“Ningún gobierno puede mantenerse sólido mucho tiempo sin una oposición temible”.

Benjamín Disraelí

Entrada la madrugada del miércoles 17, el presidente Balaguer se retiró a sus habitaciones e instruyó a su fiel y omnipresente ayudante de cámara, coronel Luis María Pérez Bello, para que no se le molestara. Parecía exhausto y deprimido. La anterior había sido una jornada difícil como pocas en la agitada campaña electoral que ese día, 16 de mayo, llegó a su fin con indicios evidentes de que su esfuerzo por ganar el derecho a gobernar por un cuarto periodo consecutivo estaba derrotado.

El país cumplió con su obligación cívica de votar. Desde tempranas horas se formaron colas delante de los recintos electorales y salvo unos cuantos incidentes aislados, denunciado por el PRD, la jornada transcurrió en calma. Por lo menos hasta que el conteo de los votos, iniciado con atraso horas después del cierre de las urnas, comenzara a perfilar al hacendado Antonio Guzmán, como virtual ganador de las elecciones.

La decisión del alto mando militar de interrumpir abruptamente el cotejo de las actas y asumir el control del centro de cómputos y las demás instalaciones de la Junta Central Electoral, cuya sede ocupaba la última de una serie de edificaciones gubernamentales en los alrededores de  la Plaza de la Independencia, en el extremo occidental de la ciudad, tenía al país al borde del caos, en medio de una gran incertidumbre. La operación no encontró resistencia y a la hora en la madrugada en que Balaguer se recluía en su aposento, la mayoría de los dirigentes del PRD buscaban donde esconderse. Los jefes militares no necesitaron de mucha movilización táctica para apoderarse del edificio, separado de las instalaciones del comando central de las Fuerzas Armadas de acera a acera apenas por una amplia avenida de ocho carriles.

Los dominicanos que seguían extasiados el lento conteo de los votos presenciaron en sus pantallas de televisión la interrupción forzosa del proceso, en momentos en que conforme al último boletín transmitido Guzmán aventajaba a Balaguer  por 108,000 votos. El escrutinio oficial daba 326,076 votos a  favor de Guzmán contra 218,073 de Balaguer. Luego, un apagón sumió en una profunda oscuridad a toda Santo Domingo. Las tropas, en trajes de faena y vehículos de combate, se adueñaban virtualmente de la ciudad. El país parecía cercano al caos y la dictadura. Y despojado de toda autoridad, el presidente de la JCE, licenciado Manuel  Joaquín Castillo, se iría del edificio, desconociéndose su paradero.

Balaguer, detrás del candidato opositor Guzmán en el cotejo de las actas, podía estar iniciando el principio del fin de su mandato de doce años. Los principales jefes militares, encabezados por el secretario de las Fuerzas Armadas, teniente general Juan René Beauchamps Javier, y el titular de la Policía, mayor general Neit Rafael Nivar Seijas, habían interrumpido el proceso en señal de respaldo a su reelección. Era gente muy comprometida con el régimen, que temía a una futura rendición de cuentas en la eventualidad de un cambio de gobierno.

No era el ambiente apropiado para un descanso de madrugada. Pero el Presidente de casi 72 años, con serios problemas visuales, decidió que era tiempo de hacerlo. Algunos de sus más allegados que estuvieron acompañándole mientras esperaban por una definición del proceso, observaron el peso de la situación en su semblante. Para muchos de ellos esto era de por sí suficiente motivo de preocupación, ya que por lo regular aquel hombre no dejaba notar sus emociones.

–ooo—

A cientos de millas de distancia, otro hombre, más joven, estaba decidido a mantenerse despierto. Bajo la clara y estrellada noche, su amplia y sobria oficina, en la que resaltaba un enorme lienzo del Libertador Simón Bolívar, era, probablemente, la más activa en toda Caracas a esa hora de la madrugada del miércoles 17 de mayo de 1978.

El presidente Carlos Andrés Pérez había sido informado por el diputado español Miguel Angel Martínez desde el local de la alta dirigencia del PRD en Santo Domingo de lo que allí estaba ocurriendo. Y el presidente venezolano se propuso evitar que un golpe militar frustrara el triunfo electoral de sus aliados políticos dominicanos. El PRD era, como su propio partido Acción Democrática, miembro de la Internacional Socialista. Entre sus amigos en el exterior, José Francisco Peña Gómez, secretario general y líder del PRD, ocupaba un lugar especial en sus afectos.

En adición a los informes recibidos directamente de la capital dominicana, sobre el escritorio del presidente Pérez reposaban despachos alarmantes transmitidos por las agencias internacionales de noticias que la oficina de prensa de Miraflores recopilaba meticulosamente, a medida que iban llegando por los teletipos de la mansión presidencial. La AFP había transmitido un boletín  fechado en Puerto Príncipe informando de la ocurrencia de un golpe de estado, después de haber transmitido la ocupación de la JCE  por comandos militares. El despacho atribuía a la radio haitiana la versión de que tanto el presidente Balaguer como el candidato opositor Guzmán estaban en detención domiciliaria.

Las versiones periodísticas contribuían a aumentar la confusión y la ausencia de información oficial daba pábulo a toda clase de conjeturas. Poco después de ese primer boletín, la agencia francesa dijo que todas las radioemisoras haitianas estaban informando sobre el golpe “ dirigido por los jefes de la policía dominicana”. Aunque advertía que no se tenía confirmación oficial , la noticia había podido ser transmitida por teléfono desde Santo Domingo “ antes de la instauración de la censura militar”, por los corresponsales haitianos de las radios gubernamental y privada estacionados en la capital dominicana para informar sobre las elecciones. El despacho insistía que de acuerdo con una radio dominicana captada en Haití, Guzmán y Balaguer “ fueron al parecer sometidos a residencias vigiladas por elementos del Ejército”. Algunos corresponsales haitianos señalaron, según la agencia, movimientos de tropas en la capital “ y cierta excitación por parte de algunos elementos del Ejército” en favor del presidente Balaguer.

Las informaciones eran contradictorias y no permitían sacar conclusiones exactas. La misma AFP desmintió, minutos después, en un despacho procedente de Santo Domingo, que ocurriera un golpe de estado. Citando la radio de las Fuerzas Armadas dominicanas, la agencia dijo que el general Beauchamps Javier aseguraba que los institutos castrenses “respetan el orden y la Constitución”. La versión desmentía también que los dos candidatos principales hubiesen sido puestos bajo prisión domiciliaria, como antes  informara desde Puerto Príncipe. Informes previos al de la AFP hablaban de enfrentamientos en los que por lo menos dos delegados del PRD habían muerto al oponerse a la ocupación de la Junta municipal de San Juan de la Maguana. Desde Washington, las agencias cablegrafiaron  sobre la ocurrencia de disturbios en la República Dominicana aunque, citando un vocero oficial del Departamento de Estado, era demasiado pronto para afirmar que se había producido un golpe de estado.

Una cosa preocupaba al presidente Pérez y era que la sagacidad conocida de Balaguer, que parecía  crecer con los años y el ejercicio prolongado del poder, finalmente se impusiera en una crisis como la que estaba incubándose en República Dominicana, a la ingenuidad casi sin límites de su amigo. Peña Gómez no era el candidato. Pero Pérez sabía que era su liderazgo entre las masas pobres dominicanas lo que provocó la votación masiva en favor de Guzmán.

Pérez ofreció su versión de lo que habría sucedido ese día, en las horas siguientes a la interrupción del recuento de las actas. Resuelto a imponer su peso político para impedir que los militares dominicanos se salieran con la suya y destruyeran de paso la democracia en la nación antillana, el presidente de Venezuela convocó a sus principales colaboradores para una reunión en las primeras horas de la mañana en su despacho de Miraflores, Después de una rápida evaluación de la situación, sobre la base de los datos aportados por los líderes del PRD y los fragmentos informativos cada vez más alarmantes que difundían las agencias, Pérez llegó a la conclusión de que tenía que moverse rápido y librar una carrera contra el tiempo.

Uno de sus ayudantes  levantó el teléfono y discó un número, pasando inmediatamente el aparato al Presidente. Unos segundos después, el teléfono privado de las habitaciones del mandatario dominicano vibró en medio de la tranquilidad de aquel salón rodeado de libros y recuerdos. Según dijera  al autor, esperó pacientemente hasta un quinto timbrazo. Respondió una voz neutra, cansada, tal vez por largas horas en vela. Pérez se identificó y pidió al oficial que le comunicara con Balaguer, pero no tuvo éxito. Estaba durmiendo y era imposible despertarlo.

El Presidente venezolano no se dio por vencido ante la terquedad de su desconocido interlocutor. Y exigió que se le diera al Presidente, cuanto antes, el mensaje siguiente :

— Quien sea que me escuche, deseo que informe al presidente Balaguer que yo, su colega de Venezuela, le he llamado preocupado por informaciones cada vez más alarmantes de que se estaría produciendo un golpe militar para impedir el triunfo electoral del señor Guzmán y del Partido Revolucionario Dominicano. También he sido informado de que el presidente de la Junta Central Electoral y los principales líderes del país corren peligro. Dígale que inmediatamente cuelgue llamaré al presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter ; al presidente de Costa Rica, y a mis otros colegas de Colombia y México para informarle de los acontecimientos, seguro de que ninguno de ellos permitirá que se aborte la democracia dominicana.

Pérez  hizo marcar otro número en Santo Domingo logrando ponerse en contacto con los ex-presidentes de Ecuador y de Colombia, Galo Plaza y Misael Pastrana Borrero, quienes formaban parte junto con Julio César Montenegro, de Guatemala, de la misión especial de la OEA que supervisaba las elecciones. Para su consternación, éstos carecían de informes sobre lo que estaba sucediendo no obstante haber comprobado la interrupción del recuento de los votos . Los observadores habían aceptado la versión inicial de los militares de que todo se debía a un apagón con la promesa de que el proceso se reanudaría cuanto antes.

El presidente venezolano sostuvo que debió valerse de toda su persuasión para convencerlos de que estaba en marcha un intento de golpe . Ante tal posibilidad, les dijo, debían moverse a toda prisa para evitarlo. Les repitió el mensaje que había dejado al presidente Balaguer momentos antes.

 En un cuestionario que respondiera para el autor en la Semana Santa de 1997, mientras se recuperaba en Coral Gables, Florida, de una operación de cáncer del estómago , el líder del PRD, José Francisco Peña Gómez, sostuvo que el presidente Pérez convenció en esa oportunidad a los observadores de la OEA de quedarse en el país porque el presidente de la JCE iba a entregarles los originales de las actas que tenía guardadas para evitar que los militares cambiaran los resultados de las votaciones. “ Así se salvaron las actas, porque los militares querían apoderarse de ellas”, dijo. Peña Gómez contó asimismo un relato muy similar al ofrecido por el presidente Pérez  al autor en relación con sus dos llamadas al presidente Balaguer, que éste niega haber recibido. 

Todavía le quedaban cosas por hacer al presidente Pérez. Tal como lo advirtiera al ayudante militar de su colega dominicano, tomó de nuevo el teléfono para solicitar el respaldo a su gestión de los presidentes de Estados Unidos, Colombia y Costa Rica.  Recordó que el mandatario azteca, José López Portillo, cumplía una visita oficial a Moscú y telegrafió allí en los mismos términos. Las respuestas no tardarían en llegar y antes de retirarse a sus habitaciones en el palacio presidencial , resolvió convocar a una reunión de emergencia para el día siguiente a las ocho de la mañana, con la presencia de ministros, congresistas y líderes de su partido Acción Democrática y del opositor Copei, que sería filmada para hacer llegar inmediatamente una copia en vídeo al PRD. La cinta, contaría casi veinte años después el propio Pérez al autor, le serviría a Guzmán y a Peña Gómez como prueba del repudio internacional a un golpe de fuerza en la República Dominicana.

Los documentos de la época demuestran que después de su esfuerzo fallido por comunicarse directamente con Balaguer, Pérez le telegrafió un mensaje en los términos siguientes :

“Luego de muchas reflexiones me he decidido dirigirme personalmente a usted. Nuestras entrevistas en Santo Domingo y en la sede de la OEA en Washington me dieron la oportunidad de conocerle y apreciar sus sentimientos, como para estar plenamente seguro de su sinceridad en las expresiones de su pensamiento y en los esfuerzos cumplidos por usted para afirmar el proceso democrático de su patria que lo han hecho acreedor a la consideración y aprecio de los pueblos de América. El día de ayer seguimos con admiración el limpio y ejemplar proceso electoral en ninguna forma interrumpido, lo que a usted más lo honra por ser uno de los candidatos. Sin embargo, las confusas noticias que nos llegan provocan hondas preocupaciones en nuestro ánimo. En toda la América se espera con ansiedad su palabra que garantice el cumplimiento del mandato popular que en cualquier caso es la consagración, el gallardo papel histórico cumplido por usted en una América Latina tan necesitada de nobles ejemplos”.

Esa misma noche, Balaguer respondió el mensaje de Pérez : “Leí con verdadera emoción su noble mensaje y apresúrome a llevar a su ánimo que en ningún momento defraudaré el bondadoso concepto que se ha formado de mis sentimientos como dominicano deseoso de que su país se incorpore plenamente al proceso democrático latinoamericano, dentro del cual es usted una de las figuras más preclaras y una de las más dignas del respeto y la admiración continentales. El proceso electoral en nuestro país fue interrumpido en la madrugada de hoy por rumores tendenciosos propalados por sectores antidemocráticos acerca de un supuesto golpe de estado, pero la Junta Central Electoral en un comunicado expedido en la tarde de hoy anuncia su reanudación en las primeras horas del dieciocho cursante. Confíe en que no habrá interferencia alguna por parte del gobierno en labores de organismos electorales y que la consulta pendiente será rodeada de la limpieza que requiere un acontecimiento de tanta significación para el futuro de la democracia dominicana. Le saluda su devoto y admirador amigo. Joaquín Balaguer”.

En efecto, en horas de la tarde, la JCE  rompió el silencio de varias angustiosas horas emitiendo un comunicado en el que informaba de la adopción de “medidas pertinentes para normalizar la situación” de algunas Juntas electorales del interior del país y de la Junta del Distrito Nacional “a fin de que estos organismos completen los cómputos de las mesas electorales”. El comunicado no hacía referencia alguna a la interrupción del recuento de las actas ni de la ocupación militar de la sede central del organismo y como si nada hubiera pasado se limitaba a informar que “tan pronto como la Junta Central Electoral reciba las relaciones de votación de cada municipio y del Distrito Nacional, procederá a realizar el cómputo general de la votación para los cargos de elección nacional y para los de senadores y diputados”. Tampoco ofrecía detalles sobre el cotejo de las actas ni adelantaba datos o juicios sobre los resultados. “En la realización de estas labores”, apuntaba el comunicado, “ la Junta Central Electoral continuará, como hasta ahora lo ha hecho, ajustando sus actuaciones con estricto apego a las normas legales y a la imparcialidad que han regido sus actuaciones. El pueblo debe pues confiar en que la Junta tomará todas las medidas a fin de que el resultado final de las elecciones represente la expresión de la voluntad popular manifestada libremente en las urnas”.

En las primeras horas de la noche, Balaguer envió un mensaje personal a los observadores oficiales de la OEA informándole de la normalización del proceso. “El Presidente de la República Dominicana”, decía, “ saluda muy deferentemente a los Excelentísimos Presidentes Galo Plaza, Julio César Montenegro y Misael Pastrana Borrero, y se complace en enviarle, en adición a lo que tuvo el honor de expresarle en su encuentro de hoy en la mañana en el Palacio Nacional, el comunicado emitido por la Junta Central Electoral, y leído en la tarde de hoy por todos los medios de comunicación del país. Con este anuncio hecho a la opinión pública nacional por nuestro primer organismo electoral, queda normalizado el proceso electoral que desde hace algunas horas quedó interrumpido por causas ajenas tanto a los miembros de dicha Junta como a los departamentos oficiales”.

Antes de irse a la cama la noche del 17 de mayo, Pérez llamó de nuevo a Balaguer con mejor suerte que en la mañana. Sin embargo, Balaguer sostiene que esa conversación no se produjo y sólo recuerda haber recibido, en la mañana  del miércoles 17, la llamada del secretario de Estado norteamericano Cyrus Vance, la cual no atendió por encontrarse durmiendo. En cambio, Pérez, tras repetirle el mensaje que le dejara con un ayudante en la mañana, le informó a Balaguer de sus siguientes movimientos ante otros presidentes. Balaguer habría dejado escuchar una protesta de inocencia, con una voz calma y pausada que no dejaba traslucir preocupación alguna. Escuchándole hablar quedamente, Pérez se dijo que esta era la clase de postura ante la cual sus amigos del PRD habían pecado de ingenuos tantas veces.

Mientras oía al presidente “lamentar” que él, Pérez, se hubiera molestado en llamar a esa hora de la mañana, Balaguer le habría asegurado que la situación estaba de nuevo bajo control y que él sería el primero en oponerse a un golpe de estado. “Confío en su palabra, señor presidente”, le respondió.

La versión de Pérez acerca de sus esfuerzos personales de ese día, no encajan aparentemente en el contexto del intercambio de mensajes cablegráficos que ambos mandatarios sostuvieron entre el mediodía y la noche. Pero no puede descartarse la posibilidad de que la respuesta escrita de Balaguer no estuviera en conocimiento de su colega venezolano hasta la mañana del día siguiente. En esa eventualidad, su versión tendría lógica. Hay que tomar en cuenta que ninguno de los dos cablegramas fue entregado a la prensa y no se divulgaron hasta mediados de junio, cuando todo parecía estar en calma, durante una reunión del Consejo de la OEA que discutió en Washington la situación dominicana y concluyó con una felicitación a Balaguer por su actuación en la crisis y su empeño por preservar los resultados legítimos de la consulta electoral.

Por lo menos públicamente, Balaguer no ha admitido el papel que su colega venezolano de entonces se atribuye en esos días. En su libro “Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo”, sólo menciona la intervención del gobierno de los Estados Unidos a través del entonces secretario de Estado Vance. Incluso trata de minimizar su magnitud diciendo que se limitó a llamadas que le hiciera Vance (en realidad fue sólo una) desde Washington “ y que yo no recibí por haberme hallado fuera de mi despacho, cuando esas llamadas por teléfono internacional fueron hechas con carácter de urgencia”.

Cuenta que Vance le envió entonces un telegrama en el que le expresaba, “cortésmente”, la preocupación que había provocado en Estados Unidos “ las supuestas maniobras que se hacían, de parte de grupos militares, para desconocer los resultados electorales”. Balaguer afirma que respondió el mensaje con otro asegurando que cumpliría su obligación de “hacer respetar la voluntad expresada en las urnas”.

Los periódicos dominicanos y los informes de la Casa Blanca y del Congreso norteamericano de la época relatan otros esfuerzos norteamericanos en relación con la crisis electoral dominicana, el más sonado y curioso de los cuales fue el fallido intento del embajador Yost  por entrevistarse con Balaguer. En la obra citada, el presidente confirma esos informes de la manera siguiente :

“El embajador de los Estados Unidos de América, señor Robert Yost, en vista de mi supuesta renuencia a recibir la comunicación directa con el secretario de Estado Vance, visitó mi residencia en la mañana del 17 de mayo, sin haber solicitado previamente la audiencia en la forma protocolar requerida. Al diplomático se le hizo saber, después de haber permanecido durante varias horas en la marquesina de mi residencia particular, que solicitara audiencia por la vía de la Cancillería o que dejara su mensaje escrito, en manos del jefe de la escolta presidencial. La nota entregada al general Eligio Bisonó Jackson por el embajador Yost se limitaba a expresar la preocupación del secretario Vance por la supuesta interrupción de los cómputos electorales y por la posibilidad de una intervención militar en el certamen democrático que acababa de realizarse…”

Balaguer no hace mención alguna de las llamadas de Pérez, pero la narración que hace en sus memorias coincide con los hechos descritos por éste. Admite, por ejemplo, que“varios oficiales, entre ellos el secretario de las Fuerzas Armadas, general Juan René Beauchamps Javier, y el jefe de la Policía, general Neit Nivar Seijas, habían hecho una ostensible demostración de fuerza que había dado lugar a que el presidente del organismo (Junta Central Electoral) licenciado Joaquín Castillo, abandonara su despacho y ordenara que las labores de computación de los votos fueran interrumpidas”.

 Aunque Balaguer trata de restarle importancia a la actitud de la jerarquía militar, la realidad fue otra. La suspensión del conteo siguió a la acción de las tropas y ante la ocupación de la sede de la Junta, el licenciado Castillo, dejó su oficina lo que bajo circunstancias normales nada hubiera tenido de extraño debido a lo avanzado de la hora. Balaguer tampoco dice que al momento de quebrarse la normalidad, el escrutinio mostraba a Guzmán con una amplia ventaja sobre él , difícil de superar, tomando en consideración que abarcaba un tercio del estimado del sufragio.

En sus memorias, Balaguer acomoda los hechos. Sostiene que la suspensión del cotejo de las actas no le fue comunicada hasta el día siguiente por los miembros de la comisión de observadores de la OEA, con quienes se reunió en la mañana en el Palacio Nacional , y a quienes daría seguridades de que a las autoridades electorales “les serán ofrecidas inmediatamente las garantías necesarias para que sus decisiones fueran respetadas y para que ninguna coacción se ejerciera en contra de las mismas”. Es bastante curioso que siendo candidato presidencial y a la vez presidente en ejercicio, Balaguer se acostara la noche del 16 sin haberse enterado de los acontecimientos y que incluso, al día siguiente, nadie entre sus ayudantes de cámara, colaboradores, familiares, ministros y dirigentes del Partido Reformista se molestara en ponerle al corriente de lo  sucedido y que no fuera hasta cerca del mediodía, cuando recibió a los observadores de la OEA, cuando se hiciera cargo de la situación.

Balaguer confunde también las fechas. En las memorias citadas relata que “ a las 10 de la noche de ese mismo día (16 de mayo), recibí una llamada telefónica del doctor Marino Vinicio Castillo, quien me comunicó que existía mucha ansiedad en las calles de la capital de la República, porque circulaba el rumor de un golpe de estado militar, para impedir un posible triunfo en las urnas del Partido Revolucionario Dominicano”. Y asegura que media hora después de esa llamada, compareció, en el propio Palacio Nacional, ante las cámaras de la televisión oficial “ para anunciar al país que la voluntad popular sería religiosamente respetada, y que ningún poder, ni civil ni militar, interferiría , ni con mi anuencia ni sin ella, en la pureza y corrección de los comicios del 16 de mayo”.

Sin embargo, el doctor Castillo sostiene que no llamó esa noche a Balaguer sino que fue a verle a su residencia en las primeras horas de la madrugada del miércoles 17, en compañía de los generales Beauchamps Javier, con el que había pasado casi todo el día, y Nivar Seijas, sin previa cita, después que los mandos militares tomaron la decisión de incomunicar a la JCE tumbando los transmisores de Alto Bandera. En horas de la mañana del 16 de mayo, el general Beauchamps  llamó al doctor Castillo, su amigo de infancia, para pedirle que le acompañara todo el día en su despacho de la secretaría de las Fuerzas Armadas. El alto oficial quería tenerle cerca en la eventualidad de que pudiera necesitar de sus consejos como abogado experimentado.

La jornada transcurrió en un ambiente de normalidad hasta que comenzaron a conocerse los primeros informes de los resultados de las votaciones. En la noche les llegó un reporte de la inteligencia militar de que el presidente de la Junta había abandonado su oficina e ido a dormir a la residencia del agregado político de la embajada de Estados Unidos, John King, después de haber dejado un vídeo para la televisión apelando a la calma, que se difundió  después de las nueve de la noche. Beauchamps y sus ayudantes militares se las habían pasado jugando dominó y bromeando acerca de los resultados a medida que se conocían los boletines procedentes de todo el país. El secretario hizo chanzas sobre su propio futuro :

–Bueno, coño, ahora si me voy a dedicar a mi finca.

Más tarde , en la noche, se habrían presentado a la secretaría militar dos dirigentes del Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC), Guido (Yuyo) D ´Alessandro y Caonabo Javier Castillo, interesados en detalles del proceso y con la idea de que el PRD era el ganador de los comicios. Alrededor de las 10 :30 , los informes del comando central de las Fuerzas Armadas (COFA), bajo el mando del contralmirante Frank Amiama Castillo, apuntaban también en esa misma dirección. Más o menos a esa hora, el general Nivar Seijas visitó a Beauchamps y llamaron al doctor Marino Vinicio Castillo a una reunión para analizar la marcha de los acontecimientos. Nivar Seijas lucía perplejo, preocupado : “ ¡ Bueno y esto, coño , estamos perdiendo ! Beauchamps comentó : “¡ Bueno y qué, si se perdió se perdió ! No hay problemas”.

Castillo sostiene que el tono cambió tan pronto como se presentara el contralmirante Francisco Rivera Caminero, quien llamó aparte a los dos generales. Le acompañaba un oficial con un bulto en la mano, quien le preguntó qué hacer con la bolsa : “¡Comandante, como es la cuestión esa, la comercial, es en la antena o en… !” “ ¡ En las dos partes !”, le habría respondido Rivera. Castillo comenzó a preocuparse, temiendo que estén pensando en destruir una estación e incomunicar al país. Después, Beauchamps y Rivera abandonaron el lugar y no regresaron hasta unas horas después. El secretario de las Fuerzas Armadas parecía ahora otro hombre. Se le notaba nervioso, observaría Castillo.

–¡ No se puede entregar !, exclama el general Beauchamps.

Castillo convenció entonces al secretario de las Fuerzas Armadas y al jefe de la Policía que debían consultar  primero al presidente Balaguer.

–No se meta en eso a menos que se lo ordene el Presidente de la República–, le aconsejó, mientras llegaban al lugar Leonardo Matos Berrido y Sócrates (El Chino) Pichardo, entre otros dirigentes reformistas. La tensión se apodera del ambiente. La salida del aire de la planta televisora que difunde los boletines se debe a que los transmisores de Alto Bandera han sido sacados del aire, por el mando militar.

–¡ Consulta con el Presidente !, insistió Castillo.- Si él te ordena que no se entregue, entonces no se entrega. Pero consúltalo primero.

Beauchamps accedió finalmente y en compañía de Nivar y de Castillo, con la sola compañía de un chofer, se dirigieron  a la residencia del presidente Balaguer, quien ya se había retirado a dormir. Lo despertaron  y éste salió cubierto con una bata color vino, algo despeinado, con visibles muestras de cansancio en el rostro.

–¿ Qué es lo que pasa ?, preguntó el jefe del Estado.

–Bueno, presidente—respondió Castillo–, hay un golpe de estado.

–¿ Cómo han ido las elecciones ?, inquirió Balaguer, ignorando inicialmente la observación del abogado.

–Mal, muy mal, se está perdiendo.

Balaguer se interesó por las votaciones de la zona rural, donde radica buena parte de su peso político. Las tendencias eran igualmente desfavorables. Entonces hizo referencia a la observación sobre el golpe.

–¡ Eso no se puede, eso es antihistórico !. ¡ No se puede violentar el resultado electoral !

Balaguer se mostró enérgico haciendo énfasis con movimientos negativos de su rostro.

–Bien, yo quería que el general Beauchamps y el general Nivar oyeran eso de sus labios, porque es un golpe lo que hay y hay gente que se mete en esto sin su autorización y esto es una locura–, le dijo Castillo–.Tumbaron Alto de Bandera y no hay comunicación. Tenemos un problema.

Balaguer se levantó de su asiento y tomó a Castillo fuertemente por un brazo. El abogado sintió una calurosa corriente de afecto en el gesto :

–¡ Trate de que se mantenga todo dentro de la órbita electoral y cuídese ! –, le recomendó el presidente.

Al abandonar la residencia de Balaguer se dirigieron de nuevo a la sede de la secretaría de las Fuerzas Armadas donde ya había una gran concentración de oficiales de alta graduación. Beauchamps y Nivar entraron al despacho del primero y el coronel Romero Pumarol le condujo a una pequeña sala donde estaban reunidos muchos oficiales. Allí le preguntó sobre la situación. Castillo le explicó que el presidente consideraba que un golpe de estado es imposible, porque sería “antihistórico”.

–¡ Gracias a Dios ,porque aquí se iba a armar un lío del otro mundo !, le dijo Romero Pumarol–. Nos íbamos a dividir y lo mejor es que se respeten los resultados.

Frank Amiama tuvo también un gesto de respiro : “ Muy bien, perfecto, eso es lo correcto”.

La reunión se disolvió rápidamente. Nivar se retiró a la Policía y Castillo se fue a descansar a su casa, con la promesa del general Beauchamps de que se encargaría de desmantelar la maquinaria golpista.

En su monumental obra “La conjura del tiempo”, José Rafael Lantigua, describe con singular maestría esos decisivos momentos de tensión en la residencia del presidente. El autor dice que dos horas después que el doctor Marino Vinicio Castillo visitara en compañía de los generales Beauchamps Javier y Nivar Seijas al jefe del Estado para informarle de la situación, los dos jefes militares regresaron a la residencia del mandatario y solicitaron que se le despertara. Según el autor, Balaguer tardaría más tiempo esta vez en presentarse ante sus visitantes, incluso después de efectuar algunos contactos telefónicos previos “para indagar el verdadero motivo de aquella visita”. Lantigua recrea aquellos difíciles y decisivos momentos de la historia dominicana: “(Balaguer)Se aseó pacientemente y se presentó ante los altos militares con un rostro duro. Ya a esa hora conocía en detalles lo que había sucedido en la Junta Central Electoral y la interrupción del conteo ordenada precisamente por los militares que ahora urgían verle”. Agrega que Balaguer estalló en ira cuando los generales intentaron falsearle la situación. “ Su reacción fue impactante”, dice Lantigua. “ Se levantó y dando un golpe tan fuerte en la mesa que los adornos que estaban sobre ella volaron hecho añico, les dijo a los jefes de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional que no le buscaran más problemas y que él no respaldaría, bajo ningún concepto, ninguna reacción que perjudicara su historia. Doña Emma (su hermana, que estaba presente) estalló en llantos y los altos oficiales se vieron precisados a pararse en atención y salir apresurados de la habitación. Balaguer le siguió hasta las escaleras que conducían a la planta baja de su residencia, y gritó a voz en cuello a su asistente militar, el general Aurelio Rosario Polanco: Aplaque esas fieras, y si es preciso utilizar la fuerza, utilícela”. La narración de Lantigua es rica en detalles y resalta el rechazo de Balaguer a las sugerencias de que se diera un golpe de estado. Dice que cuando uno de sus íntimos, Manuel Guaroa Liranzo, le propuso esa opción “la indignación del mandatario fue mayor”, expresando que los generales no le defendían a él “ sino a sus propias fortunas”. Balaguer rechazaría también otras insinuaciones similares. Lantigua sostiene que el general Beauchamps Javier y el jefe de la Marina de Guerra, contralmirante Francisco Javier Rivera Caminero, “ parecían los más convencidos del cuartelazo”.

Avanzado el día, la situación dio un brusco giro. Nivar celebró una reunión con la banda de música del cuerpo para celebrar la victoria de Balaguer y el vocero del Partido Reformista, Héctor Pérez Reyes, convocó a una conferencia de prensa con corresponsales extranjeros y periodistas locales para anunciar el triunfo de esa organización en las elecciones. Castillo hizo algo muy distinto, localizó a su amigo Joselyn Rodríguez Conde, asistente del presidente del PRD, Salvador Jorge Blanco, para una reunión con éste último. Jorge Blanco, quien estaba postulado como candidato a senador por el Distrito Nacional, visitó esa misma mañana a Castillo en su residencia, quien le refirió a su amigo y colega todo cuanto ocurriera en la casa del presidente Balaguer.

En su versión de los hechos, el general Beauchamps admite que él ordenó la ocupación militar de la Junta Central Electoral. La justificó diciendo que había llamado al presidente del organismo para ofrecerle su respaldo “ y lo que él hizo fue que se escondió y no quiso volver”. En vista de que la Junta quedaba acéfala y seguían emitiéndose boletines decidió ponerle fin a eso ordenando su ocupación. Beauchamps confirmó que la toma del edificio por las tropas se produjo en momentos en que se estaban contando los votos y el candidato opositor aventajaba al presidente, pero en una situación en que el organismo parecía no tener control de lo que allí adentro pasaba. Y aunque no pudo recordar si en la noche de ese día, como asegura el doctor Castillo, le visitó el contralmirante Rivera Caminero, sí dijo que visitó a Balaguer en su residencia. “..yo fui varias veces donde el señor Presidente de la República a informarle cómo iba la situación de los boletines y de lo que nosotros teníamos de la misma Junta”. Expresó que cuando Balaguer le reclamó sobre los informes de un golpe de estado, le protestó diciendo que las Fuerzas Armadas bajo su mando sólo obedecían sus órdenes. En otra oportunidad, tres días después de las elecciones, el presidente le dijo que él tenía la responsabilidad de garantizar que se le entregara el poder al PRD.

Fue entonces cuando comenzó a recorrer los cuarteles del interior para comunicarle a los oficiales y a las tropas que el PRD había ganado las elecciones y que las Fuerzas Armadas “no podían oponerse a que se le entregara el gobierno”.

Beauchamps admite que los institutos castrenses estaban identificados en aquella época con Balaguer y que en muchos campamentos, inclusive en la misma Secretaría se enarbolaban banderas del partido gobernante. Sin embargo, sostiene que eso era un asunto de soldados y que la oficialidad estaba mayormente a favor del respeto a la voluntad popular. Aunque existían, claro está, sus excepciones. Su amigo, el general Esteban Jáquez Olivero, comandante de una importante guarnición en Nagua, era una de esas excepciones de intransigencia y fanatismo. Consciente de ello fue el primer campamento que visitó. Después de hablarle a la tropa reunida en el patio del recinto, el general Olivero hizo gritar  en coro a sus subalternos: ¡ Viva la Patria ! ¡ Viva el doctor Joaquín Balaguer !, pero no opuso resistencia.

Se han tejido con los años muchas versiones fantasiosas respecto a la actitud que asumiera la noche del día 16 de mayo el presidente de la JCE, Manuel Joaquín Castillo. Los rumores o datos de la inteligencia militar que circularon esa noche y en las primeras horas del día 17 sobre su supuesto asilo político, carecen de validez y sentido. Parece que en la confusión general, a nadie se le ocurrió pensar que al retirarse de su oficina, muy entrada la noche, éste hombre pudiera haberse ido a su propia casa. El doctor Práxedes Castillo, asegura que su padre pernoctó esa noche en su residencia ubicada en la esquina de las calles Caonabo y Angel Perdomo, del sector Gazcue. La especie fue confirmada con oficiales militares y civiles que aseguran haberle visto en la mañana y la tarde del día siguiente en ese lugar.

El presidente de la JCE apareció varias veces en la pantalla de televisión con un mensaje a la población y  a las Fuerzas Armadas. Algunas mesas habían sido tomadas por efectivos militares, aunque todavía continuaban ofreciéndose boletines parciales del recuento de las actas. Práxedes, que vió la repetición del vídeo, pensó inmediatamente que se estaba originando una crisis. Cuando un pariente, el arquitecto Juan Alfonseca, le llamó para indagar si tenía algo especial sobre lo que estaba ocurriendo, decidieron ir a la Junta, donde encontraron a su padre recibiendo las últimas informaciones de las mesas electorales tanto del Distrito como de las juntas municipales. Fue alrededor de la medianoche, antes incluso de la interrupción militar, cuando el presidente de la JCE decidió retirarse a su casa. Práxedes asegura que él mismo lo dejó allí y que su padre permaneció todo el día 17 descansando en vista de que no tenía caso presentarse a la Junta porque estaba ocupada. 

En horas de la tarde, un coronel  abogado de apellido Saldaña le visitó para citarle a una reunión con los jefes militares en la Secretaría de las Fuerzas Armadas. Práxedes pasó a recogerle a las cinco de la tarde. La reunión era con el propósito de informarle que la normalidad estaba restablecida y que la interrupción fue sólo una medida temporal para proteger las elecciones de un posible estallido de violencia. Práxedes señaló que su padre tuvo la precaución de guardar el padrón electoral lo que impidió que los militares alteraran los resultados. Una copia había sido ocultada en una bóveda del Banco Central. Respecto a las versiones de que se había asilado u ocultado en la residencia del agregado de la embajada de Estados Unidos, John King,  Práxedes sostiene que “todo eso es falso. El se fue a su hogar, tanto así que el día siguiente el principal sorprendido fue el coronel cuando al ir a la casa (a invitarle a la reunión con los jefes militares) porque se pensaba que él estaba asilado, le dijo ¡licenciado y usted está aquí! ¡Claro que estoy aquí !”.

El presidente de Venezuela asegura que no se limitó únicamente a las llamadas de advertencia. El día 18 enviaría un avión especial a Santo Domingo con la copia del vídeo de la reunión de emergencia de apoyo a Guzmán que había convocado en su despacho. Preguntado eses antes de su muerte, sobre el uso dado a este material, Peña Gómez sostuvo que había sido de “mucha utilidad”, si bien no  precisaba en qué circunstancias. Pérez y Balaguer  no volvieron a tener contacto hasta agosto de 1990, cuando el primero asistió, en su calidad por segunda vez de Presidente de Venezuela, a los actos de juramentación del segundo, tras elecciones que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) que había postulado a Juan Bosch, denunciara como “fraudulentas”. Pérez fue el único mandatario extranjero presente en dichos festejos. Volvieron a reunirse en la residencia del dominicano, en ocasión de una visita privada del venezolano a Santo Domingo a comienzos de 1999, para visitar la tumba de Peña Gómez, muerto de cáncer en mayo de 1998.

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Después de conocerse el comunicado de la JCE relacionado con la reanudación del proceso, el secretario general del PRD, Peña Gómez, le habló por radio al país. “Tal como habíamos anticipado, el Partido Revolucionario Dominicano acaba de ganar abrumadoramente las elecciones…” El pueblo, escenificando “ las más concurrida y disputada jornada electoral de nuestra historia”, acudió en masas a las urnas para escoger con su voto “ el camino de la transición pacífica y la alternabilidad en el poder”. Los resultados de los comicios y todo el proceso “servirán de modelo a los demás partidos y movimientos de tendencia democrática y renovadora que aspiran a enrumbar nuestra América latina por los caminos de la libertad , la democracia y la justicia social”.

Peña Gómez prevenía contra la posibilidad de que la  euforia del triunfo condujera a excesos que trastornaran la situación. Se imponía ahora que las fuerzas comprometidas con la defensa de la libertad “eviten cualquier ocurrencia que pudiera deslucir el ejemplar proceso democrático protagonizado por el pueblo dominicano y que abrirá nuevas posibilidades de desarrollo a las fuerzas representativas del cambio en nuestro continente”. Y advertía también sobre la posibilidad de que se tratara de escamotear la victoria de su partido. “ A pesar de que la victoria le ha correspondido a un partido de la oposición, que, por lo tanto, no tiene la posibilidad de utilizar en su favor los mecanismos del poder para realizar fraude alguno, hay sectores del gobierno que se niegan a reconocer el triunfo del PRD alegando que en las elecciones, fuerzas por ellos no claramente definidas, cometieran irregularidades contra el partido en el poder y otros pretextos que podían utilizarse como recursos electorales, pero no como razones válidas para irrespetar la decisión soberana de nuestro pueblo”.

El desconocimiento de la voluntad popular, prevenía en su discurso, “provocaría a corto plazo sucesos de imprevisibles consecuencias, el peor de los cuales sería la división de una institución cuya unidad es fundamental para la estabilidad política, el orden y la soberanía de la nación”. En la hora crucial que estaba viviendo el país, agregó, “ el porvenir de la naciente vida institucional” descansaba en todas sus fuerzas democráticas, entre las que Peña Gómez citaba a su partido, los sectores liberales del gobierno, encabezados por el presidente Balaguer, “ y los hombres de mentalidad democrática de nuestras Fuerzas Armadas que componen su inmensa mayoría”.

El líder del PRD expresaba su confianza de que Balaguer acataría el veredicto y obligaría a aceptarlo también a los jefes militares “ y a los equivocados sectores de su régimen que están tratando de interrumpir el libre curso de este proceso y la expresión de la voluntad popular”. Las elecciones las había ganado el PRD “pero ha triunfado también en ellas el presidente Joaquín Balaguer, que de este modo se convierte en el primer presidente en cien años y el segundo presidente en toda nuestra historia que celebra unas elecciones libres, figurando como candidato en las mismas y que consiente en transferirle el poder a un sucesor salido de las filas de la oposición”. La alocución estaba llena de elogios al presidente, pero al final exhortaba a todos los simpatizantes, partidarios y amigos del PRD “ iniciar cuanto antes un movimiento pacífico de respaldo a la victoria”, mediante comunicados, cartas y telegramas.

En los días siguientes a esta exhortación, en las oficinas del Palacio Nacional y de la Cancillería comenzaron a amontonarse miles de protestas de todo el mundo, que inducirían al presidente Balaguer a clamar por un cese de las mismas.

Para la reconstrucción de los hechos descritos en este capítulo, el autor realizó numerosas entrevistas, entre las cuales merecen citarse la que tuvo en Caracas con el expresidente Pérez, a mediados de agosto de 1994, mientras éste guardaba prisión domiciliaria por acusaciones de corrupción durante su último mandato. De extraordinario valor fueron también la que le concedió el 10 de enero de 1996 el doctor Marino Vinicio Castillo y las que más tarde hizo al doctor Práxedes Castillo , el 15 de enero de 1996, y al ya general retirado Beauchamps Javier, ocho días después. Valiosa información fue extraída igualmente de la formidable obra de José Rafael Lantigua “ La conjura del tiempo”.

El 11 de marzo de 1997, el autor sometió al doctor Balaguer  un cuestionario de diez preguntas , que éste sólo respondió parcial y escuetamente varios días después, dejando sin aclarar algunos comportamientos oficiales durante la crisis de 1978. Las preguntas y respuestas de ese cuestionario fueron las siguientes : 

P.—El 16 de mayo de 1978 las Fuerzas Armadas interrumpieron el conteo de votos y ocuparon la sede de la Junta Central Electoral cuando el escrutinio parecía indicar la victoria del candidato de oposición ¿ Contó esa medida con el respaldo y el conocimiento previo del Presidente de la República ?

R.- La irrupción en la Junta Central Electoral fue de la exclusiva iniciativa de varios jefes militares. Tan pronto el suscrito se enteró de la ocurrencia trató de ponerse en contacto con el presidente de la Junta Central Electoral pero éste había ya abandonado su despacho. En consecuencia mi comunicación en torno al incidente fue con los representantes de los Estados Americanos, los ex-presidentes (Misael) Pastrana Borrero, de Colombia, Galo Plaza, de Ecuador y el doctor Montenegro. Insté a los miembros de la Junta a terminar el conteo de los votos dando seguridades de que se respetaría la voluntad popular. Si el presidente de la Junta no hubiera abandonado su despacho todo se habría resuelto en cuestión de horas.

P.-¿ Quién dio entonces esa orden ?

R.- Sin respuesta.

P.-¿ Cuál fue su reacción frente a los jefes militares cuando éstos fueron a comunicarle al día siguiente , o esa misma noche, la situación ?

R.- Desautorizar su actitud y hacerles ver que el  resultado de las elecciones, fuera el que fuere, debía ser respetado.

P.-¿ Quiénes integraban la comisión de jefes militares que fue a verle con el propósito de informarle de lo que estaba ocurriendo ?

R.- Sin respuesta.

P.- El entonces presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, me informó, durante una larga entrevista en Caracas a finales de 1995, que tan pronto tuvo conocimiento de la acción militar le llamó por teléfono para advertirle que la comunidad internacional no aceptaría la consumación de un golpe de estado contra el candidato vencedor, el señor Antonio Guzmán ¿ Qué trataron en esa conversación y cuantas veces le llamó el presidente de Venezuela ese día y los subsiguientes ?

R.- Que recuerde una sola vez y  mi  respuesta fue la misma, que la voluntad popular sería respetada y que si se había suspendido el conteo fue por el abandono del presidente de la Junta y que el suscrito en ningún caso se prestaría a ejercer un poder usurpado.

P.-¿ Qué otros presidentes le llamaron ese día ? ¿ Es cierto que el presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, le llamó en términos parecidos a los del presidente Pérez ?

R.- No es cierto. La única persona que llamó fue el secretario de Estado, señor (Cyrus) Vance. Pero la comunicación no pudo hacerse porque me hallaba fuera de mi despacho.

P.- Cuando el embajador de los Estados Unidos, Robert Yost, trató de verle a usted en su residencia, se le mantuvo esperando durante horas en un sillón de madera en la marquesina. Se ha dicho siempre que con ello trató usted de mostrar su indignación por la actitud que en su contra había asumido la Casa Blanca. ¿Por qué no le recibió si al parecer el embajador llevaba un mensaje de Carter ?

R.- Lo que en realidad ocurrió fue que yo había permanecido en vela durante toda la noche del 16 de mayo debido al incidente que se había presentado en la Junta Central Electoral y al siguiente día tuve que permanecer durante la mañana en mis habitaciones privadas.

P.- ¿ Es cierto que en las horas siguientes a la ocupación  militar de la JCE le visitaron  en su residencia el señor Antonio Guzmán y otros dirigentes del PRD ? ¿ Hubo contactos telefónicos o a través de terceros con esos dirigentes ?

R.- No es cierto.

P.-¿ Podría usted reseñarnos, aunque fuera brevemente, lo que usted hizo ese día, me refiero al 16 de mayo de 1978, desde que se levantó, fue a votar, los asuntos que trató en su despacho y el resto de la jornada ?

R.- Sin respuesta.

P.-¿ Cuál es su evaluación de esos acontecimientos desde una perspectiva histórico – política ?

R.- Creo que las elecciones se perdieron por la actitud imprudente de algunos militares que crearon la impresión en el país de que el gobierno estaba en disposición de mantenerse en el poder con el apoyo de los  militares, sin tomar en cuenta la Constitución de la República y la opinión pública internacional. El suscrito, sin embargo, se dio cuenta desde el primer momento de la situación y admitió tranquilamente su derrota.

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