En su libro Cómo hablar con un conservador, Gloria Álvarez nos invita a reflexionar sobre las diferencias entre necesidades y derechos.
Esta politóloga guatemalteca cree firmemente que los seres humanos tenemos tres derechos, y solo tres: el derecho a vivir, el derecho a ser libre y el derecho a la propiedad (o sea, a poseer los frutos de nuestro propio esfuerzo).

Estos derechos se califican de inalienables, porque nadie tiene que renunciar a ellos, para que se respeten los tuyos. Nadie debe morir, para que tú estés vivo, ni privarse de su propiedad para que tú tengas “lo tuyo”.

En cuanto a la libertad, eres libre para vivir como quieras, siempre y cuando respetes esa misma libertad en otros. Puedes ser heterosexual, no divorciarte jamás, pase lo que pase, ir todos los domingos a misa…pero no tienes el derecho a obligar a que otros vivan de esa manera. Y esa libertad va irremediablemente acompañada de que seas responsable por las consecuencias de tus decisiones.

Esos son los tres derechos que debería defender cualquier sistema. El problema es que se entiende que hay muchos más porque se ha confundido derechos con necesidades.

Y se ha dicho: “por el mero hecho de haber nacido (aunque mis padres sean insensatos sin recursos) merezco recibir educación, alimentación, medicinas, que me enseñen a tocar el violín y que me protejan si mi marido me pega. Como he venido al mundo sin las condiciones para recibir todo esto…alguien más está obligado a pagármelo”. Vaya…

Es esta la mentalidad que predomina. Una mentalidad que le ha dado permiso al sistema (o Estado recaudador) a violarle sus derechos a un grupo, porque otro tiene necesidades.

En todo esto ha quedado desterrado el concepto de responsabilidad (“si tienes hijos debes mantenerlos”) que jamás se menciona…Lo que interesa es seguir mercadeando el merecimiento, y que esa responsabilidad se deposite en “otros”.

De esta manera siguen apareciendo pretextos (disfrazados de necesidades) para que el poder de turno usurpe a través de la recaudación el dinero de otros y que se endeude hasta el colapso (total…esa deuda no la paga quien la contrae). Detrás de todo, la verdadera motivación: quedarse con una buena parte de la repartición.

Las generaciones futuras no podrán con tanta carga. La actual ya siente desesperadamente su peso.

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