Señor director: Dicen, que solo cuando hemos tocado fondo, es cuando somos capaces de recomponer nuestras vidas. A propósito del encierro que a nivel mundial estamos viviendo, han surgido muchas cosas, una es que al parar el acelerado ritmo de vida, el alto nivel de consumismo innecesario y grado de contaminación ambiental, el aire luce más limpio desde los satélites que siempre nos vigilan. No sé si la contaminación interna también habrá cesado un poco.

Muchos están trabajando desde la casa, otros están tomándoselo como vacaciones sin salir de casa, el resto lo toma como puede, un día regular, otro mal y mayormente resignados, aunque para otros, ha sido un horrible viacrucis. Lo que sí debemos tener claro es que el resultado definitivamente nos obligará a cambiar nuestra forma de vivir, ser y actuar…

No sabemos de qué va esto que nos atacó de repente y nos tomó por sorpresa, y pensar que manos humanas y criminales están detrás, es un crimen más horrendo aún, pero los actos son como un boomerang, regresan multiplicados hacia las manos y la mente que los ejecutaron y le dieron cabida, y podría resultar el tiro por la culata, queriendo hacer daño y causar un mal, las cosas vayan para mejor, es lo que se espera.

Para los que creen en la historia de Jesús, si Judas no lo hubiera traicionado, probablemente no lo habrían crucificado y luego resucitado y nadie lo estaría recordando ahora. O sea que, los Judas, son parte importante y decisiva en la historia de la humanidad, gracias a ellos hay revoluciones interiores y cambios a mejor.

Aprovechemos el tiempo, no para trabajar y seguir engordando al cerdo, sino para acelerar nuestro renacer de consciencia y espíritu; hagamos menos y seamos más, deseemos menos y sintamos más, quejémonos menos y agradezcamos más, odiemos menos y amemos más… Adentrémonos y encontraremos la salida. Dejemos esa conducta hiperactiva y aprendamos a sentirnos útiles sin tanto hacer. Reflexionar, soltar, hacernos parte y todo de la Nada, y cómplices del silencio, sería de gran ayuda en este renacer. Esto nos prepararía para lo peor (el contagio) y también para lo mejor (superarlo y ser parte del cambio).

No nos quedemos en lamentaciones, pérdidas, las causas y el por qué, vayamos más lejos de las apariencias y seamos capaces de vislumbrar un final feliz. A pesar de las muertes, angustias, separaciones, de lo que los medios nos hacen llegar, más allá hay un sentido único, valioso y renovador.

La tristeza y el llanto no nos ayudarán, tampoco la indiferencia y el egoísmo, hagamos nuestro mejor enlace espiritual y sumémoslo a esta noble causa, reformular nuestra existencia como colectivo humano y permitir la restructuración del planeta.
No veamos una tragedia, si no una última oportunidad. Pensemos que esto no es una guerra, ni una crisis económica, política o social, si no más bien una transformación a nivel colectivo mundial, para volver a ser libres y recuperar nuestra auténtica felicidad.

Después de la tormenta viene la calma, ojalá sepamos apreciarla y no hacer olas.

¡Celebremos el cambio!
Idalia Harolina Payano Tolentino
COLABORADORA

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