Señor director. A lo largo de nuestra vida hemos utilizado calabazas para alcanzar nuestros sueños y luego las desechamos y olvidamos sin importarnos su suerte. Es como el taxi que tomamos para ir al aeropuerto, nadie se acuerda jamás de él al llegar a su destino”. Lo pasado, es solo eso, pasado, aunque parezcamos ingratos al entender que el pasado es solo un medio para acceder al presente, y a través de este, proyectar un posible futuro. Si retenemos todo lo que nos toca y tocamos, no tendríamos ni un minuto de tranquilidad mental, por eso el cerebro hace una selección precisa y minuciosa de lo que debe guardar, donde o a que profundidad debe guardarlo y que echar al zafacón de inmediato. A veces queremos recordar algo y por más que hurgamos no lo recordamos, pero este olvido es relativo, ya que tenemos un registro de eso y es lo que nos hace querer recordarlo. Otras veces creemos haber olvidado ciertas cosas y un encuentro fortuito con algo, nos las trae a colación al presente, por lo cual no las habíamos olvidado por completo, estaban dormidas en el subconsciente.

En vista de esta paradoja pensaríamos que nada se olvida y que el cerebro todo lo registra y lo deja en cierto lugar, si necesita traerlo de vuelta, lo hará. Pero hay vivencias que si nos las mencionan, creemos no haberlas vivido y las negamos, en realidad las vivimos y el cerebro las desechó inmediatamente.
Esta tarea de selección la realiza nuestro cerebro, porque a través de nuestros pensamientos sabe la finalidad de nuestra existencia, por eso decide que desechar directamente, que poner en la superficie de los recuerdos y que reservar en un lugar más profundo para un futuro uso. Existe una sabiduría mayor que nos hace pensar conscientemente las cosas. La memoria, condicionada por los pensamientos principales, dirigidos por los intereses y la razón, es la que desvaloriza y deja atrás otros detalles que en su momento fueron protagonistas de la historia, pero su brillo en ella duró lo que dura el de una estrella fugaz en el firmamento, en cuyo destino a nadie se le ocurre pensar.

Convertido un pequeño sueño en realidad, muchas veces se pierde la ilusión y el encanto, pero si emocionalmente continuamos bajo el influjo de ese hechizo, y albergamos en el corazón un fuerte deseo, con humildad y buenas intenciones, esto provoca que el universo se confabule y nos impulse a ir en pos de un sueño mayor, por imposible que parezca. Si pasado el tiempo mantenemos viva esa llama que encendió la ilusión, mantuvo el encanto, y produjo el hechizo, es muy probable que hagamos realidad ese sueño mayor, que es el principal motivo de que estemos aquí formando parte de este plano, con ese cuerpo, esa familia, esas circunstancias…
I. Harolina Payano T.
Ciudadana

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