Muy de moda el disruptivo concepto de la antipolítica, la actitud de los que se oponen a la política considerándola práctica de poder y a partidos y exponentes políticos, al entenderlos dedicados a intereses personales y no al bien común.
Entre las motivaciones para ser antipolítico están egoísmo (alejarse de la política para ocuparse de sus asuntos privados y vivir lo mejor posible) y decepción por ejercicio actual de la política.
La antipolítica puede ser activa, pasiva, crítica, acrítica y constructiva: criticar el modo de hacer política, pero auspiciando un nuevo modo de hacerlo, o sea, que no sea un rechazo por rechazo, sino una oposición para construir una mejor política. Esta última es la vertiente urgente en nuestro país.