A medida que el calendario avanza inexorablemente hacia Navidad, el espíritu festivo de la época comienza a impregnar el aire. En este contexto, el 8 de diciembre no es una fecha cualquiera, sino un momento emblemático en el que se erige el árbol navideño, uno de los símbolos por excelencia de esta temporada

Este acto, más que una simple tradición, se convierte en un ritual que une a familias y comunidades en un ambiente de anticipación y alegría. El árbol, con su presencia imponente y decoración deslumbrante, no es solo un adorno, sino un faro de esperanza y felicidad en los hogares de todo el mundo.

Sin embargo, detrás de esta costumbre tan arraigada, se esconde una rica cronología de tradiciones que se entrelazan a través de diversas culturas y épocas. Los árboles de Navidad, con su verde perenne y su estética encantadora, son el resultado de una evolución que ha absorbido y reflejado las creencias y prácticas de numerosas civilizaciones, según explicó a Infobae el historiador y docente Fernando Casullo.

Cabe recordar que el 8 de diciembre es, además, el Día de la Inmaculada Concepción, por lo que se trata, también, de un símbolo profundamente relacionado con la fe cristiana. Esta fecha conmemora, entre otras cosas, la pureza y la gracia de la Virgen María.

De todos modos, la historia del árbol de Navidad es un mosaico de influencias que va más allá de una sola creencia o práctica religiosa. Mirando hacia el norte de Europa, las culturas nórdicas tenían sus propias tradiciones que contribuyeron a lo que es hoy este símbolo. En estas sociedades, fin de año era un tiempo para honrar a Frey, el Dios de la fertilidad, la luz del sol y la lluvia.

Bajo esta idea, se decoraba un árbol como un tributo a este Dios, en un gesto que simbolizaba la esperanza y la renovación. Esta práctica, aunque distante en tiempo y espacio, resuena en la forma en que adornamos nuestros árboles hoy en día, con luces y decoraciones que reflejan la luz y la vida.

De manera similar, los celtas, con su profundo respeto por la naturaleza, también influenciaron esta tradición. Ellos celebraban el solsticio de invierno adornando un roble y rodeándolo de antorchas. Esta ceremonia no solo era una forma de marcar el cambio de estación, sino también una expresión de comunidad y alegría. Estas reuniones alrededor del árbol, llenas de música y baile, prefiguran las modernas reuniones familiares en torno al árbol de Navidad.

El cristianismo adoptó y adaptó las tradiciones paganas, detalló el experto, infundiéndoles un nuevo significado. Las hojas perennes, que mantienen su color y vitalidad a lo largo de las estaciones, se convirtieron en un símbolo del amor eterno de Dios y del nacimiento de Cristo.

Así, el árbol de Navidad, en su uso y forma actual, que es principalmente de índole artificial, es un símbolo de convergencia donde se entrelazan antiguas creencias paganas y enseñanzas cristianas, reflejando un legado cultural que es tanto diverso como unificador.

En diálogo con Infobae, Casullo repasó: “En el árbol de Navidad observamos al sincretismo (NdeR: definido por la Real Academia Española como tendencia a combinar distintas teorías, actitudes u opiniones) y al cruce de culturas que, en este caso, tiene al paganismo y al cristianismo. En el norte de Europa, mucho antes de la aparición de la Navidad como festejo oficial, se tenía la costumbre de celebrar el solsticio de invierno a través de la consagración del árbol”.

“Además -siguió -, en las culturas paganas se celebraba el nacimiento de Frey, que es el Dios del sol. Los paganos del norte lo reivindicaban a Frey y los romanos, por su parte, al dios Sol Invictus. Ambas deidades son parecidas en su concepción simbólica. El árbol simbolizaba el universo: en la cima, el Valhalla y Asgard, y en las raíces, Helheim, el reino de los muertos. Los cristianos, en su confrontación con el paganismo, adoptaron este árbol. Según el mito, un evangelizador en Alemania lo cortó y lo sustituyó por un pino perenne, simbolizando el amor eterno de Dios”.

“Así, comenzaron las tradiciones de adornar con manzanas rojas, representando el pecado original, y luces, simbolizando el alma de Cristo. La Navidad cristiana celebra el nacimiento de Cristo sobre una tradición pagana de venerar el bosque y el solsticio de invierno. Con el tiempo, la Navidad y su árbol se popularizaron más allá de estas religiones y tradiciones. En el siglo XIX, con el nacimiento del capitalismo, el festejo adquirió un carácter comercial, popularizando los regalos para los niños”, repasó el historiador.

Y recapituló: “Los adornos tienen significados simbólicos: las manzanas representan el fruto del árbol de la vida de Adán y Eva, las cintas azules la reconciliación, el verde la abundancia, y la estrella de Belén, que guió a los Reyes Magos, simboliza la fe. Esta tradición del árbol está vinculada a los pueblos de Europa del Norte y al paganismo, especialmente a la mitología de los vikingos. La celebración incluye armar y decorar el árbol, relacionado con el Dios Frey y el Yggdrasil, el árbol del universo. Desde el siglo VII, con el choque de culturas, los cristianos adoptaron esta tradición, transformándola y mezclándola con sus propias creencias”.

El árbol de Navidad sustentable

Según Casullo, “las tradiciones van tomando y se van resignificando de acuerdo a los contextos históricos, y adquieren distintas capas que se van superponiendo. Ninguna termina del todo ni reemplaza a la otra, pero van tomando sentidos distintos”.

En ese tono, “la celebración comienza a tener en el siglo XX una vinculación muy fuerte con el mercado. Ahí aparecen los regalos, los jardines y hoy, desde ya, hay una adaptación a la sustentabilidad y al hecho de no celebrar, por ejemplo, cortando un pino. No es que todos los árboles van a ser sustentables o reciclados; simplemente se va a dar una coexistencia en la tradición”, dijo el docente.

Así las cosas, en un mundo donde la sostenibilidad se ha convertido en una necesidad imperiosa para muchos, la temporada navideña ofrece una oportunidad única para ser creativos y respetuosos con el medio ambiente. La dinámica es clara: decorar árbol de Navidad de manera que sea hermosa, acogedora y, sobre todo, sostenible. La clave está en aprovechar al máximo los recursos disponibles, sin sacrificar la magia y el encanto de estas fechas tan especiales.

Por ejemplo, algunas ideas pueden ser: si los adornos del árbol parecen desgastados o poco inspiradores, no hay necesidad de desecharlos: un poco de pintura puede darles una nueva vida, y los recortes de papel colorido pueden transformarlos completamente. Esta simple acción evita el consumo innecesario de nuevos recursos.

La creatividad juega un papel crucial en la creación de adornos navideños únicos y sostenibles. Materiales que normalmente se descartarían, como potes de yogur, pueden convertirse en objetos decorativos. En cuanto a los adornos, elementos naturales como hojas o ramas son una excelente manera de reducir el uso de plásticos. Esta Navidad, al adoptar estas ideas, no solo se celebra la festividad, sino que también se contribuye a un futuro más sostenible y armonioso.

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