas son perfectamente controlables con antisépticos o limpieza con agua y jabón, antes de aplicar una crema antibiótica un par de veces al día”, según el doctor.

En los menores se multiplica el riesgo de enfermedad e infección
Durante el verano, los más pequeños son muy propensos a sufrir diarrea, otitis externa, conjuntivitis, dermatitis, infecciones por hongos, irritación de las vías respiratorias, molusco contagioso o verrugas vulgares”, enumera Roi Piñeiro Pérez, del Comité de Medicamentos de la Asociación Española de Pediatría (AEP).

Entre estas enfermedades priman las diarreas debido a “la ingesta de grandes cantidades de agua procedente de la propia piscina y a los agentes químicos o microorganismos” que en ella flotan.

No tragar el agua, no abrir los ojos en las inmersiones, ducharse antes y después de entrar en la piscina, evitar caminar descalzo, secarse “bien” los pliegues cutáneos y el pabellón auricular y realizar “pequeñas sacudidas” de la cabeza para evitar que se quede el agua estancada, son algunas de las recomendaciones del experto para evitar estas afecciones veraniegas

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