Este destino permite a los turistas disfrutar de tradiciones y de la mezcla de dos culturas: la francesa y la holandesa
San Martín.- Apenas una hora y diez minutos separan a República Dominicana de un edén insular donde dos culturas, la holandesa y la francesa, conviven en una fascinante armonía. Al descender del vuelo de Arajet al Aeropuerto Internacional Princesa Juliana, la calidez local nos recibió de inmediato.
Tres dominicanos, pilares de la economía turística en áreas como la limpieza, el alquiler de vehículos y el transporte público, nos dieron la bienvenida y consejos valiosos para sumergirnos en la esencia del nuevo destino.
Nuestra exploración comenzó en la parte francesa, en el restaurante Bistro de la Mer, donde degustamos un refrescante guavaberry, considerado el licor legendario de la isla elaborado hace siglos en hogares privados.
Cuenta un letrero del local que la guavaberry era conocida como la bebida de la Navidad. En la década de 1950, la población estaba en su punto más bajo, con solo 1600 personas viviendo en la parte holandesa. “En aquellos días, la guavaberry era una parte esencial de las festividades navideñas anuales y la gente iba de puerta en puerta cantando”, dice.
A pocos pasos, apreciamos dos lugares que nos llamaron la atención en Marigot, la capital de la parte francesa: el Palacio de Justicia y las ruinas del Fuerte Louis, este último es el testimonio de un área militar del siglo XVIII que se encuentra abierto las 24 horas y funge como un mirador hacia la costa.
También vimos una estatua de Albert Fleming, quien, según investigaciones, fue el último alcalde de San Martín antes de su transformación en Colectividad de Ultramar. Sus 24 años de servicio, desde 1983 hasta 2007, marcaron una era en la administración local.
Durante unos 30 minutos nos trasladamos a Philipsburg, la capital de la parte holandesa, donde la vista hacia lo azulado de las aguas del océano Atlántico era encantadora. Como describe acertadamente Seaview, lugar del hospedaje, la “pura poesía del océano” se despliega en “mil tonos de azul”.
Estando en la playa se podían observar tres cruceros, entre ellos, el Wonder of the Seas. Los locales nos informaron que solo ese día había unos 13,000 cruceristas que disfrutaron de la playa, de la zona libre de ventas y usaron los servicios de los taxis acuáticos.
En Philipsburg, el Court House es uno de sus edificios históricos emblemáticos, mientras que lugares como Skip Jack’s y el Sint Maarten Yacht Club reflejan la animada vida social y náutica de la isla. Buccaneer Beach evoca historias de piratas y aventuras costeras.
Hay varias estatuas que nos llamaron la atención. La de Walter Plantz Williams lleva una inscripción que narra que honra a un hombre conocido por su habilidad para la pesca, su espíritu comunitario y su artesanía. Observamos también unas esculturas llamadas “Under SXM” en el Malecón, una interesante es la de Lewis que simboliza la fuerza y la resiliencia de la comunidad indígena de San Martín, que aunque no se basa en una figura histórica conocida, representa la herencia ancestral de la isla.
Otra que captó nuestra atención es una llamada la Ponum dancer que, al estudiarla, se trata de una forma introductoria a la danza folclórica nacional de San Martín, originada en la época de la esclavitud, que celebraba la abolición y que se ha convertido en una poderosa expresión de la alegría y la liberación, cuyos movimientos están inspirados en los pétalos del flamboyán.
Maho Beach, una experiencia única
Vivir la experiencia de Maho Beach es única. La adrenalina de sentir los aviones aterrizar tan cerca es indescriptible. En Sunset Beach los horarios de llegada de aerolíneas como Copa, Delta, United, American, Spirit, Air France, WestJet and JetBlue, entre otras, se convierten en la hoja de ruta de un espectáculo aéreo; al igual que chequeas con frecuencia aviones más pequeños como los Winair. Como dato curioso mientras llegamos a Maho solo vimos un semáforo que, tras la confirmación del taxista, es el único en existencia en el territorio. Siento que el tiempo no nos alcanzó. Me gustaría regresar para ver eventos como el carnaval y la Regata Heineken. Nos quedamos mi esposo, mi hijo y yo, con el sabor de una isla relajada, amigable y serena, donde la diversidad de idiomas es una riqueza y su gente se distingue por la amabilidad y alegría.