Niños y adolescentes de mi generación un viernes como el de ayer entonábamos el “Himno a las madres” de Trina de Moya, en nuestras escuelas. Rituales de Día de las Madres de años 70 y 80 que a esas tempranas, alegres edades se tomaban como una formalidad. Tener nuestras madres se sentía cosa normal, ordinaria. Creces, pierdes la tuya y aquellos versos: “…Cantemos de las madres su ternura y su afán…” toman particular significación. Te emocionan, el sentimiento asociado al recuerdo de aquellas ceremonias escolares te desborda. Mami, tu muerte a destiempo me ha enseñado mucho; gran escuela es el dolor. Pero no ceso de preguntarme cómo hubiera sido tenerte al paso de los años, madura para aquilatarte.