Dificultades para llegar al mes; amplias necesidades y estrechos recursos financieros. Costear veterinario resultaba imposible y así, me crucé de brazos con Susie. En medio de todo, una tarde llegué a casa en ausencia del resto de la familia. En esos casos habitualmente me acompañaba la gata. Abría la puerta y estaba ahí. Me alegraba con su maullido de saludo y luego permanecía todo el tiempo junto a mí apacible y fiel. Esa vez no estuvo y sentí un triste vacío. La busqué; permanecía inmóvil en el área donde se había apostado mientras sus fuerzas menguaban. Al verme me maulló débilmente. Entonces, tomé teléfono y llamé a mi hija: “Mañana llevamos la gata al vet; el dinero tendrá que aparecer”.

Posted in Buen Oficio

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas