Ligia Minaya fue a todas luces una mujer adelantada a su tiempo. La conocí como profesora de oratoria, impartió cursos muy concurridos en esa materia. El contacto lo estrechamos cuando me escribió desde Denver, Colorado, para comentarme sobre mis artículos en los primeros años de esta columna. Luego aproveché una de sus frecuentes visitas al país para entrevistarla sobre un reciente libro, en el programa La Gran Idea, que produje entre 2011-2014 en la televisión nacional. Fue una charla enriquecedora que me encandiló, faltó tiempo para hablar de todo lo que ella podía decir: su mundo de escritora, su raigambre mocana, su visión social. Una dominicana menuda, de cerebro y corazón grandes, su fallecimiento deja profundo pesar. Inolvidable doña Ligia, descanse en paz.

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