Señor director. Siempre se ha dicho que si cada uno cuida su entorno, se cuida a sí mismo y a los demás. Y está claro que todo lo que nos rodea nos afecta de manera directa, y tiene incidencia en el resto del mundo de forma indirecta. Así que si hacemos lo correcto (el bien) estamos contribuyendo a mejorar el mundo, si nos comportamos indebida e irracionalmente (mal), estamos destruyendo el mundo de a poco.
Cada uno con su accionar, tiene más cuotas dañinas de las que cree. Reflexionando sobre las muchas cosas que consciente o inconscientemente apoyamos con nuestros aplausos, o nuestro silencio e indiferencia al dolor ajeno, y con nuestro egoísmo, y consumismo excesivo de cosas que para lograrse (fabricarse u obtenerse), subyugan a muchos con esclavitud, no como libre intercambio de trabajo remunerado, nos hace más culpables que inocentes, algo que pocos quieren asumir como cierto.

Un ejemplo es la ciencia. Muchos científicos son casi secuestrados (por decirlo así) para obtener “supuestos beneficios para la humanidad”. Otro ejemplo menos importante, pero no así menos relevante, es el arte. Específicamente en su vertiente de entretenimiento al público, como el cine, los circos, los cantantes…, estos entre muchos otros, son en su mayoría personas comunes y corrientes con talentos más desarrollados.
Les venden un sueño y son sometidos a estresantes condiciones de trabajo exigente, y abusos de todo tipo, físico, psíquico y emocional; mayormente son manejados por un empresario o director que los exprime hasta dejarlos sin moral, sin vida y sin amor propio.

Si leemos las biografías, o vemos los documentales, películas y entrevistas de la vida de una gran mayoría de artistas, no escaparemos de cambiar nuestra admiración, por sentir lastima, dolor y hasta cierto sentimiento de culpa por haber alimentado indirectamente esas explotaciones humanas, ya sea por mera diversión, o por fanatismo. Hay cierta inclinación por ver a los seres humanos desde una perspectiva idealizada o morbosa.

Lo mismo deberíamos de sentir por colaborar con otras explotaciones humanas que generan miles de millones a unos cuantos, y gracias a nuestro consumo excesivo, nuestra indolencia y egoísmo, se siguen fomentando con mayor crueldad.
Todo avance requiere pérdidas, desapegos y cambios que generan sufrimientos. Y se asume como natural y normal que unos caigan para que otros se levanten sobre ellos, y si no caen, entonces los tumbamos…

Las revoluciones mundiales tienen un alto precio que hemos pagado como conglomerado humano, el planeta lo ha sufrido en carne viva. Ahora, esta revolución tecnológica nos costará más de lo que podemos pagar, así que la obsolescencia de la raza humana será nuestro pago final, seremos desechados y borrados de la faz de la tierra, si es que esta sobrevive…

Se avecina una aparente solución, pero abramos los ojos a la realidad que el mundo virtual, está derrumbando frente a nuestra inconsciencia. Prestemos atención a lo que estamos aplaudiendo y consumiendo, y con lo que estamos colaborando o dejando de colaborar diariamente.

“Un gran sacrificio resulta fácil; los
que resultan difíciles son los continuos
pequeños sacrificios”. Johann Goethe.
Idalia Harolina Payano Tolentino
Colaboradora

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