Entendida la suerte como eventos favorables o desfavorables que están fuera de nuestro control, puede decirse que hay una clase de suerte constitucional. Es decir, no podemos escoger a nuestros padres ni el lugar ni circunstancias de nuestro nacimiento y crecimiento. Tampoco podemos escoger nuestros talentos o nuestro coeficiente intelectual. Todo eso está fuera de nuestro control, salvo nuestro carácter. Podemos escogerlo, de hecho, estamos forjándolo cada vez que hacemos una elección: evadir o confrontar la adversidad, doblegarnos ante la realidad o mantenernos bajo su peso, por ejemplo. A medida que vivimos y tomamos decisiones, forjamos nuestro carácter, el centro de nuestro desarrollo como seres humanos en general y como líderes, en particular. ¿Hoy cuáles son nuestras elecciones para configurarlo?

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