Cuando en marzo del 2019, se reunió el Consejo Nacional de la Magistratura con la finalidad de evaluar a los futuros jueces de la Suprema Corte de Justicia, ninguno de los integrantes tenían la más mínima idea de lo que en un tiempo muy breve después sucedería en la esfera de justicia, nadie pensaba ni por asomo, que el más incisivo de los integrantes de ese escenario, estaría tras las rejas, en calidad de prevenido, con amplia posibilidad de ser enviado a juicio y procesado por delitos muy graves.

Si una idea se pone en marcha, sus efectos envolventes, son impredecibles. Cuando se da el paso de la declaratoria a la acción pública, es muy difícil detener el ímpetu de la justicia. El abuso y el atropello sin límite, encuentran un muro. Y si a ese sentimiento se incorpora el inmenso deseo de iniciar una cruzada contra la corrupción en el manejo de los fondos públicos, los resultados de solo los primeros pasos serán de una contundencia increíble. Comenzar operaciones puntuales contra la corrupción, con nombres y apellidos, es una clara señal, de que sí se puede. De que el Estado en el marco del debido proceso de la ley, puede enviar a prisión preventiva a personajes intocables 400 días atrás. Claro que, sí se puede, aunque no lo crea, el brazo fuerte de la justicia, cuando no es una muesca, llega hasta el más encumbrado escenario y hace papilla todo intento de impunidad. No escapa a la acción de la justicia ningún malandro, cuando está decidida la acción de procesar el delito. El crimen no paga. La justicia puede llegar, es lenta, pero es dialécticamente inexorable. Sí se puede, mire hacia los calabozos y verán las caras incrédulas de sus inquilinos.

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